23 de diciembre de 2013

Kepa Junkera: "Estamos moldeando una parte de la cultura"

El músico euskaldun Kepa Junkera. Foto: www.folmusica.com 

Un ambicioso proyecto que fusiona las melodías de la música tradicional vasca con los ritmos del folclore gallego es el último trabajo del vasco, que presenta en 'Galiza' un álbum completamente diferente a lo que ha hecho hasta el momento, aunque con los ingredientes habituales a lo largo de su carrera.

Músico autodidacta desde que "a los 9 o 10 años" escuchara a su abuelo tocar junto a sus amigos la pandereta y la trikitixa, Kepa Junkera es en la actualidad uno de los músicos vascos más importantes dentro del folclore euskaldun.

Empezó repitiendo el repertorio de la música tradicional y luego a componer sus propias melodías que han visto la luz desde mediados de los 80 en una veintena de proyectos de estudio distintos. El último de ellos, 'Galiza' (FOL Música, 2013) es una fusión de música tradicional gallega con esos elementos que Kepa Junkera lleva trabajando durante décadas.

"Galiza se sale de lo que habitualmente he hecho, que es la música tradicional vasca con mis composiciones e instrumentos como la trikitixa, la txalaparta o los panderos", explica el artista vasco, que confiesa haber mantenido "una relación muy especial con Galicia desde hace más de 25 años".

Aunque Kepa asegura que siempre ha sentido admiración por las melodías populares gallegas, en este trabajo se planteó trabajar de una manera muy concreta: ponerse en contacto con distintos amigos de la música gallega para que ellos aportaran "la materia prima" de la música gallega y luego él "añadir los instrumentos con los que he trabajado toda mi vida".

"No quería añadir un bajo, una batería o programaciones, si no dejarlo en la desnudez que tiene esa música y que me parece ya muy potente", detalla Kepa, que "respetando la sonoridad de cada invitado", él introdujo en cada uno de los 36 temas sus melodías y composiciones.

"La música popular tiene muchos puntos en común en toda Europa, pero hay zonas donde esas influencias son más claras. Aquí en el norte tenemos elementos muy parecidos, como los instrumentos o ritmos muy parecidos con diferentes nombres y pulsos", sostiene.

Las diferencias, sin embargo, son pocas, según el músico, que señala que se hacen palpables según "el instrumento con el que compongas", en "la sucesión de notas" que cada uno de ellos puede extraer y "en su propia idiosincrasia".

"Ellos tocan la pandereta de una forma y yo de otra, hay pequeños acentos diferentes, pero para eso tienes que escucharlo bien. Las gaitas pueden parecerte todas iguales, pero no tiene nada que ver una escocesa y una gallega o una irlandesa", igual que "un acordeón no es lo mismo que un bandoleón, una concertina o un acordeón de piano".

"Lo bonito de todo esto es que hay un patrimonio que tenemos que mimar y que cuidar, porque ha llegado a nuestros días después de generaciones. Yo a partir de ese patrimonio genero nuevas melodías", explica Kepa Junkera, defensor del potencial exportador que contiene la música popular que se hace en la península frente a otro tipo de estilos con más público actualmente.

"Tu no puedes ir con una serie de músicas que han desarrollado otros y es más complicado proponerles algo nuevo", considera el artista, que pone de relieve que la música tradicional vasca "es algo que se ha hecho aquí entre nuestros padres y abuelos".

"Me extrañaría que me llamaran de Irlanda si tocara ritmos suyos. Me llaman porque quieren que toque mis melodías, con mis técnicas y con mi sonido y mi forma de tocar. Para mi hay una mina en todo esto", confiesa el músico, pese a que la música tradicional sigue siendo de "proyectos artesanales y gente minoritaria que lleva muchos años y que toca para gente muy fiel, pero que no está en los circuitos promocionales habituales".

Y aún más allá, Kepa Junkera cree que "no puedes imitar" estilos nacidos en Estados Unidos, por ejemplo. "Es otra cultura, tanto para lo bueno como para lo malo y no tiene nada que ver Texas con Bilbao. Lo que surge allí no se puede imitar y he podido comprobar que músicos muy buenos de otros lugares lo que encuentran interesante es la música popular que hacemos".

Para él, personalmente, el folclore "ofrece mucho más que muchas músicas actuales". "Y yo escucho música electrónica, porque tengo un estudio y trabajo con algunos artistas de ese estilo y tengo contacto con artistas modernos de diferentes disciplinas", puntualiza, para dejar claro que hacer música tradicional no supone "que vistamos con albarcas o no tengamos contacto con la realidad".

"Defendemos algo que va dentro de nosotros", sentencia Kepa, que cree que "no podría aportar nada nuevo" a otros estilos que no fueran al que se dedica. "Esto es auténtico, esto tiene energía, esto es real, esto está tocado de verdad", glosa sobre su último trabajo, "es un trabajo real y tenemos la suerte de que estamos modelando una parte pequeña de la cultura".

9 de diciembre de 2013

Zatu: “Yo ya he escrito mi nombre al final de la partida”

Zatu, en primer plano, con Acción Sánchez y sin su libro. Foto: www.boamusica.com 

El sevillano debuta por primera vez en solitario pilotando un barco que nada tiene que ver con el que está acostumbrado a navegar en SFDK. Forjado en Twitter, su libro ‘Yo Zatu y mi severa fractura de kráneo’ es su incursión personal en la narrativa para compartir con sus seguidores algunas de las anécdotas que lleva en el bolsillo.

Como bien señala en algún momento de la entrevista, Saturnino Rey García es hombre de conjunto, de andar siempre en compañía y armar y contar las más variopintas batallitas.

Sus últimos trabajos han sido álbumes con Crew Cuervos y Mala Juntera, y aquel multitudinario Lista de invitados (SFDK Records, 2011) en el que el dúo sevillano se hacía acompañar de distintos MC’s españoles y latinoamericanos.

Quizá por eso se le nota algo más callado que de costumbre. Le falta en cierto modo el apoyo de Acción Sánchez, a quien dedica menciones una y otra vez en su libro. Con él abre su recopilatorio de anécdotas y con él lo cierra.

“A Óscar le gustó mucho y lo vio como lo que es. Me dijo, esto para los seguidores va a estar bien”, dice Zatu, que deja meridianamente claro el respeto que le merece el producto que está poniendo sobre la mesa.

“Se ha tirado el libro cinco días desde que me lo dieron de imprenta encima de la mesa del salón. Cada día lo cogía, lo levantaba, lo volteaba, lo miraba de lejos y pensaba, hostia hay un libro ahí que es mío”.

Porque sí, Zatu, el del Yo contra todos, está nervioso y deja escapar de vez en cuando un ‘mi disco’ y admite que siente mucho respeto hacia los viejos lobos de mar del gremio, que no vayan a pensar que este sevillano ha llegado para comerles la tostada. “No es un libro pretencioso”,  repite en más de una ocasión.

Yo Zatu y mi severa fractura de kráneo es Saturnino Rey de principio a fin. Un repaso por algunas de las historias que acumula en su haber después de décadas dedicándose a la música, la gente que ha conocido por el camino, anécdotas que se hicieron canciones y otras que no había contado a nadie.

Se lo reclamaron sus seguidores en Twitter después que en varias remesas de 140 caracteres contara algunas de las más bizarras. Se puso a hilarlas las noches que podía, tirando “de más recursos narrativos que en las canciones” y siempre con su estilo desenfadado.

“Al final son historias de superación, de la guerra diaria de alguien que se ha dedicado toda su vida a levantar su propia historia”, resume Zatu, que cree que “algún curioso” podría encontrar entretenido leer sus anécdotas y reflexiones.

Él mismo confiesa haberse sorprendido al releer lo escrito y comprobar que ha servido para poner en orden algunos aspectos de su vida. En capítulos como ‘Ese algo’ o ‘Sin pecado concebido’, Zatu se sincera, en otros como ‘El liricista en el tejado’ o ‘Tiburones’ repasa su historia en SFDK.

En cualquier caso, de momento no parece que vaya a ser un punto y aparte en la carrera del sevillano, que ya tiene en mente otro disco.

“Me lo tomo como un oye, aquí está esto para que sepas algo más de mí”, dice, aunque en cierto modo confiesa que le gusta “eso de dejar algo” para el mañana. “El tiempo que esté aquí yo quiero dejar algo –hace una pausa y continúa- ya me podría morir tranquilo, yo he escrito mi nombre al final de la partida, pero siempre hay algo más”.

En este caso, por ejemplo, se conforma con el feedback que ha recibido en las primeras 24 horas desde que el libro está en la calle. “El tuit que más he leído ha sido: ‘Va a ser la primera vez que me compre un libro sin que esté obligado’ –relata- Si sirve para que los chavales se arranquen a leer, ya está bien, conseguido”.

Y, al mismo tiempo, eso le “sobrecoge y asusta” de alguna manera, igual que le acongoja un poco saberse escuchado por mucho público adolescente. “Soy un hombre de 36 años con otras preocupaciones en la cabeza que quiero contar, me planteo ¿no lo puedo contar porque me oye el niño?”.

La pregunta viene entonces al pelo: ¿se ha ablandado Zatu con el paso de los años debido a su público? “No, ha sido más por mis estados de ánimo y por cómo te sientes en la vida cuando escribes. Ahora mismo estoy escribiendo un disco más oscuro, más duro, por ejemplo”, adelanta.

Porque en el futuro le espera más música, de nuevo junto a Acción Sánchez bajo el paraguas de SFDK. “Necesito volver con Óscar, trabajar con él. Tengo un par de temas escritos y como viene en cada disco me pregunto, qué digo que no haya dicho ya, que no hayan dicho otros”.

Y aunque suene complicado, Zatu dice sentir el gusanillo del creador que busca en cada nuevo proyecto sus mejores resultados: “Ahora mismo estoy en mi obra más ambiciosa, en lo que quiero que sea mi obra culmen, que te pueda gustar o no, pero que indiscutiblemente tengas que decir, menudo hijo de puta”.

2 de diciembre de 2013

L.A.: “Cuando una banda se hace grande parece que se autoimpone untecho”

L.A. a lo suyo y a por todas. Foto: Juan Pérez-Fajardo/I'm An Artist 

Lluis Albert Segura va marcando lentamente cruces en su lista de haberes. Con Dualize se ha metido la escena española en el bolsillo y ha continuado dejándose caer por el extranjero. A punto de cerrar el año, habla de un 2014 centrado en los directos, pero se atreve a dar pistas de su próximo álbum.

En la última conversación con Lluis Albert, la agenda del mallorquín con ‘Dualize’ (Dreamville/Marxophone, 2013) incluía una lista de deberes para su banda. Algunos pendientes y otros por cumplir.

Repasándolos de buena mañana en una cafetería de la calle San Bernardo, en su segundo día atendiendo a distintos medios, no cabe duda que la más importante de esas tareas, reforzar su imagen en la escena española, puede marcarse como conseguida.

“Sigo pensando que falta mucho trabajo que hacer en España. Echo la vista atrás y pienso que hemos recorrido bastante.

Ya no somos los de hace seis años, que absolutamente nadie sabía quiénes éramos, pero creo que el ritmo de trabajo que tenemos es el bueno para seguir unos años más y llegar a afianzar la empresa”, explica.

Y es cierto, el fundador de L.A. ya no es aquel fichaje algo anónimo de Universal del ‘Heavenly Hell’ (2009) que pasó desapercibido para el público en un primer momento y que ofrecía discretos conciertos en pequeñas salas de Madrid.

Gracias al EP de ‘SLNT FLM’ (Dreamville/Universal, 2012) y, sobre todo, a su segundo álbum de estudio, ‘Dualize’, el mallorquín puede plantearse cerrar el año encarando su próximo reto en la capital: un aforo de 2.500 entradas, el último peldaño en el circuito madrileño antes de lanzarse a recintos con capacidad para cifras de cinco dígitos.

L.A. ha conseguido cierto nombre en la escena independiente española, esa que, independientemente del género, llena salas de tamaño medio y garantiza asistencia a festivales, pese a lo que define como "handicaps: cantamos rock en inglés y venimos de una isla”.

“Nuestro estilo de música no es el que se consume masivamente en el indie español”, admite Lluis Albert, que confiesa que, aunque “queda mucho trabajo por hacer” en España, “en eso están” y, además, lo hacen encantados.

Hace cinco años, explica, cuando tocaron en una pequeña sala ante un aforo reducido “aquel concierto también era un reto”. “Años después, la Joy Eslava fue como tocar en el Royal Albert Hall –y de hecho sigue siendo como tocar ahí para mi- y ahora vamos a la Riviera”.

Lluis Albert habla de algunos conciertos que ha hecho como hitos importantes de la carrera del grupo y, quizá por eso, porque ha calibrado perfectamente dónde está actualmente la banda, habla del futuro con esa calma tan mallorquina:

“- ¿Cual sería el siguiente paso?

- Veo a Lori Meyers o Vetusta Morla hacer una tercera noche en La Riviera y creo que ese es el siguiente paso”.

“La Riviera son 2.500 personas, un número que no deja de rondarme la cabeza desde hace meses, porque muchas veces pensamos: somos cuatro mallorquines que hace cinco años nadie sabía quiénes eran”, confiesa.

Seguramente hace cinco años, cuando cargaban el equipo escalera abajo en el Costello no se imaginaron que ejercerían de teloneros de Muse en Barcelona, que tocarían en el festival de Reading o que visitarían México, Chile y Argentina, como han hecho este año.

Sin embargo, y aunque sean cuatro mallorquines haciendo rock en inglés, Lluis Albert está convencido de que L.A. puede hacer frente a cualquier tipo de público sin ningún tipo de complejo o limitación.

“En España cuando una banda se hace muy grande, de repente parece que se autoimpone un techo”, reflexiona el artista, que defiende la necesidad de que su banda se quite ese complejo y no salga de gira por su país y el resto del mundo “pidiendo perdón”.

“Hay que ir a por todas y hay que posicionarse y hay que intentar estar al nivel de otras bandas. No vamos de excursionistas, vamos a enseñar nuestra música, en la que creemos y con la que vamos a hacer un pedazo de bolo”, sostiene.

Según Lluis Albert, “hay mucho complejo” queda todavía mucho complejo en una escena musical en la que menciona grupos como Love of Lesbian, Dorian o Delorean como ejemplos de cómo trabajar dentro y fuera de nuestras fronteras.

Ellos, explica el cantante, van consiguiendo dar “primeros pasos” en los distintos países que han ido visitando, trabajando lentamente, poc a poc i amb bona lletra, que dirán en su tierra, para la tarea pendiente: un hueco en la escena internacional.

De ahí que 2014 lo quiera dedicar a girar fuera de España y a entrar en el cartel de las distintas citas que se suceden durante la temporada de festivales en Europa, pese a que el cuerpo le pida sentarse a grabar de nuevo.

“Anoche estaba repasando las últimas demos que he grabado y tengo material para otro disco. Podría coger esas canciones meterme en un estudio y grabar, pero no tenemos tiempo material de hacerlo (...) no quiero grabar en una semana, me gusta sentarme y hacerlo tranquilamente”.

Con la agenda como la presenta, Lluis Albert calcula que hasta octubre de 2014 no podrán entrar en un estudio, con lo que “no podré tener en la mano un disco hasta 2015 por lo menos”.

Sí tiene claro que será un álbum “que irá un poco más allá” porque Dualize abrió “una puerta de experimentación sonora que he visto que ha funcionado y que quiero probar”, pero no si podrá contar de nuevo con Richard Swift o si adelantará algo en un EP.

“De momento creo que Dualize tiene vida todavía. Me gustaría hacer un disco por año, pero me da pena matar al disco. Ya me pasó con Heavenly Hell, creo que nos quedamos con temas como Elizabeth o Stop the clocks sin darles la presencia que tenían”.

“Las canciones de Dualize todavía tienen recorrido, tenemos un videoclip preparado para primavera con Pictures on the Wall y otras como Under Radar u Outsider se merecen un videoclip también”, explica, añadiendo la posibilidad de publicar también las demos o versiones de su segundo álbum.

Porque en realidad, su último álbum “no tiene ni un año”. “Aquí en España se consume muy rápido el single (...) en un mes ya tienes que sacar una nuevo y eso es algo que me quemó de la multinacional. Yo creo que se puede decorar y enriquecer cada disco con remixes, demos, vídeos, acústicos”.

El panorama es distinto en Estados Unidos, por ejemplo, explica Lluis Albert, donde la gran cantidad de radios y medios dedicados a la música permiten que un single se alargue más en el tiempo.

Sin embargo, parece que en Europa vamos más rápidos. “En la portada de la NME cada quincena prácticamente aparece una nueva banda del momento. Antes los Who eran la referencia durante muchos años, ahora parece que pasas un año sin sacar disco y desapareces del mapa”, considera.

En esa forma de consumir el producto musical, juegan un papel básico las plataformas de streaming, que pueden ser un aliado -pues como él mismo reconoce en sus conciertos latinoamericanos el público le conocía por Spotify o similares- o un enemigo, como lo considera Thome Yorke.

Spotify, como el resto de plataformas de streaming, son “un debate complejo”. “Si filas prim, si hilas fino, toda es una mierda, todo tiene su porqué y a todos nos sacan la pasta y por todo nos roban”.

“Si te pones a mirar si favorece o no a las bandas, yo estoy a favor de Spotify. Total la gente lo va a escuchar en otro lado, porque es tan fácil como buscar en cualquiera de las páginas donde está el disco y bajárselo”, dice, dejando claro que “España es el país de los piratas”.

“Thome Yorke, si la gente quiere tu disco lo va a conseguir, incluso antes de que lo hayas sacado, incluso antes de que lo compongas la gente ya lo tiene”, bromea. “Si hay una plataforma que vela por tus derechos... yo no he leído las cláusulas de Spotify, pero sé que la gente escucha mi disco ahí y que he vendido tickets de conciertos por tener mi música ahí”.

28 de noviembre de 2013

Microrrelatos

1
 
Cásate con la dueña de algo, le dijeron, y se casó con una mujer dueña de si misma
 
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2
 
Le dejó en los postres, desde entonces el fin del amor sabe a tarta de queso
 
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3
 
Se enamora de ella cada mañana, durante 5 paradas: De Gran Vía a Cuatro Caminos. Cada tarde la engaña con otra de Moncloa a Chamartín
 
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4
 
Lo abrió en canal con la facilidad que se trincha un pavo. Nunca lo sabría: en España no se celebra Acción de Gracias
 
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5
 
Se santiguaba en los vagones como se santiguan las ancianas en los aviones a pesar de que solo tenía 20 años y que Dios no baja hasta el andén de la línea 6
 
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6
 
El espíritu de su madre se le aparecía cada noche para colocar salvamanteles y repasar con un trapito los rincones más difíciles de su nuevo hogar
 
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7
 
Columnista, tertuliano y crítico hasta el fin de sus días, nadie descubrió que era sordo hasta que lo reveló su viuda
 
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8
 
Tras meses de visitas semanales a su consulta, se armó de valor para pedirle una cita al veterinario. Rompieron meses después, cuando descubrió que a su perro no le pasaba nada
 
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9
 
Cada mañana, al bajar del autobús, se presentaba en la oficina con una denuncia por secuestro contra todos sus superiores
 
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10
 
Adoptó un schnauzer blanco y le enseñó a dar la patita, hacerse el muerto y a pontificar
 
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21 de octubre de 2013

The Excitements: “No tenemos afán de cambiar nada”

The Excitements, los siete del soul. Foto: www.theexcitementsband.com 

Con un soul poderoso y un rythm & blues de raíz estrena la banda barcelonesa su segundo álbum, que supone en realidad su debut al margen de las versiones. ‘Sometimes Too Much Ain’t Enough’ ahonda en los vientos y las cuerdas clásicas que han llevado al septeto por media Europa.

