24 de septiembre de 2010

En la casa okupa

En una de mis primeras veces en el piso franco de la ciudad, conoci a cierta mujer que había roto consigo misma. 
Casi contra su propia voluntad.
Simplemente notó que él no deseaba estar allí; y ella no quería ser el parásito en una relación que había considerado de simbiontes.
El amado no dijo nada. De hecho casi explotó por no hacerlo. Se puso rojo, sudó, se hinchó y por un momento ella pensó que saldría volando por la ventana o que reventaría esparciéndose por toda su casa.
Si hay algo peor a romper consigo mismo es hacerlo y además poner perdidos el vestido nuevo y las paredes.
Tenía los ojos llenos de tristeza mientras lo contaba. Fue como ver arrancar el tren que quieres coger y pegarte un tiro en el pie para no cogerlo, decía.
Automutilación. Esa fue la palabra que empleó.
Era mayor que yo por aquel entonces y, al ver mi gesto turbado, cambió el suyo para volver a ladear las caderas. 
Se despidió con un esas cosas pasan. Después eligió al guitarrista como acompañante para esa noche.
Supongo que sí, que esas cosas pasan.

18 de septiembre de 2010

Breve autobiografía

Tengo 2 años. Sé que existo porque mis manos y mis pies se mueven a una de mis órdenes.
Tengo 4 años. Entro en el mar sin manguitos y me hundo un metro bajo las olas. Abro los ojos y un pez me mira fijamente. No tengo miedo.
Tengo 7 años. Mi perro salta desde un primer piso sólo porque yo le llamo desde la calle. Comprendo el concepto de fe y fidelidad.
Tengo 9 años. Viajo en un avión entre las nubes. Llego a un lugar donde se derrite un enorme glaciar. Sigo a mis padres montaña arriba.
Tengo 13 años. Una chica con falda vaquera habla sin parar y me pasa un cigarrillo. Toso y ella se ríe. Al hacerlo, deja entrever su ropa interior. Le doy otra calada.
Tengo 16 años. Bailo freneticamente. El mundo parece estirarse y descomponerse a mi alrededor. Miro sin llegar a ver. Me salen caracajadas sin querer. Me desmayo.
Tengo 18 años. Me instalo en una ciudad en la que no sé si quiero estar. Todo parece hostil. Me acuesto en una cama diminuta, dentro de un cuarto diminuto. Me pregunto si he escogido bien el camino.
Tengo 21 años. Unos ojos marrones sonríen siempre que me ven. Estoy enamorado.
Tengo 25 años. Unos ojos marrones me gritan y me reprochan. Me asomo al balcón y me pregunto si seguimos estando enamorados.
Tengo 27 años. Unos ojos verdes me miran. Unos ojos azules me miran. Unos ojos negros me miran. Unos ojos marrones me miran. Ninguno de ellos son los suyos.
Me acerco a los 28. Miro mis manos y mis pies. Responden a mis órdenes, pero ya no sé si existo.

12 de septiembre de 2010

Inevitable

A veces nos aterra lo inevitable, aquello que llega pese a quien le pese. 
Puede que sea por la capacidad que tiene para escapar a nuestro control, especialmente en sus últimos estadios, cuando el hecho está a punto de producirse.
No temáis ante lo que llegará querais o no -decía ella con frecuencia- el tiempo que pasáis intentando esconderos de algo que os acabará atrapando podríais pasarlo preparándoos para afrontarlo.
Cuando el monstruo eche la puerta abajo, que nos encuentre armado y dispuestos a vender caro el pellejo, resumía uno. Si sucederá deseemos o no, porqué preocuparse, mejor esperar a que acontezca, apuntaba otro.
Tenía un séquito de discípulos muy variopinto. Y una corte de aduladores enorme.
Sea cual sea la opción, el miedo siempre sobra de la ecuación.
Era una gran maestra.

8 de septiembre de 2010

Pildora preotoñal

De pronto Madrid advierte de la llegada del otoño. Nunca lo había hecho. Será que alguien le ha enseñado buenos modales.
El viento se ha tornado frío y el sol ha adquirido ese carácter taimado que hace que se le perdonen los días implacables de verano.
Y yo corriendo por la calle tras las palabras que se me olvidan, actúo lo justo y medito demasiado, que el otoño siempre me pone melancólico.
En esas estamos en la capital, preguntándome porqué todas las letras de la sopa flotan formando las mismas tres sílabas, si sucederá sólo en esta ciudad o quizá deba resignarme para siempre con un simple caldo.
De ahí que agradezca que alguien me avise de que pronto será tiempo de chaqueta, últimamente ando algo ensimismado y sujetos así son los primeros en agarrarse un costipado.