23 de noviembre de 2011

Lo que se dicen

"El tiempo del que me hablas me suena a cuento chino.
Yo no sigo los dictados del reloj para medir cuánto me pesa su arena encima, yo me guío por mis propias agujas.
Verás, hace tiempo que sé que no frecuentas a tus amigos tanto como dices y empiezo a notar que la compasión pesa en las miradas de esos conocidos tuyos a los que me empeño en seguir visitando.
Sé que tu mides las distancias y que te alivia la idea de fugarte, y que yo en medio de todo eso ya no pinto nada.

Qué insistente estás últimamente, me dices.
Será porque me hago mayor y cada vez tengo más claro lo que quiero o que empiezo a estar bastante harta de que en todo esto solo mande tu polla".

20 de noviembre de 2011

Altos cargos

Los altos cargos también se enamoran, aunque sus caras aparezcan así tan serias y fingidas en los periódicos y pasen la mayor parte del día en lo alto de su palestra.
Desde su distancia nos miran, dirigen empresas, gobiernos, medios de comunicación, equipos, rebaños políticos. Nadie les conoce, pero todos sabemos quienes son. Es normal que sufran de cierta manía persecutoria.
Los altos cargos también lloran, aunque lo hacen con mayor disimulo que los demás y logren sentarse con ese gesto tan altivo como resignado en los asientos reservados para la clase preferente. Creo que tienen claro que llorar en público resulta de muy mala educación, especialmente si la clase turista va abarrotada y el vuelo lleva una hora de retraso.

Los altos cargos, creo, a veces también son personas.

16 de noviembre de 2011

La entidad de los mercados

¿Qué calmará a los mercados? Se pregunta un periodista en televisión.
Los mercados, ese ente -en singular- de calificación abstracta, han forzado la caída de dos gobiernos elegidos en las urnas; han obligado a reformas más allá de lo económico a los paises de la Unión Europea; y han reforzado la imagen, en todo el continente, de una derecha que agita banderas de austeridad entre aplausos.
Convencieron a la izquierda de que debía gestionar los recursos como lo haría un conservador. Y la noquearon. A nosotros nos vendieron que había que apretarse el cinturón. Nosotros, ellos ya veremos.

Los mercados, ese ente de cruda praxis, no pensarán en subsidios de desempleo, sanidad pública, educación universal o pensiones justas, porque ellos lo único que cavilan es cómo mantener su dinero ficticio en movimiento. Aunque lo anterior también lo sustente, a base de impuestos y horas de trabajo, el ciudadano de a pie.
Evidentemente, quieren mover sus activos haciendo que estos siempre se multipliquen, que vayan a más, y seguir pagando grandes primas, dirigiendo el cotarro económico, duplicando ingresos y viviendo a todo trapo.

Ellos, los mercados, ese ente inanimado, se comportan como en Occidente nos han educado: siempre quieren más y no hay techo que los limite.
Que ustedes o un servidor protesten en las calles les es indiferente. Ellos vigilan el precio del petróleo, las especulaciones en Wall Street, la City y el parqué de Beijing, que los mandatarios cumplan el papel necesario para que en sus bolsillos -los de los mercados, ese ente descontrolado- nunca dejen de estar llenos.

¿Qué apaciguará a los mercados? Se pregunta un periodista en televisión; y uno no puede dejar de imaginárselos como Zeus y sus iguales, jugando caprichosos con nuestros destinos: Tan lejanos y tan presentes; tan divinos y tan humanos.
Y algunos de nosotros ahí, tan plegados.