“No tenemos afán de cambiar nada, tocamos la música que nos gusta escuchar: soul y rythm & blues de finales de los 50 y principios de los 60”. Daniel Segura, bajista de The Excitements contesta a las preguntas por vía telefónica en una furgoneta de camino a Euskadi.

Hace unos tres años que, junto al guitarrista Adrià Gual, decidió poner en marcha la banda y hace dos que publicaron The Excitements (Penniman, 2011). “Queríamos salir a la carretera con un repertorio y en el primer disco grabamos versiones de temas bastante raros”, explica el bajista.

El espíritu de aquel primer álbum se mantiene en Sometimes Too Much Ain’t Enough (Penniman, 2013) soul rabioso y contundente que suena a club atestado de humo, a sudor en la pista de baile; R&B duro, atestado de vientos; medios tiempos de influjos latinos; baladas propias de Nueva Orleans.

“Es la música que escuchamos y la que nos gusta tocar, aunque toda la banda es de Barcelona o vive allí desde hace años, no le damos ninguna importancia al componente geográfico, podría haber salido igual en Helsinki o Detroit”, dice.

Efectivamente, la voz de Koko-Jean Davis podría venir del otro lado del charco, ser la de Etta James en algunos momentos o la de Tina Turner en otros. “Es que en realidad la música puede hacerse en cualquier parte del mundo, aunque todas en su origen tengan un contexto”.

“Nosotros no pretendemos fingir que somos de donde no somos, ni vivir en otra época. Lo bueno de la música es que es un lenguaje universal y es trasladable a cualquier momento de la Historia. Es como el blues: gente trabajadora, normalmente afroamericana, que a mediados del siglo XX coge una guitarra e inventa un estilo para salir de su día a día”.

“Eso lo puedes trasladar a hoy mismo. Mira como está el mundo, pon las noticias. No por ser el primo de Muddy Waters sufres más o menos que el que no encuentra trabajo en 2013 en Alcalá de Henares”, sentencia el bajista.

A su juicio, el estilo de música que The Excitements trabaja tiene una cualidad que le aporta vigencia a día de hoy. “Es una música orgánica, que no está procesada y que es bastante simple en su concepción: un tío tocando la guitarra, otros el bajo, la batería y el saxo, por ejemplo”.

A ello se añaden, claro, las letras, con amores y desamores, adversidades y alegrías, temas también clásicos en los que uno puede sentirse retratado. Son, en definitiva, un conjunto de canciones escogidas para el momento, dice el músico.

“No hay un concepto común en un disco, sino que son un conjunto de canciones que nos parecen buenas por si solas. En realidad era una práctica habitual cuando este tipo de estilos comenzaron, porque era un mercado basado en los singles y el formato álbum no era algo que se hiciera normalmente”.

La fórmula de The Excitements les funciona y siguen sumando fechas en la carretera. Han pasado con muy buena respuesta por Holanda, Bélgica, Italia o Inglaterra, aunque es en Francia donde comenzaron a cosechar aplausos.

“En España, quizá por la situación que estamos pasando, no había mucho movimiento musical (se refiere a 2011 cuando empezaron a rodar). Con este segundo LP estamos gratamente sorprendidos, hemos pasado prácticamente de estar bajo el radar de todo el mundo a ser visibles”.

España era “una espinita que teníamos clavada”, confiesa el bajista, que veía que “al cruzar los Pirineos, había público” para su música. Lo atribuye a que la gente ha perdido algo de miedo a la crisis –“puede que se hayan dado cuenta de que no iban a tener dinero durante unos años”- y ha retomado el circuito musical.

“En los últimos años hay mucha gente que se mueve en todos los estilos. Hay una cantera joven que se ha puesto a hacer grupos y van saliendo cosas interesantes, conciertos todas las semanas. Hace unos años éramos 20 personas en los conciertos”.

Por ello ahora han decidido centrarse en la presentación de su álbum y en salir de concierto todo lo que sea posible. “No hay un plan trazado. Seguir tocando y poder continuar haciendo lo que nos gusta. Poder hacer algo que disfrutas es algo de lo que estar satisfecho y agradecido”.

18 de octubre de 2013

Ricardo Vicente: “Uno se dedica a la música por miedo o vanidad”

Ricardo Vicente, como músico. Foto: Daniel Surutusa 

Tras dos décadas rodando por las carreteras con Tachenko, La Costa Brava y Francisco Nixon, el zaragozano emprende sus primeros pasos en solitario. Pero antes de arrancar, tuvo que lidiar con el problema de los tres cuerpos y con la eterna pregunta: ¿Qué haces tan lejos de casa?

Quizá la respuesta a esa pregunta era tan compleja que los físicos se llevaran las manos a la cabeza y Ricardo Vicente decidiera que solo podía resolverse recurriendo de nuevo a una solución que contemplase otros dos cuerpos sobre el tablero.

Nada nuevo para él, que venía de pasar los últimos años compartiendo furgoneta, bares y escenarios con Francisco Nixon y The New Raemon, en aquel El problema de los tres cuerpos (Cydonia/Playas de Normandía/Marxophone, 2012) tan bien recibido por el público.

De aquella experiencia se podría decir que surge su primer proyecto como solista, un libro, ¿Qué haces tan lejos de casa? (Bandaaparte/Marxophone, 2013) y un disco homónimo.

Fue, por un lado, “intentar buscar razones en ellos (Fran y Ramón) que me ayudaran en mi primer trabajo en solitario”. Por otro, fue darle cuerpo a una idea que fue tomando forma a lo largo de la gira, en parte por el apoyo de los otros dos músicos, en parte porque las canciones de un nuevo disco surgieron a medida que escribía capítulos, en parte porque le apetecía que su debut en solitario fuera “algo especial, que no pudiera comparar con lo anterior”.

“Quería que fuera un ambiente y un formato distinto para cubrirme con él la vanidad y el miedo”, explica durante la entrevista.

Lleva veinte años dedicándose a la música –lo recuerda un cartel que conserva de su primer concierto- aunque tampoco es nuevo en la literatura. “Cuando aún había postmodernidad y dinero –porque ahora hay postmodernidad, pero no dinero-“ Ricardo publicó algunos textos “para libros orientados al arte”.

Sin embargo, la metodología para hacer frente el proyecto se la dio la música. “El timing de las grabaciones (de discos) es el único que funciona conmigo”, confiesa pese a reconocer que la pelea contra la literatura es la que uno mantiene consigo mismo.

“Escribiendo te arrepientes de muchas más cosas que tocando porque los demonios aparecen más frecuentemente  (...) estás mucho más expuesto, no hay capas para cubrirse”.

Así, con los tickets que rescató de la guantera de la furgoneta y los billetes de los trenes que no perdió en la mano, se sentó a escribir haciendo todo lo contrario de lo que le habían dicho –Houllebec y Franzen, por escribir dos nombres- que tenía que hacer.

“Al contrario de lo que me dijo Fran: ‘Escribe como si no tuvieras familia’, yo escribo un poco pensando en que, en el fondo, tengo familia”. Y añade: “Uno tiene que escribir como el Oráculo de Delfos, primero conócete a ti mismo y luego hazlo, porque como te arrepientas a mitad del libro a lo mejor no quieres volver a escribir en tu vida”.

O como dice en el cuarto capítulo, El peligro de ser Klaus Kinski, “no te creerás a ti mismo si no sabes para quién escribes, hacerte un Klaus Kinski es como no tener miedo a la gente que te escucha. Si no les temes, eres un perfecto idiota”.

Ricardo dice que escribe “en círculos”, dándole vueltas a los tabúes -“los que yo tenga o los que crea que tiene la gente”- pese a que ha huido del histrionismo y el exhibicionismo.

Quiere decir esto que, pese a parecer el diario de un músico en gira, ¿Qué haces tan lejos de casa? tiene en ocasiones modales de fábula y en otras de autobiografía con altas dosis de ficción o viceversa. Hay, por supuesto, música, pero también un oso que quiere pelea, hámsters ruidosos, un monitor de campamento y jóvenes falleciendo voluntariamente.

Las prosopopeyas, los giros, tropos e ironías son en definitiva quiebros que Ricardo Vicente hace a lo largo de la novela para colarnos un tabú por la escuadra. Por ejemplo, la adicción. “Cualquier cosa a la que me dedique de una forma obsesiva y compulsiva, en las relaciones personales o profesionales, es algo que causa bastante dolor”.

“Casi son más peligrosas las otras adicciones que cualquier tópico del rock and roll”, bromea un artista que dice no hacer ninguna cosa bien de la que no sea adicto. “Todas las demás, las hago fatal”.

Al final, lo reconoce: “Empezar una carrera en solitario es como volver a lo que siempre te ha creado una adicción”. Y es que al final –o además o también- Ricardo Vicente es músico, y un músico que teme al público.

“¿Quién te va a dar la dignidad si no es el que te escucha o lee? Así creo que hay que ser músico. Cuando uno empieza a tocar y no tiene un público hecho pasa mucho tiempo tocando para gente a la que no le importa nada”.

'Yo huyo de eso' viene a decir también en alguna de sus líneas -“juré que nunca tocaría para gente fea”- y cuando afirma: “Si escribes es porque te has dado cuenta de que tienes sobrecarga de demonios (...) y al final los demonios se ven si tienes público, si no te confundes a ti mismo con uno”. De nuevo, Ricardo Vicente realiza algunas piruetas y vuelve a girar en círculos, aunque, como en gira, siempre regresa a casa.

“Si no seríamos otro tipo de músicos”, bromea, y aunque no da nombres, sabemos de quién habla: “Habría dos estirpes, los que aman más el éxodo que la tierra prometida y los que amamos más la tierra prometida que el éxodo”.

“A lo mejor los que triunfan son los más arriesgados (...) pero volver a casa siempre hay que volver, no puedes seguir amando comer Cheetos en la furgoneta, porque entonces está pasando algo malo”.

