13 de julio de 2010

Y un lápiz de recuerdo

- No sabía que tocabas la guitarra
Me la encontré, como en los últimos años, en la sala de espera de un aeropuerto, uno de esos lugares lleno de caras largas y melancolía.
- No la toco, la llevo sólo por presumir.
Se reía siempre con mis estupideces y yo, que me crezco con el público fácil, le regalaba todas las que el tiempo hasta el embarque me permitía.
- No te rías tanto, es cierto, soy incapaz de juntar tres acordes sin que suene a rota.
La última vez que la ví, llevaba una flor amarilla en el pelo y me regaló un pequeño lápiz de color azul, de unos cuatro dedos de largo y mina gruesa y suave.
Nunca hubo manera de conseguir su teléfono. O quizá ya lo tenía y ella lo sabía y yo no. En cualquier caso, nunca nos llamamos.
Nuestros encuentros se limitaban a que la casualidad nos reuniera en una terminal. Fue una relación sólo de ida, desde luego.