8 de febrero de 2011

Arquitecturas

El niño y el hombre dejan colgar las piernas sobre el abismo. 
Uno lía y enciende un cigarrillo y el otro le imita los gestos con una astilla gruesa de cáñamo. 
"¿Crees que algún día llegaremos al otro lado?"
Bajo el zapato se mueve un diminuto riachuelo rompiendo en dos un vasta selva de árboles cubierta de una finísima bruma, casi como vaho del respirar de cedros y jabines.
"Quién sabe lo que pasará en el futuro"
Uno de ellos mira al horizonte, a las lianas desmayadas sobre la pared escarpada, trata de atrapar  entre el índice y el pulgar a los guacamayos que sobrevuelan las copas de los árboles del otro lado y piensa en construir un enorme puente que le permita llegar hasta allí.
Entonces podría regresar y llevar al que guarda silencio de la mano.

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