31 de mayo de 2012

Sobre un bolardo

Le he visto matar las horas sentado en aquel absurdo bolardo de hormigón que algún técnico colocó con muy poco acierto frente al portal de mi edificio. Pasa la mayor parte del tiempo mirando, haya luz o no en el interior, hacia la ventana del primer piso, la que habita ese hombre de aspecto lánguido que rondará la treintena y al que siempre he considerado algo gris. 
Esté abierta o cerrada, haga frío o calor, él espera y la observa durante horas, como si tras las cortinas azules se adviniera una nueva vida que casi pudiera alcanzar a tocar y fuera a elevarle dulcemente desde las axilas, un metro, dos, tres, sobre el absurdo bolardo, el dióxido de los coches y los viandantes y su paso azorado, hasta agarrar el quicio y colarse dentro.
Si, como yo, él pudiera ver lo que yo veo desde esta altura, no estaría esperando que sucedería algo especial con aquella ventana y se habría marchado hace tiempo.
Pero ahí le sigo viendo, cada noche igual que la anterior.
A veces siento ganas de bajar y besarle yo, aunque sé que no serviría de consuelo. No creo que todo esto trate únicamente de conseguir solo un beso.


17 de mayo de 2012

¿Para qué un 15M?

El simple hecho de negar la repercusión del 15M es admitirla. Como dejo dicho un griego: Hasta para negar la filosofía hace falta la filosofía.


Se discute mucho sobre la utilidad del movimiento -del crisol de movimientos conjugados que en realidad supone- la mayor parte de las veces basando el análisis en un pensamiento cortoplacista.
Es lógico en cierto modo dada la prisa que tenemos todos por algo: En el siglo de la información todos queremos hacerlo todo muy rápido.

Sin embargo, la repercusión de lo que hemos visto suceder en España en el último año debe tratar de calcularse en el largo plazo. Algo así como hacer uno de los ejercicios de psicohistoria que planteaba Isaac Asimov.
En el corto plazo comprobamos su discutible influencia en las elecciones y en la economía; en el medio plazo asistimos a su ha incorporado al debate político y a su argumentario, a la agenda de los medios de comunicación; en el largo plazo veremos hasta qué punto ha cuestionado el sistema establecido.

Me lo decía una gran comunicadora: el 15M ha demostrado que existe otra manera de hacer las cosas, que otro mundo es posible.
Pensar lo imposible, me decía.

En gran parte lo ha demostrado: la opinión pública, la acción política, la voluntad reformadora, ya no se encuentran exclusivamente en manos de los agentes a los que nos habíamos acostumbrado. Partidos, gobiernos, sindicatos, medios de comunicación, mercados, todos hacen sitio a un nuevo jugador.
Digamos que el 15M ha conseguido que en los canales habituales del poder se le haya abierto una pequeña vía en la que actuar, un soplo de aire freso en un sistema viciado y en decadencia.

Porque, admitámoslo, la crisis no es únicamente económica y política, ni tampoco coyuntural. Llevábamos un tiempo conduciendo a tumba abierta con los ojos vendados hacia donde ahora estamos; no podemos esperar seguir andando el camino como lo hacíamos,deseando regresar a un estadio anterior, fingiendo que nada ha pasado.

Existe otra forma de hacer las cosas y el 15M llegó para intentar demostrarlo. Solo por ello, su existencia resulta vital para el desarrollo social y democrático y solo por ello discutir el movimiento es aceptarlo: de no haber existido, puede que nadie hubiera iniciado la discusión. Puede que no tuviéramos alternativas.
Entonces sí que no se vería luz al final del túnel.

En los tiempos que corren, pensar en encontrar alternativas es lo único sensato.
 
Publicado originalmente en: LaSemana.es

9 de mayo de 2012

El gobierno de los grises

Cada cambio de gobierno que se produce en la vieja Europa -y van casi 20 provocados por los mercados en los últimos cuatro años- trae a un personaje más anodino y oscuro que el anterior.
Francia es solo el último ejemplo de ello.

Dice adiós Sarkozy, con sus formas de adolescente enamorado y caudillo impertinente, el hombre que casi se atribuyó la caída del muro de Berlín.
Le sustituye Hollande, un tipo del que su exmujer ofreció una demoledora descripción: ¿Alguien recuerda uno solo de los logros de François en 30 años de carrera política? Ségolène Royal, esa mina antipersonal.

En el recuerdo lejano está Reino Unido, que cambió a Gordon Brown, abotargado y con cara de amargado, por un aristócrata estirado muy british llamado David Cameron, que se antoja salido de un gag de los Monty Python y que prefiere jugar en el fuera de juego, algo, por otra parte, también muy british.
O Italia, que renunció a ese putero tan lleno de salero como de malos modales que era el inefable Cavaliere Berlusconi. La vida es un poco más aburrida ahora que solo sabemos de Silvio por los testimonios de los juicios que tiene abiertos. La principal característica de Mario Monti ha sido su sumisión y, además, le pese a quien le pese, sus titulares no dan juego.

Qué decir de esta España nuestra, que dio boleto a un tipo capaz de recitar sin pestañear aquello de 'la Tierra no pertenece a nadie, salvo al viento' ante dirigentes de medio mundo que solo esperaban la hora del canapé.
Era el alma de la fiesta, el pobre, y lo cambiamos por este presidente del que tenemos noticias por sus notas de prensa y porque alguien alguna vez lo vio en otro país desdiciéndose de algo que dijo que haría, anunciando que hará lo que dijo que no haría o dándose a la fuga para que no cunda el pánico.

A falta de sabios, del circo político elegimos a los payasos y cuando nos cansamos de ellos se quedaron los tristes.
Nos gobiernan hombres grises y, como en la novela de Michael Ende, se fuman nuestro tiempo para sobrevivir.

Publicado originalmente en: LaSemana.es