Como en el disco, como en el libro, Ricardo Vicente habla y se apoya en cierta fuerza poética para transmitir con certitud la imagen que está buscando. “Las guanteras de los coches no están hechas para llevar bocadillos ni para acumular deudas”, escribe, o de pronto se acuerda “de aquellas canciones a principios del siglo XX” y ambas metáforas cumplen su objetivo.

Como cuando señala que “la idea de que hace falta mucha medicina para pretender ser otra persona es algo que debería estar escrito en alguna parte del Pentateuco”. En cierto modo, y pese al ejercicio de sinceridad con uno mismo que es, en definitiva, la música y la literatura, hay algo de personaje en todo artista.

“En mi caso no debe ser premeditado ni forzado, pero creo que en la mayoría de la gente que conozco el personaje es pura defensa”, señala Ricardo, que ha aprendido a tomarse su carrera con cierto relativismo.

“Si te crees que estás subiendo o bajando escalones, lo más normal es que lo pases fatal con cualquier cosa que ocurra”, dice, consciente de que en cierto modo, la vida del músico “es una vida regalada”: “No llevarías la misma vida que llevarías si no hicieras esto”.

Y ¿cuál es esa vida? En el prólogo Agustín Fernández Mallo elige la frase más certera: “Que más da, al final el miedo te convierte en un intelectual –así de sencillo- y un día te despiertas en un hotel y te dicen que hay gente que ha pagado una entrada anticipada para verte esta noche”.

“En eso soy un poco provocativo –admite- me gusta decirlo porque si vas con tu primera novia a casa de sus padres y cuando te preguntan a qué te dedicas dices que eres un intelectual nadie pone buena cara”.

“Todo el que se dedica a esto siente el miedo del por qué. La casuística que me he encontrado es que es o por miedo o por vanidad. Si es por vanidad tienes que saber que no tiene fin y si es por miedo tienes que saber que no se calla nunca”, sentencia, que parece haber encontrado la clave: “asumir la patología”.

¿Qué haces tan lejos de casa?, el libro, sería la asunción. ¿Qué haces tan lejos de casa?, el disco, sería un primer resultado.

30 de septiembre de 2013

08001: “Vivimos tiempos confusos”

El colectivo, entre Barcelona y Londres. Foto: www.08001.org 

El colectivo dirigido por Julián Urigoitia reduce su alineación y se crece en su tercer álbum de estudio, ‘No Pain No Gain’, que mantiene los aires mestizos de sus anteriores trabajos y se mueve a caballo entre Barcelona y Londres.

Han pasado seis años desde Vorágine (Work in progresS/K Industria, 2007) y más de diez desde el nacimiento de 08001 y su debut con Raval ta joie (Work in progresS/K Industria, 2002).

Un proyecto ideado por Urigoitia como un colectivo cambiante y heterogéneo por el que a estas alturas, en este No Pain No Gain (Montana, 2013) ya han pasado varias decenas de músicos distintos.

Para este álbum, sin embargo, Julián decidió renovar por completo la banda. O casi, porque él sigue al frente del proyecto y se ha quedado también Carlos López, batería en los dos anteriores trabajos.

No Pain No Gain es un álbum a caballo entre dos ciudades por el origen de los fichajes de Urigoitia para su composición y ejecución: Ghetto Priest, Amiruddah (Asian Dub Foundation) y Natasha Drum en Londres; Carlos Sarduy (Ojos de Brujo), Kim Fanlo (Nena Daconte) y Nikole Kollars en Barcelona.

“Varias cosas me llevaron al punto de querer renovar la banda, pero quizá una de ellas fue clave: el momento en el que me plantee reducir la formación. Se me hizo muy difícil escoger entre los músicos quién seguía y quién no”.

Por ello decidió “arrancar de nuevo renovando por completo a la banda”, explica en una entrevista Julián, que siempre ha tenido claro que cada nuevo disco es una etapa a comenzar y a cerrar, sin acritudes ni nostalgias.

“Mi idea inicial fue la de montar un proyecto por etapas. Las etapas serían los discos. Un proyecto donde juntar a artistas con la idea de plasmar un momento, una fórmula muy flexible donde no hay una formación clara”.

Esto tiene sus ventajas, pues el colectivo “ha perdido en inocencia y ha ganado en madurez”, dice su fundador, pero tiene también sus contraprestaciones: “Hay artistas que marcan mucho (el proyecto) y hay gente que puede echarlos de menos”.

Un proceso de reignición, de “coger perspectiva y volver a arrancar” que le ha llevado unos seis años y que ha sido fundamental para el sonido que 08001 ha tomado en No Pain No Gain.

Alejándose de las armonías más étnicas de su segunda trabajo y definiendo, a diferencia del primer disco, con más exactitud el sonido global del álbum, el colectivo presenta en este disco estructuras pop de golpes rock, en las que coquetean con acordes reggae y matices funk.

Las atmósferas densas que propician algunas líneas de bajo, como de música negra, le otorgan cierta melancolía a muchos de los temas del álbum. “Quizás sí tiene un aire a cierto sufrimiento, pero no es un disco pesimista”, alega Julián, que cree que “vivimos tiempos muy confusos” y que estos se han colado en las canciones.

“Mi manera de interpretar lo que veo es mi vía de escape. Es un pez que se muerde la cola”, afirma Urigoitia, que ejerce a modo de director de una banda: “filtrar y coordinar el trabajo tanto de cantantes como de músicos”.

“Pero cuando estamos trabajando a la gente se le da espacio, se le deja participar de los procesos. A veces es un trabajo individual y a veces más a nivel colectivo”, de ahí que cada miembro del grupo haya dejado su huella en el proyecto.

Igual que ha dejado su impronta el hecho de haberse llevado parte del trabajo creativo a Londres. Dave Bascomte (Depeche Mode, Tears for Fears) se encargó de la mezcla de un álbum y Julián no oculta que el sonido británico siempre ha sido “una referencia” en su vida.

“Todo el proceso creativo se hizo en Barcelona y seguro que ha influido en el resultado final, porque el entorno influye. La aportación de los cantantes en este disco es lo que a nivel local no podemos encontrar aquí en Barcelona”.

Con un calendario de conciertos previstos en distintas ciudades de España, Julián Urigoitia desconoce cuál será el siguiente salto hacia delante de 08001, pero aprecia enormemente todo lo aprendido por el camino: “Entender lo que es la música y sus reglas. Y no hablo de partituras. Hablo de sentimientos, de vidas, de cómo gestionar un colectivo humano, de cuidar lo importante, la honestidad musical”.

25 de septiembre de 2013

Trilogía del movimiento: Dos

Puedo presumir de una virtuosa y providencial memoria de experto fisonomista, de un don casi profético para recordar cualquier rostro en el que en algún momento haya posado la mirada. Por eso adoro los trayectos de metro de camino a la oficina o de vuelta a casa, es como viajar en vagones repletos de conocidos que no harán que te detengas a saludarles, pero que en cada encuentro dejan entrever pequeños detalles de cómo les va la vida.
Podría, por ejemplo, localizar al violinista que interpreta incansablemente una y otra vez una versión instrumental de Robbie Williams acompañado de su estertoroso altavoz en las líneas cinco, tres, diez y seis; llevaros hasta el mago de la siete, la uno y la tres que convierte el agua en champagne y el papel en billetes de cincuenta euros y se enfada con los viajeros cuando ninguno de ellos le presta atención -yo consigo llenar vagones de gente que viene a verme, grita de tanto en tanto con ese marcado acento italiano y agitando la varita y un trozo de cuerda que se vuelve rígida cuando él la acaricia- o hablaros de los problemas cotidianos de esa adolescente que ahora mismo se tambalea de forma ridícula con el traqueteo del tren al tratar de sentarse y adivinar el estado de ánimo de esa mujer con la permanente tan bien fijada contra los vaivenes de la vida por el libro que está leyendo.
A la mayoría de ellos -digamos unos cuantos millones- puedo ponerles nombre. No sois muy conscientes de lo fácil que resulta acabar descubriéndolo por casualidad en el punto de un libro, en una llamada que respondéis, en un encuentro con alguna amistad, al revisar la cartera o juguetear con el móvil cuando nos encontramos en los túneles o compartimos vagón. En mi memoria tú y yo nos cruzamos ayer y anteayer, te recuerdo como tu me recordarías a mi si hubiéramos compartido asiento durante años. Con una gran diferencia: para ti no soy nadie y, por tanto, rara vez reparas en mi presencia cuando estoy a seis pasos de ti, lo que me convierte, prácticamente, en un ente invisible para todos vosotros.
A veces simplemente estoy ahí, sin prestaros mucho atención, concentrado en un libro, en la música o en mis manos. A base de mucha práctica he conseguido acallar los resortes que dispara la mente cuando reconoce un rostro o un cuerpo familiar y la mayor parte del tiempo sois vosotros los que sois invisibles para mí. Otras me apetece saber qué es de vosotros y vuestra vida y solo tengo que levantar la vista para que en mi memoria se abra un diminuto cajón en un gran archivador. 
Así como Borges creía que el universo estaba formado por un número indefinido y tal vez infinito de galerías hexagonales repletas de anaqueles con libros, yo describiría mi interior como un vastísimo archivador de color verde oscuro y tacto rugoso en el que guardo, entre otro número indefinido de recuerdos, fotografías de la mayor parte de vosotros. 
En muchos de los cajones hay solo una fotografía, son los de esas personas a las que he visto en mis viajes fuera de esta ciudad; en otra gran cantidad de recipientes hay dos o tres fotografías, algunas realizadas en esta ciudad, otras tomadas en un encuentro fugaz allí donde veraneasteis hace unos años o incluso en aquella escapada de fin de semana. Aunque os parezca increíble, os asombraría lo sencillo que resulta también coincidir con vosotros una y otra vez en una sociedad que se rige por el tiempo y su control, que tiene estructuradas sus vidas por calendarios con los mismos días laborables, horas y periodos de ocio y recogimiento muy similares, gustos y actividades escalofriantemente parecidas. Observándoos como yo os observo a veces, tan detenidamente y tan avalado por la memoria, os diría que a veces nuestro tiempo parece más bien secuestrado y conducido por unos usos, modas y costumbres que hemos aceptado sin cuestionar ni rechistar, más que gestionado por nosotros mismos.
Lo prueban esa inmensa cantidad de anaqueles borgianos en los que hay libros enteros sobre vosotros. La mayor parte del tiempo nos movemos en los mismos pasillos del metro, yendo y viniendo de lugares de sobra conocidos, haciendo constantemente la misma sucesión de cosas, viendo a las mismas personas. Somos animales de costumbres, aunque la mayor parte del tiempo no queramos aceptarlo. 
Luego cada uno se complica o facilita la vida interior a su gusto. Ese caballero trajeado de la derecha, por ejemplo, trabaja en una oficina de la periferia, tiene dos hijos, una esposa y una amante, hace poco murió su padre y su madre, a la que ve solos algunos fines de semana, requiere más de él por teléfono de lo que a él le gustaría. Me lo he encontrado más de una noche abrazado con ardor a su amante -una exuberante latina de carácter suave y voz melosa que vive a doce paradas de su casa- besando cariñosamente a la que ha sido su mujer durante los últimos quince años o tan distante y enojado con las dos como si en realidad ninguna le importara lo suficiente. Lo he visto jugar y reñir con sus hijos, reír con algún que otro amigo al que me he cruzado en incontables ocasiones los días que me da por regresar andando a casa; lo he visto perder la mirada en una pantalla. Eso es, por cierto, lo que más veces nos vemos hacer y lo que, de unos cuantos años para acá, hace cada vez más aburridos los trayectos en metro: lo mucho que nos perdemos en nuestras pantallas.
Como a él, os veo envejecer lentamente, como vosotros podríais verme a mí si tan solo vuestra minúscula memoria, vuestra diminuta biblioteca, vuestro insignificante archivador, fuese capaz de recordarme. Viéndoos a veces diría que la vida es poco más que el transcurrir del tiempo sobre los cuerpos mientras cada uno resiste a su manera, sin acordarse de los que están a su alrededor como ellos tampoco se acuerdan de él.
Creéis que sois anónimos, que pasáis inadvertidos entre toda esa gente que viaja en metro, pero os equivocáis, yo os recuerdo.

