8 de septiembre de 2013

Trilogía del movimiento: Uno

Jota estira mucho el brazo y me sujeta el volante con la mano izquierda, mientras con la derecha me ofrece una carpetilla de cuero negro que ha utilizado como bandeja. Si la viera mi madre, tiznada como está, seguramente no le haría mucha gracia. Ella, que ha ordenado los recibos, garantías y certificados por tamaño y fecha, que comprueba cada mes la presión de las ruedas, que lleva siempre bombillas de repuesto.
Ladeo la cabeza para apartar la melena y me inclino por debajo del salpicadero mientras mantengo el pie sobre el acelerador y la velocidad en el carril derecho. Un toyota rojo nos adelanta con la música a todo trapo.
La naturalidad de ciertos gestos delata el hábito. Lo sé por la forma de ciertas personas de sujetar el cigarrillo, con esa rigidez tan forzada del que sostiene algo temiendo quemarse la punta de los dedos, y en como lo chupan exageradamente y expulsan el humo, como ayudándole a salir llevando hacia delante la mandíbula. Para un fumador, cualquier pitillo es una extensión de sus dedos y un pedazo de sus pulmones, forma parte de él como él forma parte del alquitrán, la hoja seca y la nicotina.
Se me amarga el semblante, recupero el control del coche y aprieto la cabeza contra el reposacabezas mientras acelero y dejo que avance la noche, que en esta carretera es una sucesión de farolas y señales verticales y horizontales y amarillos, blancos, azules, rojos. 
Busco ponerme en línea con el toyota, Ese le mete mano a Eme en el retrovisor. Puedo ver las bragas rosas de Eme mientras Ese le hurga sin compasión alguna y el sujetador de Ese como desmayado sobre su brazo mientras Eme le soba las tetas y le come la boca. 
Jota me mira y me guiña un ojo y creo me sonríe a través de la barba, tan espesa, morena y abundante, que apenas permite distinguir que allí debajo habiten unos labios. Sé que ríe porque lo hace siempre con la mirada y no con la boca y por esas arrugas de expresión que empiezan a formarse al final de sus ojos y que evidencian muchas sonrisas o tal vez demasiado sol.
El toyota juega conmigo. Me saca un cuarto de carrocería, frena y se queda un cuarto por detrás, se acerca y se aleja pisando la línea continua. El sonido de la radio de ambos se entremezcla saltando de una ventanilla a otra y descubro que mi radio tiene un retardo de un segundo: love you so mu-love you so much it makes me sick come on over and shoot the shit. Minúsculas brasas se avivan y salen disparadas cuando, desde el vehículo de al lado, Te alarga el brazo hacia mí.
Noto el aceite en mis labios y un espeso humo me puebla la garganta. Jota se inclina hacia mí, me quita el humo de los labios y de los dedos, me acaricia el lóbulo y la mejilla, juega con la gargantilla y con mi escote. She keeps it pumpin straight to my heart, she keeps it pumpin straight to my heart, she keeps it pumpin straight to my heart...

Quizá morir sea lo sencillo. Por eso Cobain quiere ausentarse y piensa en rifles y pistolas, aunque es solo un hombre blanco más, deprimido y angustiado por la ausencia de sentido de la vida en Occidente, tan decadente y ridículo como lo somos nosotros en este momento, niños ricos jugando al existencialismo, humanos que eligen vivir enfadados.
Por qué coño no te quieres un poco, no valoras lo que tienes y quién te quiere; por qué coño eres tan puto egoísta; por qué no te crees de una puñetera vez que mereces ser feliz, me han gritado hace unas horas. Se le oía furioso y cansado al otro lado del teléfono, a cientos de kilómetros de estos dos coches, del garabato que Jota dibuja con sus dedos en mi nuca, del calentón de Eme y Ese. Si estuviera allí, junto a él, esta noche no haríamos el amor y en algún momento me reprocharía: ya no te reconozco.
Quizá yo tampoco quiera reconocerme, quizá no esté hecha para querer o que me quieran, quizá solo quiera seguir adelante sola y todo ello no signifique que vivo abonada a la tristeza. Quizá solo quiera pensar en esta noche, dejar que la tristeza se mate en la carretera y que sea otro el que la cante. Quizá morir sea lo sencillo y vivir lo complicado. Quizá yo eluda tomar decisiones y me limite a pensar hoy en esta noche, mañana en lo que toque y lo único que desee es haber sido coherente cuando me llegue el momento. Quizá nos matemos en la siguiente curva.
A quién le importará para siempre. Desde luego, no a mí, porque esta noche es lo único importante, yo sigo siendo joven en mis treinta y todo lo que tengo que hacer es conducir.

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