Publicado originalmente en: LaSemana.es

31 de octubre de 2011

Querido ultra,

Uno lleva una semana sentado escuchándole sin acabar de dar crédito. 
Le leo, mayoritariamente, bastante inquieto. Nadie esperaba que diera saltos de alegría después de los ocho años que nos ha hecho pasar con su discurso apocalíptico. No ha caído en el olvido cuál era su caballo de batalla en los años previos al estallido de la burbuja económica y financiera: el España se rompe, las conspiraciones, las cesiones a ETA, los perversos nacionalistas.
Mientras el sistema se iba a la mierda, usted estaba a otras cosas. A las suyas.
No esparaba -decía- grandes expresiones de júbilo, pero desde luego no creía uno que este estado de ánimo suyo fuera a ser tan negativo. El paso que se ha dado como país hacia el fin definitivo del terrorismo debería ser suficiente para, al menos, esbozar un gesto de esperanza de cara al futuro. No hablo de operetas políticas de llantos y abrazos, hablo de responsabilidad a la hora de plantear, entre todos, los siguientes objetivos.
Se empeña en el tremendismo y en palabras que -honestamente- resuenan a venganza, cuando nadie se olvida de todos los muertos que dejamos en décadas de asesinatos. Pedirán perdón todos -nosotros, vosotros y ellos- por tantos años de desconfianza mutua, de pulso político y armado, pero todavía tardaremos mucho tiempo en restañar todas las heridas.
Así que puede darse un pequeño respiro y relajar el puño. Al fin y al cabo, se acerca un gobierno largo de un tipo que maneja los asuntos de la política -que nos empeñamos en que sean cada vez más- con la misma mano que lo haría usted.
Bien mirado, la pelota está más en su tejado que en el de esa izquierda desnortada -por inconsecuente y torpe en la gestión económica- que se adivina tendremos durante los próximos años. Quizá en lugar de pegar voces debería sentarse usted a pensar; pero claro eso sería mucho esperar de una hinchada como la suya.

Publicado originalmente en: LaSemana.es

13 de octubre de 2011

Escribir con censuras

Qué difícil resulta escribir cuando lo que se desea decir es algo que no se quiere escribir. Y qué absurdo empeño el de aquel que aún sabiéndolo se sienta para tratar de escribir aquello que ni se atrevería a decir. 
Viene a ser algo así, como ejercer de trilero con un sempiterno censor que levanta todas las letras, por si debajo de ellas se hubiera escondido alguna palabra cargada que requiriese de su corrector.
Aquello que no queremos decir resulta siempre lo más molesto a la hora de escribir; es lo que golpea contra el teclado los dedos, lo que te levanta de madrugada hacia el ordenador, aquello que se parapeta tras todas las miradas que dedicas a tu alrededor.
Y no es que solo se empeñe en atormentarte, en realidad es como un mecerse entre el rumor del oleaje, una extraña letanía que ejerce las veces de despertador: Anda, levanta, que llevas mucho tiempo callado, mejor ahoga a esos secretos guardados con el traqueteo del teclado y vuelve a la cama cuando te encuentres mejor.
Escribir sin decir lo que se desea escribir guarda un solo peligro pese a resultar sanador, pero, en cualquier caso, me temo, acecha únicamente a cualquier furtivo lector.

26 de septiembre de 2011

Outsiders

Los veía desde mi ventana, en el bloque de enfrente. Era una pareja sin duda peculiar, aunque más tarde todos los vecinos los describieran en los telediarios como dos personas adultas normales. Yo personalmente creo que solo querían quererse a su manera.
Siempre pensé que cada uno administra los abrazos como le viene en gana, pero a veces resulta difícil salirse de lo decretado, también cuando esto es el amor. Resulta curioso corroborar cómo, pese a tratarse de una actividad, un sentimiento -si se prefiere el término- íntimo y privado, el amor tiene una incontrolable vertiente pública.
No recuerdo haberles visto pasear sus emociones por las calles del barrio. Se las reservaban para las paredes sordas de su hogar. De vez en cuando, a través de una persiana entreabierta les oía reir o enfadarse, supongo que como todos hemos hecho alguna vez. 
No hubiera dicho que no fueran felices juntos.
 
Aquella forma de amarse llamó la atención de algunos vecinos, tantas reservas levantaron sospechas, se comenzó a rumorear que algo no era del todo correcto, algo no estaba del todo bien, así que decidieron sentarlos en un estrado para analizar las constantes vitales de aquella relación. Algo así como tomar el pulso y dictar sentencia.
Escuchadas las partes, llegó el turno del veredicto: ni mucho menos aquello podía considerarse forma alguna de amor. Lo mejor era, consideró un tribunal popular, que cada uno siguiera por su lado, por el bien de los dos.