8 de septiembre de 2013

Trilogía del movimiento: Uno

Jota estira mucho el brazo y me sujeta el volante con la mano izquierda, mientras con la derecha me ofrece una carpetilla de cuero negro que ha utilizado como bandeja. Si la viera mi madre, tiznada como está, seguramente no le haría mucha gracia. Ella, que ha ordenado los recibos, garantías y certificados por tamaño y fecha, que comprueba cada mes la presión de las ruedas, que lleva siempre bombillas de repuesto.
Ladeo la cabeza para apartar la melena y me inclino por debajo del salpicadero mientras mantengo el pie sobre el acelerador y la velocidad en el carril derecho. Un toyota rojo nos adelanta con la música a todo trapo.
La naturalidad de ciertos gestos delata el hábito. Lo sé por la forma de ciertas personas de sujetar el cigarrillo, con esa rigidez tan forzada del que sostiene algo temiendo quemarse la punta de los dedos, y en como lo chupan exageradamente y expulsan el humo, como ayudándole a salir llevando hacia delante la mandíbula. Para un fumador, cualquier pitillo es una extensión de sus dedos y un pedazo de sus pulmones, forma parte de él como él forma parte del alquitrán, la hoja seca y la nicotina.
Se me amarga el semblante, recupero el control del coche y aprieto la cabeza contra el reposacabezas mientras acelero y dejo que avance la noche, que en esta carretera es una sucesión de farolas y señales verticales y horizontales y amarillos, blancos, azules, rojos. 
Busco ponerme en línea con el toyota, Ese le mete mano a Eme en el retrovisor. Puedo ver las bragas rosas de Eme mientras Ese le hurga sin compasión alguna y el sujetador de Ese como desmayado sobre su brazo mientras Eme le soba las tetas y le come la boca. 
Jota me mira y me guiña un ojo y creo me sonríe a través de la barba, tan espesa, morena y abundante, que apenas permite distinguir que allí debajo habiten unos labios. Sé que ríe porque lo hace siempre con la mirada y no con la boca y por esas arrugas de expresión que empiezan a formarse al final de sus ojos y que evidencian muchas sonrisas o tal vez demasiado sol.
El toyota juega conmigo. Me saca un cuarto de carrocería, frena y se queda un cuarto por detrás, se acerca y se aleja pisando la línea continua. El sonido de la radio de ambos se entremezcla saltando de una ventanilla a otra y descubro que mi radio tiene un retardo de un segundo: love you so mu-love you so much it makes me sick come on over and shoot the shit. Minúsculas brasas se avivan y salen disparadas cuando, desde el vehículo de al lado, Te alarga el brazo hacia mí.
Noto el aceite en mis labios y un espeso humo me puebla la garganta. Jota se inclina hacia mí, me quita el humo de los labios y de los dedos, me acaricia el lóbulo y la mejilla, juega con la gargantilla y con mi escote. She keeps it pumpin straight to my heart, she keeps it pumpin straight to my heart, she keeps it pumpin straight to my heart...

Quizá morir sea lo sencillo. Por eso Cobain quiere ausentarse y piensa en rifles y pistolas, aunque es solo un hombre blanco más, deprimido y angustiado por la ausencia de sentido de la vida en Occidente, tan decadente y ridículo como lo somos nosotros en este momento, niños ricos jugando al existencialismo, humanos que eligen vivir enfadados.
Por qué coño no te quieres un poco, no valoras lo que tienes y quién te quiere; por qué coño eres tan puto egoísta; por qué no te crees de una puñetera vez que mereces ser feliz, me han gritado hace unas horas. Se le oía furioso y cansado al otro lado del teléfono, a cientos de kilómetros de estos dos coches, del garabato que Jota dibuja con sus dedos en mi nuca, del calentón de Eme y Ese. Si estuviera allí, junto a él, esta noche no haríamos el amor y en algún momento me reprocharía: ya no te reconozco.
Quizá yo tampoco quiera reconocerme, quizá no esté hecha para querer o que me quieran, quizá solo quiera seguir adelante sola y todo ello no signifique que vivo abonada a la tristeza. Quizá solo quiera pensar en esta noche, dejar que la tristeza se mate en la carretera y que sea otro el que la cante. Quizá morir sea lo sencillo y vivir lo complicado. Quizá yo eluda tomar decisiones y me limite a pensar hoy en esta noche, mañana en lo que toque y lo único que desee es haber sido coherente cuando me llegue el momento. Quizá nos matemos en la siguiente curva.
A quién le importará para siempre. Desde luego, no a mí, porque esta noche es lo único importante, yo sigo siendo joven en mis treinta y todo lo que tengo que hacer es conducir.

14 de agosto de 2013

The Maine: “Intentamos ser fieles a algo y luchar por ello”

Desde Arizona, The Maine. Foto: wearethemaine.net

A punto de embarcarse en una gira mundial que les traerá a España en otoño, el vocalista John O’Callaghan habla de su último disco, ‘Forever Halloween’, en el que pesan los ritmos rock y los retratos de una sociedad acostumbrada a ocultarse tras su máscara.

Grabado en Nashville (Tennessee) con la ayuda en la producción de Brendan Benson (The Raconteurs) Forever Halloween (Rude Records, 2013) es el cuarto álbum de la banda de Arizona, el segundo que deciden autoproducir tras haber cerrado relaciones con Warner Bros.

El disco ha sido grabado en directo, lo que ayuda a captar mejor la fuerza de la banda cuando se junta para tocar, considera el cantante, al tiempo que califica Forever Halloween de “una colección de canciones que representan a The Maine en este momento que estamos viviendo”.

“Durante el proceso de grabación de las canciones tuve claro el concepto que quería trasladar con ellas”, señala durante una entrevista telefónica en la que explica que el título del álbum expresa “la habilidad de los seres humanos de pretender ser algo que no son y la máscara que nos ponemos para olvidar la realidad”.

Todo el álbum de The Maine parece gritar trick-or-treat, con O’Callaghan tratando de encontrarse a sí mismo o preguntándose cómo ser uno mismo en sus letras, que el cantante aproxima, en cierto modo, a los poemas que escribe al margen del grupo.

“No creo que sea poeta porque escriba poemas, ni que sea pintor porque pinte cuadros”, sentencia John, que considera “muy importante” experimentar con distintas formas de arte como una forma de encontrar la manera de “expresarse a sí mismo”.

En cualquier caso, los poemas que escribe le ayudan a sentirse “más cómodo a la hora de exponerse en las canciones”, de afrontar todos esos asuntos que uno no pondría sobre la mesa en un cara a cara con otra persona.

“Creo que la poesía me ayuda a que las letras sean mejores y a no hacer canciones solo diciendo ‘me gusta esa chica y blabla’”, ironiza el vocalista, para quien, sin embargo, el auténtico valor del álbum se halla, no en las letras, sino en el conjunto.

“Si escuchas todo el álbum entero te das cuenta de lo que puede crear un grupo. Los Rolling Stones son los Rolling Stones porque son los que son, si cambiaras algo ya no serían los Rolling Stones”, considera O’Callaghan para describir la química que han conseguido los miembros de The Maine en la grabación de este disco.

“No creo que podamos tocar como los Rolling Stones, pero tampoco creo que ellos puedan tocar como nosotros. Es parte de cómo un individuo ve las cosas dentro de una banda y acepta e interactúa con el resto de miembros”.

Precisamente por ser reflejo del momento que vive la banda, Forever Halloween parece haber abandonado los sonidos más punk que caracterizaron los primeros discos de The Maine para adentrarse en terrenos más rock.

“Creo que es reflejo de lo que somos como personas y de lo que consumimos. No nos preocupan las mismas cosas que cuando empezamos” y “espero que no nos preocupen las mismas”, bromea.

“No hemos hecho un esfuerzo por que sea un disco más rockero, creo que simplemente ha pasado naturalmente”.

