23 de noviembre de 2011

Lo que se dicen

"El tiempo del que me hablas me suena a cuento chino.
Yo no sigo los dictados del reloj para medir cuánto me pesa su arena encima, yo me guío por mis propias agujas.
Verás, hace tiempo que sé que no frecuentas a tus amigos tanto como dices y empiezo a notar que la compasión pesa en las miradas de esos conocidos tuyos a los que me empeño en seguir visitando.
Sé que tu mides las distancias y que te alivia la idea de fugarte, y que yo en medio de todo eso ya no pinto nada.

Qué insistente estás últimamente, me dices.
Será porque me hago mayor y cada vez tengo más claro lo que quiero o que empiezo a estar bastante harta de que en todo esto solo mande tu polla".

20 de noviembre de 2011

Altos cargos

Los altos cargos también se enamoran, aunque sus caras aparezcan así tan serias y fingidas en los periódicos y pasen la mayor parte del día en lo alto de su palestra.
Desde su distancia nos miran, dirigen empresas, gobiernos, medios de comunicación, equipos, rebaños políticos. Nadie les conoce, pero todos sabemos quienes son. Es normal que sufran de cierta manía persecutoria.
Los altos cargos también lloran, aunque lo hacen con mayor disimulo que los demás y logren sentarse con ese gesto tan altivo como resignado en los asientos reservados para la clase preferente. Creo que tienen claro que llorar en público resulta de muy mala educación, especialmente si la clase turista va abarrotada y el vuelo lleva una hora de retraso.

Los altos cargos, creo, a veces también son personas.

16 de noviembre de 2011

La entidad de los mercados

¿Qué calmará a los mercados? Se pregunta un periodista en televisión.
Los mercados, ese ente -en singular- de calificación abstracta, han forzado la caída de dos gobiernos elegidos en las urnas; han obligado a reformas más allá de lo económico a los paises de la Unión Europea; y han reforzado la imagen, en todo el continente, de una derecha que agita banderas de austeridad entre aplausos.
Convencieron a la izquierda de que debía gestionar los recursos como lo haría un conservador. Y la noquearon. A nosotros nos vendieron que había que apretarse el cinturón. Nosotros, ellos ya veremos.

Los mercados, ese ente de cruda praxis, no pensarán en subsidios de desempleo, sanidad pública, educación universal o pensiones justas, porque ellos lo único que cavilan es cómo mantener su dinero ficticio en movimiento. Aunque lo anterior también lo sustente, a base de impuestos y horas de trabajo, el ciudadano de a pie.
Evidentemente, quieren mover sus activos haciendo que estos siempre se multipliquen, que vayan a más, y seguir pagando grandes primas, dirigiendo el cotarro económico, duplicando ingresos y viviendo a todo trapo.

Ellos, los mercados, ese ente inanimado, se comportan como en Occidente nos han educado: siempre quieren más y no hay techo que los limite.
Que ustedes o un servidor protesten en las calles les es indiferente. Ellos vigilan el precio del petróleo, las especulaciones en Wall Street, la City y el parqué de Beijing, que los mandatarios cumplan el papel necesario para que en sus bolsillos -los de los mercados, ese ente descontrolado- nunca dejen de estar llenos.

¿Qué apaciguará a los mercados? Se pregunta un periodista en televisión; y uno no puede dejar de imaginárselos como Zeus y sus iguales, jugando caprichosos con nuestros destinos: Tan lejanos y tan presentes; tan divinos y tan humanos.
Y algunos de nosotros ahí, tan plegados.

Publicado originalmente en: LaSemana.es