Han pasado algunos años y el cartel de se vende sigue adornando el balcón de ese piso vacío, pero desconozco si acataron el dictamen o si eligieron continuar con su vida al margen de la ley.
Lo preocupante es imaginar lo segundo, pensar que hay un lugar donde habitan todo ese tipo de forajidos y que nosotros nos conformamos con seguir amando como nos han dicho que está establecido.

15 de septiembre de 2011

Dalí

Vomita un pez un enorme tigre, de cuyas fauces nace otro como él. Una bayoneta apunta a tu pecho desnudo, pero tu, indefensa y dormida, lo ignoras, como si no creyeses en él.
Estas dormida, pero sé que estás a mi espalda, enamorándote de algún Tanguy, tomando notas para tu próximo poema o enfadándote con las armas y la pobreza, mientras ese elefante de patas largas y delicadas se ríe a carcajadas.
Yo soy las gotas de agua condensada, la abeja molesta que te vino a despertar, el filo de las rocas recortadas sobre el mar. Yo soy quien dibuja este panorama, tan limpio, tan onírico, tan naïf. Soy quien te despierta cada madrugada desde el otro lado de la cama, reclamándote en silencio que me incluyas en tus fantasías.
Podría decirte que no pasará nada, aunque me acorralen los tigres, aunque me devore el pez, aunque la bayoneta se me hunda hasta el fondo del pecho y mis convulsiones te saquen del sueño.
Tu y yo sabemos que mentiría. Prometer solo sirve para defraudar después.
De ahí que prefiera seguir durmiendo, viendo tus pechos derramarse a cada lado,  tu ombligo rompiéndote justo en el centro y tu pelo reposar sobre la piedra gris.
Y cuando el zumbido de la molesta abeja nos despierte, la imagen de tu cuerpo inerte me acompañará hasta que el día toque a su fin.

30 de agosto de 2011

Lo que usted necesitaba

Era lo que necesitaba, señora, y usted sin saberlo. Usted pendiente de que su marido no pierda el trabajo ahora que la pintan calva, hartita de aguantar al niño en casa ahora que ronda la treintena y no había caído en esta gran necesidad.
Menos mal que para eso le paga un sueldo a sus señorías y ellas piensan en las cosas realmente necesarias para usted y su familia. Tan pendiente estaba de llegar a fin de mes que no se ha dado cuenta de que la solución a sus problemas era una reforma constitucional.
Es cierto, hace cinco años era mentar a la Santa Carta Magna y el presidente era todo buen rollo reformista y el líder de la oposición se envolvía en la bandera de España y hacía vídeos estilo No-Do. Unos que solo tocarla por cuatro fruslerías, otros que no tocarla bajo pena de apocalipsis patriótica.
Pero es que ahora todo ha cambiado. Lo ha dicho una señora alemana, que a usted no se le parece ni de lejos. Esta lleva la batuta de una Europa descabezada y tiene bajo sus pies un país cuyo tejido industrial para usted lo quisiera. Le apoya, además, un señor francés bajito y raro, pero que tiene una señora que canta y es monísima.
Así que la solución es reformar la Constitución, mire usted, y no para que las infantita pueda heredar el trono cuando le llegue el turno, como coreaban en la prensa rosa, si no para limitar el techo de gasto, que por lo visto tiene que estar bien clarito para que a nuestros gobernantes no se les vaya la mano en promesas electorales.
No se queje, si es que todo esto le importa algo, que así cuando la ciudadanía necesite al Estado para mantener a sus nietos educados y sanos, el Gobierno podrá decir que dinero no se puede dar más, que sería incumplir esa ley que todos nos hemos dado, que todo lo que tenía se lo ha gastado en cosas que usted nunca ha votado.
No se extrañe de que los que le hagan el juego a la derecha europea sean los de la izquierda española. Aquí ya no hay color, ni principios, ni vergüenza torera; hasta ese punto hemos caído.
Y si no le gusta la idea, pues proteste, total uno ha conseguido lo que pretendía y el otro está ya más con un pie fuera que dentro. Ninguno de ellos se preguntará qué hace una señora como usted sentada en las calles con los indignados.

