24 de abril de 2012

Recuerdo de una noche

Me lo dijo con aquel aire de desdén con el que vestía todas las palabras su acento del sur levantino, fumándose un pitillo mal liado y oteando la calle a la espera de un taxi libre. Aún así, había más melancolía que rabia en su tono de voz, como si al decirlo sintiera nostalgia por algo que llegó a su fin hace demasiado tiempo.

"¿Miedo? Claro que tengo miedo. Como todos supongo. A la soledad, al fracaso, a la muerte... y sigo teniendo pesadillas a veces y como los niños chicos me entra también miedo a la hora de irme a dormir.
A veces le temo a la noche y a veces le temo al día, pero voy notando mejorías: ya nunca tengo miedo de él. Ya no se cuela entre mis terrores, ni sale en mis pesadillas. A veces tengo miedo, pero ya nunca es por él".

Me dio dos besos y una sonrisa. Apagó el pitillo con la punta de uno de sus zapatos de tacón, como imitando a la femme fatale de una película, y se marchó. 
Había mucho de exceso y otro tanto de pose en toda ella, pero nunca le faltó valentía.

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