Con referencias como Neil Young, Tom Petty o David Bowie, el vocalista de The Maine asegura que la banda valora especialmente a todos esos grupos “honestos que no sacrifican su identidad y que rechazan adaptarse a lo que es popular en su momento”. “Intentamos hacer eso cada día, ser fieles a algo, creer en ello y lucharlo”.

The Maine inician en septiembre una gira que les llevará por Australia, Estados Unidos y Europa, con dos paradas en nuestro país: el 20 de noviembre en Madrid (Sala Joy Eslava) y 21 de noviembre en Barcelona (Sala Bóveda).

26 de junio de 2013

Aaron Thomas: “No puedo seguir pensando en lograr el éxito”

Aaron Thomas, de vuelta a Australia. Foto: www.aaron-thomas.net 

"Este disco era como una última oportunidad, porque es posible que no vuelva a grabar otro”. El músico australiano se despide de España tras una década viviendo en Madrid con The Blues and Greens’ un álbum en el que se ha liberado de la presión de alcanzar el éxito y que produjo y grabó sin pensar en su repercusión.

Follow the Elephants (Everlasting Records, 2008) Made of Wood (Recordings From the Other Side, 2009) el EP Splinter (Everlasting Records, 2011) y la banda sonora de Viaje a Surtsey, figurarán en el currículum español de Aaron Thomas ahora que ha decidido cerrar un capítulo y pasar al siguiente regresando a Australia, su tierra natal.

The Blues and Greens (Everlasting Records, 2013) es su tercer álbum de estudio y también su despedida de Madrid, la ciudad en la que ha pasado sus últimos diez años y que le ha visto desarrollarse como artista en solitario. También es el disco con el que dice adiós a su carrera musical, al menos en el formato en la que la ha llevado hasta ahora.

Quizá por ello ha puesto especial cuidado en él: es el primer álbum en el que se ha encargado por completo de la producción y los arreglos y solo ha contado con Brian Hernández (El Gincho, Punsetes, Extraperlo) como ingeniero.

“Es un disco más personal porque no tenía que escuchar a nadie. Era el momento de tener confianza en mí mismo y sacar todo lo que quería sacar desde hace mucho tiempo, por eso es un disco mucho más variado y tiene más influencia de música de mi infancia, como el rockabilly o el country”.

Mientras que Follow the Elephants era un disco crudo y orgánico, desordenado en algunos momentos, pero con una gran fuerza melódica, Made of Wood fue un paso más allá. Además de la complejidad que destilaba canción, Aaron Thomas se lo llevó a Islandia para trabajar con el productor Valgeir Sigurdsson (Bjork, Feist, Bonny Prince Billy).

Sin embargo, dice, a ambos les faltaba el optimismo que se percibe en este álbum. “No hay negatividad, no existe presión de tener que hacer algo bueno”, las canciones salieron “de una manera natural y sin prisa”, de ahí que pudiera grabarlo a lo largo de más de un año y que se note en cada uno de los cortes “la falta de presión y negatividad”.

“Las canciones de The Blues and Greens hablan de un cambio en mi vida hace unos dos años, de un cambio de mentalidad y de mi punto de vista sobre el mundo, en mis relaciones, en mi forma de ser, habla de cosas más positivas que en discos anteriores. Hay menos quejas en este disco”.

“Grabé sin pensar en repercusión o en la escena indie, solo quería sacar las canciones de un sitio puro, creativo y honesto”, confiesa Aaron durante una entrevista telefónica poco antes de ofrecer sus dos últimos conciertos en España -uno de ellos en Madrid, dentro del ciclo SON Estrella de Galicia- y dar por cerrada su carrera de músico en solitario.

“No puedo seguir pensando en lograr el éxito o triunfar. Si no ha pasado ya con la edad que tengo es mucho más sano seguir con la música, pero sin la presión de triunfar”, reconoce, al tiempo que señala que el momento le pide ahora dirigir su carrera hacia las colaboraciones, la producción o la música instrumental.

“Después de tantos años dedicándome a la música he aprendido cosas importantes como compositor y creo que tengo capacidades como artista, pero no puedo seguir en el formato que tengo ahora, simplemente”, continúa Aaron, que se confiesa algo cansado de “el mundo de los directos”.

“Quiero quitarme la presión de querer estar de moda de encima y disfrutar de la música sin más. Creo que por eso me voy de España, porque es muy difícil ver como tu público se va reduciendo, aunque es verdad que son momentos duros para intentar animar a la gente”.

Lo cierto es que durante la conversación telefónica Aaron Thomas habla de su retirada y vuelta a Australia de forma muy tranquila, aunque se percibe que ha habido algunos momentos muy duros hasta llegar a esa decisión de marcharse mirando atrás lo justo y necesario.

Made of Wood no fue tan bien como yo esperaba. Han pasado tres o cuatro años desde aquello y he tenido tiempo para pensar en lo que es importante y no y comprender la importancia de la música en mi vida y cómo apreciarla y verla. Ahora quiero ser más sincero y disfrutarla más”.

Aaron se ha dado cuenta de lo negativa que resulta la presión para el músico. “Es muy negativo estar pensando continuamente qué pensara la gente de tu trabajo, en ese otro artista, en porqué no tocas en tal festival… no creo que salgan cosas buenas de ese lugar”.

“Por eso vi necesario cambiar: para poder ser feliz y conectar con algo más puro, porque para crecer hace falta tener una actitud positiva”, explica el músico, que reconoce que durante mucho tiempo se sintió “decepcionado” con la reacción del público español a su música.

“Culturalmente soy muy diferente a los españoles y hay obstáculos que no he podido superar, no he tenido la capacidad de conectar con la gente. No me siento muy comprendido como artista en España. Aunque también puede ser que no conozca a la gente que debería conocer en España, porque aquí esto tiene mucho que ver con los contactos que tienes”.

“En España hay una cultura de pasarlo bien y eso hace que muchas personas vayan a los conciertos a ver a sus amigos o a beber y no para escuchar música”, reflexiona, al tiempo que subraya la importancia que han tenido en su vida estos diez años que ha pasado en España y que le han cambiado para siempre.

¿Qué se llevará de España? “Echaré de menos la sociabilidad de los españoles, la gente, las terrazas, los pimientos de padrón y la tortilla, la arquitectura… aunque esta una pregunta que podré contestar mejor dentro de un tiempo, porque necesito un poco de perspectiva”.

17 de junio de 2013

Los Zigarros: "El rock es como la paella"

Los Zigarros, actitud rock. Foto: Cuestión de Medios 

Música sin más pretensión que llevarte a la pista de baile, hecha con los cuatro elementos básicos que marca el género y con la honestidad de dos hermanos venidos desde Valencia que consiguieron llamar la atención del mismísimo Carlos Raya. No llevan banderas, pero dejan bien claro que hay vida después del tunning, el bacalo y Gandia Shore.

Ovidi y Álvaro Tormo decidieron un día empezar a trabajar por su cuenta. Dejaron Los Perros del Boogie y se pusieron a ello. De su etapa anterior se llevaron una amistad con Carlos Tarque -con quien grabaron aquel De nada sirve hacerse mayor- que les llevó a los estudios Disfraz y a cultivar una nueva amistad con Carlos Raya.

Así, tras año y medio de trabajo, el resultado es su álbum debut como Los Zigarros, editado por Universal y que definen como un álbum "de rock and roll auténtico, fresco y honesto" y, sobre todo, grabado en directo, una de las virtudes de este disco que suena a Tequila, Los Rodríguez y a Pappo Napolitano, a AC/DC, a Jet y a Chuck Berry.

"Es un disco cortito, pero mola que te quedes con ganas de más", dicen durante una entrevista los dos hermanos, que se fueron instalando en casa de Carlos Raya por temporadas para ir avanzando en la producción del disco. "Nos dio mucha confianza y tranquilidad", señalan sobre su trabajo con un mítico de la escena rock.

"Siempre habíamos querido trabajar con alguien que hiciera más de productor que de ingeniero, alguien que trabajase con la cabeza, que opinase sobre lo que hacemos. Nos encanta que el productor dé su toque al disco", señala Ovidi, recordando que cuando Carlos Raya descartaba una idea era "porque siempre tenía razón, el muy cabrón".

Los Zigarros se presenta como un álbum sin más pretensiones que hacer bailar al personal. Así lo demuestran en su single Hablar, Hablar, Hablar o con canciones como Cayendo por el Agujero o Dispárame. Lo único que tenían claro es que lo que querían hacer era un disco de rock and roll.

"El 70 por ciento en el rock es la actitud. Si tocas Highway to Hell sin ganas la convertirás en una puta mierda de canción, pero si sales a por todas reavivarás esa llama del rock", dice Álvaro, que cree que Los Zigarros rezuman actitud por los cuatro costados, algo que han logrado trasladar al álbum gracias, precisamente, a su trabajo en el estudio.

Un trabajo que ha consistido, en gran parte, en no tocar mucho el producto inicial. "La calidad sonora del disco y los instrumentos que utilizamos eran de gran calidad, pero suena crudo porque creemos que es como tiene que sonar el rock, un poco sucio", explican los músicos, que creen que haber grabado en directo las canciones ha "capturado mejor esa esencia" tan rock and roll.

Es el caso, por ejemplo, de No obstante lo cual, una versión de Riff que tocaron "para calentar un día" y que Raya decidió que debía incluirse tal cual había salido en la primera toma. "En algunas canciones cuando intentábamos mejorarlas, no sonaban igual. Sonaban bien ejecutadas, pero fuera de onda, la primera toma parecía mucho más auténtica".

Apasionados del rock, los hermanos Tormo creen que sería injusto para su colección de discos dar referencias concretas sobre su estilo. "Nos gusta el rock and roll de todas las décadas, menos del 2000 para acá, porque creo que desde Nirvana no ha vuelto a haber ninguna banda de rock", sentencia Álvaro, que añade: "si nos dejamos de hostias el rock and roll es lo que es".

