Permíteme este pequeño desahogo...
Puede que a él se la cueles con tu sonrisa encantadora y cierta voluptuosidad condenadamente peligrosa, pero a mí no me la das con queso. Yo soy ciego.
Soy el de fuera, el que utiliza la mirada sin mácula que por estima él no aplica, el que cree que siempre serás una egoísta. Conmigo no servirán esos cantos de sirena. Yo soy Ulises.
Tú, que ni comes ni dejas comer, que procuras siempre atar en corto, haces pases a ese dicho que equivocado reza es la última la tercera, que promesa tras promesa te meas en la fe. Tú, consentida, no tienes corazón, ni tienes nada -o puede que cierto polvo espeso de color fangoso.
Has actuado como el más malo de la película, el que promete a su víctima que no lo matará y luego lo asesina. Te has subido a ese carro que has comprado tan barato para abandonar a la mula justo al borde del acantilado.
Si te tradujera correctamente creo que no estoy enamorada de tí te sonaría a por qué cojones me haces perder el tiempo. Pero, claro, tú no hablas ningún idioma, sólo conoces tu lengua, que es la de las serpientes, la de las alimañas, la del perro que se lame la sarna.
Tú, maldita, has construido ilusiones sobre las derruidas para poder demoler las frescas únicamente por aburrimiento. Me pregunto, malcriada, si se te revolverá en algún momento la conciencia.
Aunque en verdad casi prefiero que te explote la cabeza.
...y un largo suspiro.
...