Publicado originalmente en: LaSemana.es 

29 de julio de 2011

Los días tontos

El preguntó: "Cómo llamar a esos días en los que uno camina igual que un enamorado, con la planta de los pies a dos palmos del nivel del suelo, levitando entre acontecimientos que vienen y van, ajeno a los minutos que luego vendrán y consciente únicamente del segundo en que se está".
"Qué nombre le ponemos a las horas que se precipitan hacia delante sin querer mientras tratamos de conservar en las manos olores y recuerdos impresos en las retinas, mientras el resto del mundo se preocupa y aburre o vive al margen de nuestra felicidad".

Y ella respondió: "Querido, ya tienen un nombre: Son los días tontos. Disfrútalos, que son escasos".

28 de julio de 2011

Nada nuevo bajo el sol

Ocurría mientras aquí nos mirábamos el ombligo, con nuestros bancos, nuestros parados, nuestro IBEX-35.

La crisis parecía exclusiva de Occidente hasta que la ONU hizo la llamada de emergencia: la hambruna en el cuerno de África ha situado a casi la mitad de la población de Somalia al borde de la muerte.
Cientos de miles de somalíes han escapado a los campos de refugiados de los países colindantes. Los que llegan, los que no mueren de fatiga y falta de alimentos por el camino, se encuentran con inmensos campos abarrotados, que ya no dan más de si, que se han convertido en gigantescos poblados chabolistas en los que existe -que ironía- un centro y una periferia. Para ellos, los recién llegados, la única opción es instalarse en esta última, claro.

La FAO calcula que, hasta final de año, se necesitarían más de 260 millones de euros para paliar una situación provocada, en gran medida, por los mismos de siempre: los especuladores de Wall Street, los que jugando con sus números e inversiones ficticias provocan que aumente el precio de los alimentos básicos.
Qué inversión segura, el hambre.
La cifra requerida suena a risa si se compara con la última inyección a la CAM: una línea de crédito de 3.000 millones de euros. ¿Cuántas veces podríamos salvar a África?

La noticia de la hambruna ha estado circulando durante los últimos días. No pasó desapercibida en algunos círculos -en Twitter sigue siendo muy comentada por algunos- pero, desafortunadamente, la actualidad pronto la ocultará. Volveremos a nuestros políticos, nuestra crisis y nuestro día a día, pero el hambre allí seguirá.

Seguiremos mirando nuestros ombligos y África seguirá muriendo de hambre. Nada nuevo bajo el sol.

29 de junio de 2011

Breve apunte

Conocí a un poeta al que visitaban musas con venéreas y a un músico incapaz de componer sin pasar antes varias horas en un diván.
La vida es extraña y rara, como diría Fernando Alfaro, y te lleva por caminos aún más raros, añadiría Diego Vasallo.
Consiste, la vida, supongo, en hallar primero un lugar y luego hallarse a uno mismo. Si después de esos dos pasos uno no queda convencido, lo mejor es abandonar el lugar. Al fin y al cabo uno no puede abandonarse a si mismo.
O si.
Supongo que para eso existen los centros comerciales y los restaurantes de comida rápida.

8 de junio de 2011

Carme, indignada

Con la que está cayendo y en el PSOE jugando a los indignados.
La ministra de Defensa bien podría haber acabado la rueda de prensa en la que anunció que no se presentaría como candidata a las primarias del partido marchándose a acampar junto a los del movimiento 15-M.
Sin embargo, es solo un papel que le ha tocado jugar. Salir como damnificada por la maquinaria caciquil de un partido, guiñarle el ojo a los indignados de las plazas con su discurso de regeneración de la socialdemocracia y hacerse a un lado es, en parte, fachada y, en parte, toda una ocasión para Carme Chacón.

Tras la debacle de las últimas elecciones autonómicas y municipales, los socialistas han decidido salvar el barco. Para ello, lo mejor con lo que cuentan en este momento es con Alfredo Pérez Rubalcaba: político de la vieja guardia, uno de los ministros mejor valorados y parlamentario de sobra experimentado.
Un candidato, al fin y al cabo, que genera la misma simpatía en la izquierda que desafección en la derecha. Alguien que calentará el partido durante los próximos diez meses como nadie y que puede evitar que las elecciones generales sean un descalabro monumental para el Partido Socialista.
No hay que olvidar, no obstante, -y seguro que él lo tiene muy en cuenta- que a Rubalcaba le ha tocado ejercer de kamikaze. A día de hoy, el PSOE tiene perdidos los próximos comicios y la carrera electoral puede consumir a su candidato hasta el punto de acabar con su trayectoria pública.