"El rock es muy directo, son cuatro elementos y si le metes más... es como la paella: Si le pones piña y guisantes será arroz, pero no paella", bromea el músico, que cree que "otra cosa son las modas y que se vaya tiñendo de lo que sea y vaya evolucionando, pero el rock es lo que es y lo tiene que entender todo el mundo".
Los hermanos Tormo, a lo salvaje. Foto: Cuestión de Medios 

"El rock tiene algo primario que hace que te muevas sin necesidad de ser un catedrático de nada", señala, mientras su hermano puntualiza: "el rock es salir a bailar, las chicas, beber". "Curras toda la semana en un trabajo que odias y te vas el fin de semana a escuchar rock porque necesitas airearte, divertirte y olvidarte de todo".

A su juicio, en la última década "se nos ha intentado vender una cosa que no es rock", cuando en realidad, como el folclore es algo mucho más sencilla de lo que parece. "Si profundizas demasiado empiezas a perder la esencia primaria que debe tener el rock. Escuchas un tema de Elvis Presley durante 15 segundos y lo baila tu abuela, tu madre y tu hermana pequeña, eso es lo que queríamos recuperar nosotros", sentencia Ovidi.

"Y dejarnos de hostias y olvidarnos de todo", puntualiza Álvaro, "porque miras por la ventana y está todo muy pesado, muy aburrido, muy denso. El rock and roll tiene la capacidad de absorber todo eso ".

Quizá por ello, al fichar por una multinacional nadie se ha opuesto a que sigan haciendo lo que hacen, "sino todo lo contrario, nos han pedido más sexo, más drogas y más rock", bromean, mientras reconocen: "lo que hemos hecho se lleva haciendo 50 años, no hemos inventado nada, simplemente es que el rock hace que los pies se te vayan solos".

12 de junio de 2013

Francisco y el lobby homosexual

Resulta que en los altos círculos vaticanos existe un grupito de gente que ha acumulado tanto poder e influencia que hace y deshace las cosas de la curia con cierto antojo ajeno al del Papa. Que dicho grupito opera con formas y modales más propios de una trama de corrupción tipo Gürtel o Fondo de Reptiles y que, se dice se comenta, podría haber forzado de alguna manera la dimisión de Ratzinger.
A este grupito el Papa Francisco lo ha llamado 'lobby'. Como si todos los grupos de presión carecieran de ética.
Resulta que dicho grupito de prelados se ha dedicado, entre otras actividades que infringirían algún que otro mandamiento, a montar una pequeña red, si no de prostitución, sí de intercambios sexuales entre miembros de la curia romana y jovencitos y seminaristas. En dichas prácticas proxenetas, de las que se deducen intercambio de favores y dinero, se daba, por supuesto el chantaje a sus participantes.
A este grupito el Papa Francisco lo ha llamado también 'homosexual'. Como si todos los homosexuales fueran depravados sin escrúpulos.
 
Y así, el Papa y sus corifeos sitúan al mismo nivel homosexualidad y delito, como si lo segundo fuera causalidad de lo primero, o como si el tema no fuera preocupante si los corruptos implicados fueran todos heterosexuales.
Y como además uno sospecha que en ciertos ambientes no se da puntada sin hilo, propone al Papa Francisco, del que se dice que es capaz de abordar los asuntos sin tapujos, con humildad y espíritu progresista, un nuevo calificativo para el grupito, uno que sintetiza su espíritu y acción con certitud española: panda de chulo-putas.
 
Así, cuando los mencione en público o en corrillos pastorales, solo tendrá que disculparse con las putas, porque al menos ellas son unas profesionales.
 
Publicado originalmente en: LaSemana.es

5 de junio de 2013

H.Kanino: “La palabra hace más daño que cualquier bala”

H.Kanino saludando como en Vallecas se saluda. Foto: www.boamusica.com 

Desde la periferia de Madrid y con ánimo de remover conciencias, el MC presenta Resistimos’, un disco de rap combativo y sin circunloquios con el que responde al ambiente de crisis e injusticia que vive el país.

“Resistimos a todas las adversidades que están sucediendo, a las injusticias que nos están tocando vivir. No nos vamos a callar ni nos vamos a cortar a la hora de contar lo que realmente pasa”, sentencia H.Kanino durante la entrevista.

Resistimos (HachaMachete, 2013) es puro hip-hop reivindicativo, agrio, duro y lleno de ira, como él mismo reconoce. “Estamos muy enfadados, sí, pero no porque queramos, sino porque parece que es como quieren que estemos”.

Por eso, el MC de Vallecas ha decidido publicar un disco que viene a decir “por aquí no” y que pretende “decir las cosas más altas cuando no te escuchan y rebelarse ante lo que está mal”.

Sin embargo, a pesar de que cree que “la palabra hace más daño que cualquier bala”, el mensaje se vuelve en algunas canciones más combativo y virulento. “Es que con las palabras ya no basta, por mucha manifestación y acto pacífico, se ríen de nosotros en nuestra cara”, añade Ozhe, colaborador en seis temas del álbum.

H.Kanino matiza a su compañero: “es cierto que estas palabras que decimos son más contundentes que antes, no hay metáforas en el disco, pero es que la gente sabe lo que hay. A lo mejor al escucharnos se plantean por qué decimos las cosas de esas manera”.

El mensaje que prima en el disco “es la lucha y la fuerza por intentar cambiar las cosas”. “Resistir, humildad, sencillez, lucha y poder para el pueblo”, resume H.Kanino, que ha contado con las producciones de Sr.Grave, Ni Puta Ideah y Dahani.

Al micrófono le acompañan Ozhe –habitual compañero de viaje de H.Kanino- LDK, Roy Mercurio, Lion Sitté, Arma X, Sicario, Pablo Hasel y Chía, colaboraciones de artistas del rap a los que ambos admiran.

“A lo largo de estos años ha habido muchos grupos que sin merecerlo han pedido unos cachés elevadísimos y ahora los promotores se lo piensan más”, explica el MC sobre el panorama del hip-hop patrio, del que, dice, prefiere “lo que hay por debajo del mercado”.

“Lo que están sacando grupos referentes de toda la vida no me gusta, se están yendo a tendencias y modas que no siguen su rollo. Hay mucha vida en el rap, pero hay que intentar abrir esa puerta a gente que está diciendo cosas nuevas, porque creo que hay mucho estrellismo”, reflexiona.

A juicio de H.Kanino, al rap hay que pedirle “sentimiento y corazón” y, al mismo tiempo, “olvidar el ego”. Puede que entonces apuesten por él, que es lo que cree que el hip-hop español necesita: “Que apueste por él gente que lo siente y le apasione, no porque se huela el dinero detrás”.

27 de mayo de 2013

León Benavente: “¿Supergrupo? Nosotros no tocamos con capa”

Eduardo Baos, César Verdú, Luis Rodríguez y Abraham Boba: León Benavente. Foto: Laura Prieto para Marxophone

Como Them Crooked Vultures o Atoms for Peace, de pronto un tramo de carretera del norte penínsular adquiere proporciones épicas antes incluso que de ser asfaltado. El nombre del padrino que la inaugura contribuye a la expectación. León Benavente entra en escena sin trajes de licra, pero con actitud rock.

León Benavente empieza por la necesidad de cuatro amigos de hacer canciones juntos. Que todos vengan de tocar con Nacho Vegas o hayan desarrollado su carrera con Tachenko, Schwarz o en solitario, como el propio Abraham Boba, es algo accesorio.

El bagaje de cada uno, sin embargo, les ha valido el calificativo de ‘supergrupo’, como si fueran a tocar en mallas o tuvieran poderes cósmicos. El hecho de que haya sido Nacho Vegas el encargado de escribir una hoja promocional -más cercana a la literatura de ficción que al marketing- ha contribuido a engrandecer ese halo antes incluso de su estreno en directo, que es donde uno se cerciora de si llevan o no capas.

“No me gusta nada la definición de supergrupo, me parece pretencioso”, zanja Luis Rodríguez durante una entrevista en las oficinas de Marxophone, responsable del lanzamiento de León Benavente (2013) y, no es casualidad, refugio de estrellas autoeditadas como Refree, Mucho, L.A., Luis Brea o el propio Nacho Vegas.

“Intuíamos que le gustaría el disco y que sería una buena manera de introducir el disco a la gente no con la típica hoja de promo, sino con algo escrito con libertad. Al final hizo esa maravilla”, explica Abraham Boba. Hasta ahí el influjo del asturiano.

En cuanto a los superhéroes, más que los poderes ha reinado algo “tan democrático como el sentido común”. “Estás tocando una idea y dices, voy a proponer un cambio, vale, se prueba, se escucha y rara vez hubo desacuerdo. Prueba-error, como hacían los Beatles”, dice Luis, que, bromea, quería “meter violines”

Superpoderes y padrinos al margen, León Benavente poco o nada tiene que ver con lo que Abraham Boba, Luis Rodríguez, Eduardo Baos y César Verdú han hecho en su trayectoria con Vegas. En León Benavente cada canción es un tiro, una sucesión de rejonazos incluso en aquellos momentos, como en Ser Brigada, en los que Abraham Boba recita más que canta.

León Benavente, protagonistas de una road-movie. Foto: Laura Prieto/Marxophone 

Desde el principio, dicen, sabían hacia dónde enfocar el álbum. “Es verdad que hay algo de urgencia en las canciones, pero teníamos claro que queríamos un álbum sin rodeos, que no hubiese florituras”, señala Boba, mientras Luis completa la frase: “y además es algo que se agradecerá en el directo, no inflar las canciones de arreglos”.

Luis, habitual al bajo se ha pasado a la guitarra y habla del sonido del instrumento en “ esos temas menos típicos de Motörhead”, del gusto compartido por el resto de la banda por Stereolab y de cómo descubrió a Sybille Baier.

Boba, por su parte, habla de un disco “visceral”, “canciones pop tocadas con sangre y un poco de rabia”. La palabra se ciñe perfectamente a la descripción: un lugar “en esa frontera en la que no se sabe si se va hacia el pop o al rock”.

