19 de mayo de 2009

Chau

Dónde estarás ahora que lloran ese cuerpo que ya no es tuyo, convertido en un saquito de huesos carente de ingenio. Lo coronará ese bigote imperturbable que te acompañó en tus oficios, que hizo números y versos contigo. Será por siempre el del anciano plácido, el que se movía en auditorios abarrotados, el que recitó los poemas más lánguidos.
Es cierto que te rodeaba cierto halo de rockstar, que pocos entendieron tu irritante empeño por defender aquel sueño que fue Cuba y que algunos no comprendieron lo exquisito de un verso sencillo de chasqueo sonoro. Otros alaban todo eso, y lo contrario.
Dicen que se te apagó algo dentro hace tres años, que se te habían desmayado las ganas de vivir. Que la pérdida te había perforado más que los años de exilio, que olvidaste incluso afeitarte por el peso de más de 60 años de costumbre.
Y esta partida ajena parece hacerse más liviana, porque te diriges hacia donde quieres.
Chau, maestro.
...
El cuento es muy sencillo
usted nace
contempla atribulado
el rojo azul del cielo
el pájaro que emigra
el torpe escarabajo
que su zapato aplastará
valiente
Usted sufre
reclama por comida
y por costumbre
por obligación
llora limpio de culpas
extenuado
hasta que el sueño lo descalifica
usted ama
se transfigura y ama
por una eternidad tan provisoria
que hasta el orgullo se le vuelve tierno
y el corazón profético
se convierte en escombros
Usted aprende
y usa lo aprendido
para volverse lentamente sabio
para saber que al fin el mundo es esto
en su mejor momento una nostalgia
en su peor momento un desamparo
y siempre siempre
un lío
Entonces
usted muere.
Currículum. Mario Benedetti

7 de mayo de 2009

Desde retaguardia

Me pregunto de qué sirve explicar qué es poesía si aquí ya no hay pupila azul que valga, si recitar versos consagrados es lo mismo que predicar en un desierto por el que transitan, muy de vez en cuando, tan sólo unos extraviados ateos.
A quién susurrarle mi táctica es mirarte cuando yacéis inertes en vuestros hogares, meciéndoos al compás de los grandes titulares, al ritmo de la falsa alarma de pandemias y terroristas, de los detalles macabros del suceso del día, la basura rutinaria de la prensa amarilla, el insulto fácil de la semana política.
Como derribamos de su vuelo a las moscas, aleatoriamente, los cadáveres exquisitos de los poetas se desploman, y descansan en algún lugar donde habita el olvido, entre tanto excremento informativo cotidiano, tanta indiferencia de mirada despectiva, tanto IBEX 35.
No hay espacio para explicar porqué pueden escribirse los versos más tristes esta noche y no otra, porque ésta, precisamente, hay fútbol -igual que ayer y anteayer, igual que mañana y pasado- porque se paga mejor la carne de una negra que dice ser artista que la vida de cien desdichados que se han dedicado a divulgar, mejorar o matar la poesía.
Y para los que escribir un poema es como un orgasmo, reserváis el desprecio terrible de vuestro insulto: bohemio, soñador, intelectual, cultivado. Reducido todo a una simple pose que se agota tres pasos más allá de la labia pendenciera, del codo en la barra, del beso a la quinceañera. Lo que más duele no es la ignorancia, sino la sonrisa socarrona del imbécil que se lame resabido.
Mas en esta guerra los que somos pocos no nos rendimos y recuperamos el aliento en las trincheras que otros cavaron, en las barricadas que los que en la vanguardia avanzan nos construyen, y a lo lejos retumban unas voces: mientras la ciencia a descubrir no alcance/las fuentes de la vida/y en el mar o en el cielo haya un abismo/que al cálculo resista/mientras la humanidad siempre avanzando/no sepa a dó camina/mientras haya un misterio para el hombre/¡habrá poesía!

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4 de mayo de 2009

Rutinario

No pretendía escribir esta noche. Si me siento a estas horas frente al teclado, si en lugar de estar durmiendo me he liado este pitillo -y los dos que ya he apagado- me he servido un té y he encendido el ordenador, es por tu culpa.
En realidad nada nuevo puedo contar salvo lo de siempre. Las horas pasan, el trabajo pesa, el amor por la escritura es inconstante y tengo algo abandonada la literatura. En lugar de a ésta, me dedico a las historias de griegos y romanos, aunque últimamente ando algo derrotista y hasta Alejandro Magno me parece un mierda arrogante, manipulador e interesado.
Hoy me duele algo la garganta, he pasado como si nada la resaca de ayer, mañana vuelve a ser lunes, otra vez, y me pregunto si los millonarios también se despiertan de un humor de perros cada principio de semana aunque no deban cumplir en la oficina o si acaso su tiempo se organiza de forma distinta y siempre es viernes por la tarde, sábado todo el día, domingo por la mañana.
He planchado, he fregado y, como frente al televisor me sentía indigno, me he decidido a limpiar del escritorio el círculo que dejaste con tu último café. Lo conservaba como se guardan las fotografías, las cartas o los recuerdos, en un rincón de la habitación que coge ese polvo que sólo espantamos una vez al año, cuando nos apetece rememorar o torturarnos.
Fuera ha lucido todo el día el sol y la gente paseaba por el mercadillo del barrio. Supongo que tendría que haber salido a caminar, recorrer de arriba a abajo los puestos de frutas, juguetes baratos, ropa de segunda mano y objetos robados, pero he preferido hacer vida de gato cansado y limitarme a observar cómo crece la grieta que hay al lado del armario.
Yo no quería escribir y mira a qué me has obligado.

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