En este cálculo, entra en juego la figura de la ministra de Defensa: ahora cuenta con mucho más tiempo para ir preparando su candidatura; no sufrirá el desgaste que supondría perder unas primarias -y el intercambio de opiniones en los medios de socialistas afines y contrarios-; y, a largo plazo, puede recuperar a los votantes descontentos con los últimos años de gobierno de Zapatero.

Por eso, no me creo que Carme Chacón estuviera afectada cuando anunció que no entraría en el proceso de primarias.
Considero más bien que se hizo a un lado encantada.

Publicado originalmente en: LaSemana.es 

13 de mayo de 2011

Una pasión

Cómo explicarlo.
Diría que es un zumbido, un ardor de estómago, un temblor de órganos incontrolable que aumenta en intensidad con el paso de las horas y los días.
Se dilata el tiempo al antojo de los sentidos. No hay minuto que dure sus segundos, no hay días que sucedan a las noches. Todo se detiene y aguarda, alerta, a la espera de la implosión.
Y cuando esta llega, todo se desordena en un sublime caos que no entiende de leyes naturales y gira y se arremolina y hace cabriolas a tu alrededor.
Y así hasta que logras asirte a un hecho, quizá un minúsculo detalle que hasta entonces habías dejado pasar. Te aferras, con fuerza, estiras de él y consigues que todo vuelva a su lugar.
Entonces la pasión se mitiga, pero el resultado no tiene porqué agradar.

27 de abril de 2011

Jugar con fuego

Ahora que nos acordamos menos de Fukushima resulta interesante detenerse a ponderar, con esa calma de la que hacen gala en Japón, el precio de nuestra evolución.
Quiere decir esto que no está mal que, de tanto en tanto, valoremos el coste de esta carrera que desde el inicio de los tiempos se echa la humanidad, esa carrera evolutiva hacia quién sabe donde.
Conseguimos el carbón a costa de la muerte de miles de mineros; protegemos nuestras cosechas con productos como el de la catástrofe de Bhopal; funcionamos con un producto -el petróleo- que devora nuestro ecosistema lentamente; convertimos en lujosos adornos pequeñas piedras brillantes que llamamos diamantes y que desangran países enteros en África; iluminamos hogares, ponemos en funcionamiento fábricas, con la energía nuclear. Es una pequeña muestra, pero podríamos poner un largo etcétera.
Desde luego, nos jugamos el tipo en la evolución y pocas veces medimos el coste a pagar por ella.

Fukushima ha servido para, entre otras muchas, dos cosas: Recuperar el debate sobre lo nuclear, que parecía inclinarse del lado de la balanza de sus defensores hasta poco antes del terremoto de Japón; y para desalojar un radio de 80 kilómetros desde la zona cero de la central nuclear.
Ahora que en torno a Fukushima solo quedan ancianos que ya no temen a la muerte, cabría preguntarse ¿Cuánto tiempo creíamos poder mantener controlada esa Caja de Pandora? ¿Cuánto más la mantendremos en las centrales que existen por todo el mundo? ¿Cuándo será la próxima vez que la naturaleza nos demuestre que puede más que nuestras construcciones?

Han pasado decenas de miles de años desde que lo descubrimos y a veces parece que no somos del todo conscientes de que jugamos con cosas mucho más peligrosas que el fuego.

Publicado originalmente en: LaSemana.es

31 de marzo de 2011

Perder el tiempo

Ahí está, el más astuto de los hombres, condenado a empujar ese enorme peñasco ladera arriba. 
Obsérvalo agotarse y entorpecerse bajo el calor del verano, afanarse y tiritar en invierno, cargando con su castigo hasta lo más alto para ver luego rodar su esfuerzo ladera abajo.
¡Pobre Sísifo! Rey necio, quiso rehuir la muerte y ahí lo tiene: toda la inmortalidad dedicada a lo absurdo.
Mas, fíjate, ahora que el peñasco se tambalea y cae girando con rabia hasta detenerse, diríase que exhausta por la inercia ¡podrás verle sonreir!
Como él, nosotros empeñamos la vida en causas estúpidas de las que sólo obtenemos una sonrisa momentánea antes de regresar a la faena, a la búsqueda infructuosa, a la lucha sin resultados.

