17 de marzo de 2011

El séptimo sello

Antonious Block juega una partida de ajedrez que sabe que va a perder.
La muerte es su rival. 
Le mira altiva, sabiéndose ganadora de antemano, con una sonrisa triunfante y al mismo tiempo compasiva; pareciera que le apena estar segura de su victoria.
El guerrero reza, pero su dios calla.
Ha perdido casi todos los peones, ya ha sacrificado un caballo y un alfil y una de las torres caerá en uno de los cuatro próximos movimientos.
Si no puede ganar ¿Por qué sigue sentado frente al tablero? 
Ninguna de las posibles respuestas a esa pregunta resulta alentadora; en ocasiones, nada hay de gratificante, de resolutivo, de motivador en el por qué.
Rendirse o no podría depender entonces del para qué, del proceso que conduce al final de esa partida que no se puede ganar.
Pero a él le da igual lo enriquecedor que pueda resultar el camino.
El caballero no se rinde porque a él le adiestraron para ser un  guerrero.

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