23 de junio de 2008

Desnudo

Desnudarse no es tan sencillo como parece; puede uno quitarse sortijas y avalorios y permanecer tan protegido como lo estaba al principio.
Dicen mójate, implícate, pero es más que cuestionable que a alguien le interese ver a un congénere como Dios, o quien quiera que lo hiciera, lo trajo al mundo. Los hechos lo demuestran y avalan que pueda tachar de imbécil al que proclame a grandes voces que el mundo es ese lugar lleno de amor en el que todos nos besamos en la boca.
Podría contar cómo es una cara reventada y una costilla rota en una sola noche, porque lo he visto en mi cuerpo. Podría explicar que ninguna de las dos cosas hará que vuelva a pasear con miedo, que seguiré disfrutando de la música y mis pasos tanto como hasta ahora lo venía haciendo, que las luces de la ciudad seguirán siendo guías aunque cuando se apaguen acechen en las sombras los violentos. Y qué poético.
Nada de todo lo anterior importará a quien manchó de sangre mi chaqueta. Ni al visitante ocasional o casual de estas líneas, ni al que se detiene en las palabras para escupir su falta de respeto sobre ellas, ni a aquel que una vez creyó reconocerme allá a lo lejos. Ninguno de ellos querrá leer sentimientos en las líneas de mis manos o perder un momento de su preciosa vida por ofrecerme unas monedas por estas entrañas. Pero claro, nada de esto está hecho para ellos.

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3 de junio de 2008

Cifras y letras

En Washington están de enhorabuena. El último informe de bajas militares estadounidenses en Irak es favorable: 19 caídos en combate o en acciones insurgentes varias a lo largo de todo mayo; la cifra mensual más baja desde que comenzó la invasión en marzo de 2003. Hubo un momento en el que a los yankees nos mataban de cien en cien, a razón de cuatro diarios, señora, se destaca en los medios de comunicación.
Parecería, por la misma regla de tres, que en Bagdad también se felicitan, al fin y al cabo, la cifra de civiles muertos en sucesivos episodios violentos es la más baja desde diciembre de 2005: 396 hombres, mujeres y niños asesinados en mayo. Pero claro, el hecho de tener que incluir en la lista a los 110 agentes de Policía y soldados caídos en el mismo mes, además de las muertes por enfermedad, les estropea la media. Y eso sin tener en cuenta el número de desaparecidos.
Como cada uno barre para su casa, en Estados Unidos pueden gritar a los cuatro vientos que están 'ganando' en Irak, en ese lenguaje tan televisivo al más puro estilo 'Yes, we can' que se utiliza por aquellos lares. Pero el caso es que en Bagdad esta versión de los hechos no acaba de convencer al personal, será porque algún que otro estudio de campo ha demostrado que todo iraquí que se precie ha perdido o sabe de alguien que ha perdido a un conocido suyo.
Puede que ya nadie recuerde ahora que durante un año entero -entre julio de 2006 y agosto de 2007- la media de bajas militares y de muertes de civiles entre el pueblo iraquí rozaba las 3.000 mensuales. Puede que el mundo haya olvidado los suicidas que ofrecían trabajo antes de inmolarse entre decenas de ciudadanos que buscaban empleo, los coches bomba en mercados del centro de Bagdad, las torturas y ejecuciones de los escuadrones de la muerte, los atentados a las puertas de la universidad.
Nada de lo que ha pasado en Irak en los últimos cinco años será olvidado por las generaciones que lo han vivido, ni por las que están por venir. Luego, algún que otro iluminado dirá que volvería a invadir lo que un día fue la cuna del Imperio Mesopotámico sin pensárselo dos veces para poder presumir delante de los amigos de haber llevado democracia y libertad a aquellas tierras de bárbaros ignorantes o que el Islam más radical crece en todo el mundo por la deriva relativista de Occidente y no por el aumento de las bolsas de pobreza o por el odio hereditario al extranjero.

Nota al pie: El problema no es que los muertos estadounidenses pesen más que los iraquíes, que también, sino que somos incapaces apartar la vista de nuestro ombligo para observar cómo está el del prójimo.

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