Extraña locura la que compartimos con Sísifo; lúcidos únicamente a última hora del día.

17 de marzo de 2011

El séptimo sello

Antonious Block juega una partida de ajedrez que sabe que va a perder.
La muerte es su rival. 
Le mira altiva, sabiéndose ganadora de antemano, con una sonrisa triunfante y al mismo tiempo compasiva; pareciera que le apena estar segura de su victoria.
El guerrero reza, pero su dios calla.
Ha perdido casi todos los peones, ya ha sacrificado un caballo y un alfil y una de las torres caerá en uno de los cuatro próximos movimientos.
Si no puede ganar ¿Por qué sigue sentado frente al tablero? 
Ninguna de las posibles respuestas a esa pregunta resulta alentadora; en ocasiones, nada hay de gratificante, de resolutivo, de motivador en el por qué.
Rendirse o no podría depender entonces del para qué, del proceso que conduce al final de esa partida que no se puede ganar.
Pero a él le da igual lo enriquecedor que pueda resultar el camino.
El caballero no se rinde porque a él le adiestraron para ser un  guerrero.

13 de marzo de 2011

¿Qué hacemos con Libia?

Los dictadores son algo similar a esa mujer -u hombre- que no acabamos de quitarnos de la cabeza. Cuando nos bailan el agua, les adoramos; cuando se desmadran, los odiamos.
Gadafi es el mejor ejemplo de esta filosofía tan común en las democracias occidentales en lo que concierne a regímenes totalitarios. Le consentimos sus excentricidades -su jaima, su guardia personal de vírgenes, su botox, su look de tonadillera desfasada- hasta que el monstruo se nos fue de las manos.

Y ahora ¿Qué hacemos?
Ha sido el propio dictador el que ha convertido la rebelión Libia en una guerra civil. Esa estrechez de miras rayana a la locura es la que le lleva a negar la realidad que le rodea, a denunciar conspiraciones periodísticas, a atizar el miedo del radicalismo islámico, a mantenerse en el poder aún a costa de bombardear a su propio pueblo.

Y ahora ¿Qué hacemos?
Las democracias occidentales, como siempre, se lo toman con calma. Una rebelión no es una cosa fácil -políticamente correcta, digamos- de apoyar y menos si al que se le rebelan tiene el oro negro en sus manos. Si no, recuerden qué mal sentó que el Gobierno de Aznar se apresurará en apoyar un golpe de Estado en Venezuela que luego fue aplastado. José María nos lo enseñó: antes de tirarse a la piscina, hay que estudiar la situación.
Pero claro, mientras observamos, la rebelión libia choca contra los mercenarios de Gadafi. Se corre el peligro de que el dictador vuelva a su trono, aislado y vilipendiado públicamente en medio mundo, y de rienda suelta a su locura, la cual acabaría por afectar al estimado petróleo. Supone uno que Europa no quiere conducir a 110 durante muchos años.

Así que ¿Qué hacemos?
Descartemos una invasión a la vieja usanza, ya sabemos la mala prensa que eso otorga. Las revoluciones son de quienes las montan y de nadie más. Invadir Libia supondría arrebatarles a los libios su derecho a tomar la Bastilla.
Sin embargo, cada vez más, se hace necesaria una intervención militar. Porque eso es lo que se esconde tras la expresión ¬zona de exclusión aérea¬ que nuestros líderes se esmeran por repetir: cazas batiendo las baterías antiaéreas y dejando limpio el cielo de los aviones de las fuerzas de Gadafi.
¿Qué hacer?
Un golpe selectivo y certero es lo que espera la rebelión libia de la comunidad internacional, pero esta, como siempre, sigue dividida y esperando a verlas venir.