“Todo las canciones, salvo La gran desilusión están tocadas en modo menor”, explica Luis. “En la música hay dos grandes modos, el mayor se asocia con algo alegre y el modo menor es algo más melancólico, pero yo creo que muchísimo más potente”.

Las letras de Boba, sin embargo, no se dejan llevar por esos ambientes melancólicos en muchas ocasiones. Sale a colación en la conversación el nombre de Wes Anderson y, en cierto modo, hay algo de esa visión cómica pero algo cínica de la realidad en cada canción. Aquel que llegue a mayor que lo cuente en clave de humor, dice en Revolución.

Son composiciones “que se cuestionan lo que está pasando en este momento y en este lugar, sin ánimo de canción protesta”, como Las hienas o Las ruinas que se contraponen a otras de carácter más personal, como Estado Provisional.

“Al hacer canciones puedes evadirte o usar lo que tienes alrededor, lo interesante es (en ambos casos) tener cuidado para no caer en lugares comunes”, dice el letrista del grupo. En otros momentos, Boba se deja llevar “por el propio contexto (musical) de la canción, que te dice por dónde tienes que llevar la letra”.

El single de presentación, Ánimo, Valiente, parece un ejemplo de lo anterior y, al mismo tiempo, una arenga a una generación -o a si mismo- muy apropiada.

“No sé si estoy mejor o peor que cuando empecé en esto, estoy más o menos igual”, dice Boba, al que apunta Luis: “los músicos como nosotros siempre estuvimos en crisis”. “(El del músico) siempre ha sido un mundo incierto, muy de ahora-no-me-va-bien mañana-no-sé-qué-pasará, que es lo que creo que está pasando en otros sectores”, añade Boba.

Lo que sí parece que habrá, por alguna que otra referencia a lo largo de la conversación, es una segunda parte para la banda. Aunque no conviene adelantar acontecimientos, es el momento de León Benavente, de “defenderlo, tocar, disfrutar y que lo disfruten”. “No sé que recorrido puede tener el disco, pero la idea es que cuando se termine, hagamos otro”, concluye Luis.

23 de abril de 2013

Sharif: "El rap tiene la responsabilidad de hacer algo grande"

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El zaragozano regresa a escena con un álbum tan cargado de tinta como las letras de sus canciones, en las que se deja entrever como lo que es: un amante de la buena literatura, de la palabra precisa en el momento oportuno y del arte y sus bondades.

Sobre los márgenes (BOA, 2013) es “una continuación natural de A ras de sueño” (Muffin Records, 2010) dice Sharif, “en lo que a mi me importa, que son las letras y el lenguaje”. Como la vida es movimiento y cambio, admite una evolución respecto al disco anterior “ya desde su concepción”.
“Con el camino que hemos hecho hasta aquí hemos aprendido a hacer las cosas para que el resultado sea mejor” tanto “a la hora de hilar las canciones y desarrollarlas” como en el proceso posterior de acabado y empaquetado.

“Suena más serio y profesional, por así decirlo”, afirma Sharif Fernández, que sin embargo habla de A ras de sueño sin desmerecerlo un ápice. Su trabajo en torno a ese disco es, en parte, la razón por la que la entrevista transcurre a día de hoy en las oficinas de Boa.

“Contar con la infraestructura es ya un avance, nos permite una tranquilidad y una libertad y una despreocupación por temas que no son baladíes, pero que no son puramente artísticos. Te permite centrarte en lo importante, que es pensar en las canciones”.

“Si a eso le sumas la experiencia, en este disco hemos llegado a sitios que con el anterior no habíamos conseguido”, explica el MC zaragozano, que tras haber dado sus primeros pasos en Fuck tha Posse y Tr3s Monos lleva desde 2009 trabajando en solitario.

Como él mismo admite, se encuentra en un “lugar dulce” en este momento, con varias copias del álbum recién estrenado encima de la mesa y dos días de entrevistas por delante.

“No le doy importancia a la posición relativa en la que me encuentro: antes estaba a ras de suelo, ahora sobre los márgenes, quizá en el siguiente disco esté debajo. Si hay algo con lo que quedarse es que existe un cambio, una evolución que, si no es indispensable, es fundamental y obligatoria. Me gusta estar en un sitio distinto”.

A Sobre los márgenes se le notan unos años más acumulados en las costuras de las canciones de Sharif, que sigue asomándose al tiempo y al espacio con una mirada que parte de lo personal.

“Hay veces que me molesta un poco no ser capaz de simplificar, de sintetizar y no ser tan enrevesado”, dice con media sonrisa al tiempo que considera que la música también debe servir “para llevar a las personas a otro sitio”.

“No a un paraíso artificial con flores muertas, pero sí que debería llevarte a un sitio que, sin ser ajeno a la realidad, te alivie un poco”, añade. Por eso se recrimina en parte el haberse dejado llevar por la realidad “cruel, hostil e ingrata” a la que ningún ciudadano es ajeno hoy por hoy.

“No soy ajeno a la tristeza colectiva que estamos viviendo y eso se ha reflejado en el disco de una manera que, para mi gusto, es demasiado evidente en canciones como Nada que perder o Con el grito en el suelo”, canciones en las que sale “a la superficie esa sensación de descontento generalizado, de descontento y desilusión”.

Por mucho que hubiera intentado evitarlo, explica, cualquier disco es personal y en él acaban aflorando las obsesiones de su autor. Como dice Rafael Lechowski: “Como quieres que no hable de mí si solo hablo conmigo”.

En el caso de Sharif, ese hablar de si mismo no trae consigo el egotrip y la competición a las que estamos tan acostumbrados en el rap español. “La competición no es que me cansara, es que nunca me convenció”, sentencia el MC, que recuerda cómo creció con cierto “estigma” por la opinión que su madre tenía del hip-hop.

“Yo sentía que era una música con tanta fuerza, pasión y corazón que quería compartir eso con mi madre, pero ella veía que era una música en la que no paraban de insultarse y competir. Por eso crecí pensando que el rap sirve para algo más que eso. Me gustaría que existiera un rap que pudieras ponerle a cualquiera y todos dijeran 'coño, esto es música'”.

No se le malinterprete. “Si hay que cagarse en la puta en una canción se hace, pero yo hablo de lo inmortal de la música y creo que se puede hacer un rap así. El rap puede hacer algo mucho más grande, es su responsabilidad”, matiza.

Sharif no puede negar que sus canciones persiguen cierta trascendencia, como el mismo la busca en la literatura. “Aunque la literatura y la música convergen en ese punto, la literatura es mucho más innortal que la música”, reflexiona este músico que estudia Filología y que compatibiliza sus canciones con distintos trabajos más mundanos que le dan de comer.

“Pero es que en la música existen ejemplos de canciones inmortales -continúa- Joaquin Sabina es un ejemplo y en el rap te puedo hablar de Kase.O. Hace más de 15 años se escribió A solas con un ritmo y lo sigue rapeando a día de hoy y se sigue follando al 80 por ciento del rap nacional, en el cual estoy yo”.

Se hace en este punto una pausa en la conversación para hablar de Kase.O ¿Cómo se rapea en Zaragoza después de que lo haya hecho Javier Ibarra?: “No queriendo mejorarlo. Una de las cosas que nos ha dado Kase.O es, bajo mi punto de vista, ahorrarnos la satisfacción de competir, nos ha permitido la libertad de saciarnos a nosotros mismos. Como él está ahí no puedes competir. Por utilizar un oximorón, Kase.O es un dictador magnánimo”.

Es solo un ejemplo -un gran ejemplo- pero sirve para que la conversación vuelva a la literatura y el arte. “La inmortalidad existe en el arte, de hecho, la consigue sin perseguirla, porque en el fondo lo único que intenta es representar la realidad de un momento puntual y exacto. Pero cuando consigue representarla de una manera tan perfecta que la obra de arte supera la realidad que le sirve de escenario se termina haciendo inmortal”.

“Eso es a lo que creo que debe aspirar la música, igual que la pintura o la escultura, es la responsabilidad que tiene”, afirma Sharif, que en ese proceso egoista que es la creación artística busca “una frase que estremezca”. Quiero escribir un verso inmortal que se entienda sin lenguaje, canta en Sobre los márgenes pese a que rechaza el calificativo de poeta, para él y para el resto de raperos.

“Estudias a Celaya, María Zambrano, Unamuno y te das cuenta de que es demasiado ambicioso y pretencioso decir que los raperos son los nuevos poetas. La poesía y el rap tienen puntos en común, pero la poesía responde a un gran sentimiento social de solidaridad y el rap tiene mucho más de ego que de solidaridad”.

A través del cristal. Foto: Rubén Mefisto/www.boamusica.com 

“El rap no es solo ego, hay muchos artistas que no hacen solo canciones de ego, pero el epíteto de poetas es demasiado pretencioso, está bien decirlo como recurso, pero de hombre a hombre, con seriedad, no me atrevo a considerarme un poeta como lo fueron Alberti, Guillén o Lorca. Los raperos somos más bien aprendices de brujo”.

Sin embargo, hay algo que el rap y la poesía comparten y es la obsesión por dar con esa frase, dice Sharif, en un proceso creativo similar, que en el caso de los poetas Jorge Luis Borges definía como la inminencia de una revelación y que el zaragozano describe como una vibración interna.

Fito dice que en el fondo todas las canciones son la misma y yo creo que en todas las canciones se dice lo mismo con distintos versos”. Cuando escribes una canción, señala, siempre buscas lo mismo: dar con esas emociones que son también las mismas desde el principio de los tiempos.

Para encontrarme tuve que perderme, tuve que aprender a desprenderme y ahora voy un poco más libre, un poco más triste, en busca de una frase que ya sé que no existe, recita Sharif, que define su último trabajo como “un bonito viaje a ninguna parte”.

“Hay rumbo, pero no hay destino, lo importante es el lastre que te llevas. No quiero ni vencer ni convencer, quiero disfrutar del viaje, porque si haces eso la vida ya habrá sido de provecho”.