Además del permiso de residencia por la compra de una vivienda el
Gobierno debería añadir al lote una cesta con surtidos ibéricos y una
participación para la Lotería de Navidad, que son de esas cosas tan
nuestras que servirían para hacer algo de patria aprovechando el
impasse. Seguro que el ministro Wert apoya una propuesta tan
españolizadora.
La entrega de las escrituras se podría convertir asimismo en una gran
celebración en la que el notario y el banquero cantarían, brindarían y
bailarían junto al generoso potentado que suscribiese la hipoteca. Un
alto cargo gubernamental acudiría al acto para abrazar y besar al
comprador, salvador del país con su inversión, y un representante del
sector inmobiliario le llevaría en brazos hasta su nuevo hogar, llorando
–seguro- de júbilo por tener en España un nuevo mártir contra la
sobreoferta de stock.
Si tras la última ocurrencia del Gobierno no se palpara la desesperación
por reactivar un mercado en estado de coma, el empeño por volver a un
modelo de crecimiento económico agotado y la estrechez de miras de
nuestra clase dirigente, económica y empresarial creo que todo este
asunto tendría mucha más gracia.
Seguimos en lo de siempre, el ladrillo, solo que ahora en lugar de
venderlo a precio de oro le damos un envoltorio así como de mercadillo.
Publicado originalmente en: LaSemana.es
Publicado originalmente en: LaSemana.es
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