18 de enero de 2011

Corazón de invierno

La niebla se condensa en las ventanas y se disfraza de rocío sobre la ropa que tendimos ayer. Me pregunto cuánto tiempo tardará en secarse esta vez. 
Creo que es lo único que extraño del verano, la rapidez con la que uno puede llegar a poner lavadoras sin preocuparse por saturar el tendedero.
Del invierno, sin embargo, me quedo con todo lo demás. El frío gélido en la cara, las manos heladas de noche, la lluvia, los charcos, esos copos ocasionales, el vaho emergiendo de todos los labios, los cuerpos rechonchos de prendas.
La primavera podría pertenecer a los románticos; el otoño a los melancólicos; el verano a los locos que gustan de sudar; pero el invierno es sólo para los valientes, para los que no temen al termómetro o a la ropa de cama con escarcha.
Si de mí dependiera, sería invierno la mayor parte del año. La otra, una pequeña, sería mi regalo a los cobardes.

No hay comentarios: