20 de noviembre de 2011

Altos cargos

Los altos cargos también se enamoran, aunque sus caras aparezcan así tan serias y fingidas en los periódicos y pasen la mayor parte del día en lo alto de su palestra.
Desde su distancia nos miran, dirigen empresas, gobiernos, medios de comunicación, equipos, rebaños políticos. Nadie les conoce, pero todos sabemos quienes son. Es normal que sufran de cierta manía persecutoria.
Los altos cargos también lloran, aunque lo hacen con mayor disimulo que los demás y logren sentarse con ese gesto tan altivo como resignado en los asientos reservados para la clase preferente. Creo que tienen claro que llorar en público resulta de muy mala educación, especialmente si la clase turista va abarrotada y el vuelo lleva una hora de retraso.

Los altos cargos, creo, a veces también son personas.

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