Publicado originalmente en: LaSemana.es

11 de febrero de 2011

Nosotros y el miedo

Es curioso el miedo que sentimos frente a ciertos hechos ante los que deberíamos poner todo nuestro valor.
Uno lee sobre el temor a los Hermanos Musulmanes y se pregunta si lo que se pretende es excluirles del diálogo de reforma constitucional por los peligros que conllevan. Si se considera mejor idea torcer la ley y dejarles fuera del sistema democrático, como ha hecho Mubarak en las últimas décadas.
Excluir a los Hermanos Musulmanes supondría decirle a sus seguidores que el Egipto que se construye a partir de ahora no les pertenece. Sería darles una excusa para el odio, para sumarse a la red de movimientos de liberación islámica que perturban el mundo musulmán.

Toda ideología puede llegar a ser peligrosa llevada a su extremo.
El aislamiento alimenta el radicalismo, mientras que la libertad -la democracia- le obliga a posicionarse. Y ahí es donde se le debe plantar cara; con argumentos que demuestren que sus ideas son trasnochadas o ridículas, poniendo en valor la razón frente a la estrechez de miras.
En eso debería consistir la democracia.

Publicado originalmente en: LaSemana.es

8 de febrero de 2011

Arquitecturas

El niño y el hombre dejan colgar las piernas sobre el abismo. 
Uno lía y enciende un cigarrillo y el otro le imita los gestos con una astilla gruesa de cáñamo. 
"¿Crees que algún día llegaremos al otro lado?"
Bajo el zapato se mueve un diminuto riachuelo rompiendo en dos un vasta selva de árboles cubierta de una finísima bruma, casi como vaho del respirar de cedros y jabines.
"Quién sabe lo que pasará en el futuro"
Uno de ellos mira al horizonte, a las lianas desmayadas sobre la pared escarpada, trata de atrapar  entre el índice y el pulgar a los guacamayos que sobrevuelan las copas de los árboles del otro lado y piensa en construir un enorme puente que le permita llegar hasta allí.
Entonces podría regresar y llevar al que guarda silencio de la mano.

24 de enero de 2011

Una noche...

Se te adhiere el miedo. 
Agarrota las articulaciones, paraliza los dedos, despierta un siniestro temblor en tu interior.
He te aquí a la bestia frente a tí, monstruosa y altiva, y tú con una única bala en el tambor.
No se han desatado tormentas, ni es más oscura esta noche que la anterior. 
Ha llegado silenciosa y se ha plantado frente a tí, sin dramatismo ni épica, la hora del duelo.
Mueves la mano lentamente hacia la cadera, llevas el índice al gatillo, acaricias con la palma la culata y con el pulgar amartillas, muy despacio, el revólver.
Y entonces, en dos fracciones de segundo, apuntas, desenfundas y disparas.

BANG.

Nadie te juzgará.
Eres tú o la bestia, al fin y al cabo.

21 de enero de 2011

Póquer en la Casa Blanca

Mientras la vieja Europa se tapa las vergüenzas económicas y se deja hacer por los especuladores del mercado, al otro lado del charco los dos líderes de las principales potencias mundiales se sientan a cambiar cromos.
China se ha convertido en el primo fuerte del bloque del Este. Una pequeña Rusia, digamos, con polos de influencia bastante estratégicos para Estados Unidos. Y Obama y su Administración tienen las llaves de la puerta de un mercado muy suculento para Hu Jintao.
Ahí están. El numerito del himno y las tropas -que para los yankees es como enseñarse el juego de té- la foto de familia, la sonrisa profident... el protocolo,vaya. Al presidente chino no se le ve en su salsa, decididamente, pero tira adelante porque luego llegan los negocios.
Uno se los imagina sentados a la mesa, rodeados de su equipo de asesores, consejeros y demás, jugando una partida de póquer con el mapamundi como tapete. Sonriéndose forzadamente, sospechando mutuamente, tratando de mirarle las cartas al otro para llevarse la mejor tajada.
Porque, al final, las relaciones internacionales consisten en muchas ocasiones en un intercambio.
En esta ocasión lo que Obama ha conseguido es que Hu Jintao reconozca que en su país el asunto de los Derechos Humanos lo tienen un poco olvidado. Lo cual no es poco.
Este pequeño gran paso ha sido, sin embargo, un gesto de cara a la galería. Algo para mitigar un poco las críticas a Pekín desde algunos sectores por el follón con el Premio Nobel.
Una declaración histórica que puede convertirse en papel mojado en cualquier momento, porque al final uno puede decir lo que le dé la gana y luego hacer otra cosa.
Porque, al final, las relaciones internacionales también consisten en eso.

Publicado originalmente en: LaSemana.es

18 de enero de 2011

Acuérdate de la familia

Resulta que el presidente de cierta constructora tiene un amiguete muy cercano al ministro y, claro, las adjudicaciones que ha conseguido en los últimos tiempos se han multiplicado por cuatro.
Sentencian que varios cargos electos de una ciudad que podría ser cualquiera utilizaron su influencia para aprobar un plan urbanístico que hizo que alguien ganara mucho dinero. Ellos juran, evidentemente, que no vieron un duro de todo aquello.
Investigan a cierto departamento de Medio Ambiente por una concesión para la gestión de residuos por si alguien -de la legislatura anterior, por supuesto- decidió que para qué un concurso si lo hacía mejor su primo.

En algunos lugares, las elecciones les pasarán factura. Luego llegarán los de enfrente -los que ahora gritan y montan el número- y harán exactamente lo mismo.
En otros lugares, los ciudadanos, que al final, a veces, también son personas, le han cogido cariño a los mangantes de siempre y deciden que mejor que se queden unos añitos más.

Hay quien opinará de esta reflexión que no hay esperanza, que todos los políticos tienen las manos igual de sucias. En realidad, deberíamos alegrarnos por ellos, por lo bien que cuidan a sus amigos. Porque si no, a ver qué nos queda.

Publicado originalmente en: LaSemana.es

Corazón de invierno

La niebla se condensa en las ventanas y se disfraza de rocío sobre la ropa que tendimos ayer. Me pregunto cuánto tiempo tardará en secarse esta vez. 
Creo que es lo único que extraño del verano, la rapidez con la que uno puede llegar a poner lavadoras sin preocuparse por saturar el tendedero.
Del invierno, sin embargo, me quedo con todo lo demás. El frío gélido en la cara, las manos heladas de noche, la lluvia, los charcos, esos copos ocasionales, el vaho emergiendo de todos los labios, los cuerpos rechonchos de prendas.
La primavera podría pertenecer a los románticos; el otoño a los melancólicos; el verano a los locos que gustan de sudar; pero el invierno es sólo para los valientes, para los que no temen al termómetro o a la ropa de cama con escarcha.
Si de mí dependiera, sería invierno la mayor parte del año. La otra, una pequeña, sería mi regalo a los cobardes.

4 de enero de 2011

Propósito de Año Nuevo

Dejar de fumar se ha convertido en el gran propósito de este nuevo año que acaba de empezar.
Uno esperaba que el Gobierno aprobara un decreto ley por el cual todo español se viese obligado a intentarlo en 2011 y el que no lo consiguiera fuera juzgado por sedición; algo así como militarizar el acceso al humo.
O quizá que el Ministerio de Sanidad, en lugar de esa descafeinada llamada a las denuncias anónimas contra quien incumpla la ley, repartiera armas de fuego entre los ciudadanos, preferentemente ex fumadores, mucho más avezados en detectar pecadores y acérrimos de la causa.
Pero no ha habido suerte. No acaban de obligarnos a dejar el vicio cruel. Los precios del tabaco y las políticas sociales son coercitivas, la presión social en torno al fumador aumentará, pero no será suficiente para convencer a los adictos de la nicotina.
Es más, se especula ya con cierto foco de resistencia que empiece a fumar como reacción contra el gobierno socialista. En la TDT, donde se ha forjado todo un bastión antizapaterista, van a obligar a fumar hasta a los ayudantes de cámara.
Recuperarán capítulos de Lucky Luke liando cigarrillos sobre su caballo, repondrán una y otra vez Casablanca para que todos veamos a Rick Blaine fumar mientras despega el avión y todas las tertulias llevarán la sintonía de Marlboro.
Ironías al margen, como fumador, uno no puede dejar de pensar en Javier Vela y sus versos Del acto de fumar considerado como una bella arte (el aire es blanco y bufa y se retuerce...) pero se alegra de que los espacios que le vayan dejando para dar unas caladas sean cada vez los menos, así puede matarse a gusto sin sentirse un cerdo egoista.

Publicado originalmente en: LaSemana.es