24 de abril de 2012

Recuerdo de una noche

Me lo dijo con aquel aire de desdén con el que vestía todas las palabras su acento del sur levantino, fumándose un pitillo mal liado y oteando la calle a la espera de un taxi libre. Aún así, había más melancolía que rabia en su tono de voz, como si al decirlo sintiera nostalgia por algo que llegó a su fin hace demasiado tiempo.

"¿Miedo? Claro que tengo miedo. Como todos supongo. A la soledad, al fracaso, a la muerte... y sigo teniendo pesadillas a veces y como los niños chicos me entra también miedo a la hora de irme a dormir.
A veces le temo a la noche y a veces le temo al día, pero voy notando mejorías: ya nunca tengo miedo de él. Ya no se cuela entre mis terrores, ni sale en mis pesadillas. A veces tengo miedo, pero ya nunca es por él".

Me dio dos besos y una sonrisa. Apagó el pitillo con la punta de uno de sus zapatos de tacón, como imitando a la femme fatale de una película, y se marchó. 
Había mucho de exceso y otro tanto de pose en toda ella, pero nunca le faltó valentía.

23 de abril de 2012

El traje nuevo del Rey

Qué sorpresa, al Rey se va de cacerías, tiene modales de pudiente aristócrata y, asegura el 'Bild', una amante en Alemania. No parece que los jóvenes sin empleo le quiten el sueño tanto como nos decía.

Qué contrariedad, su yerno acusado en otro escándalo de la orgía económica, la Reina ejerciendo únicamente cuando lo dice la agenda y uno de sus nietos haciendo méritos por seguir la tradición familiar. 

La Familia Real ocupa titulares y tiempo en los telediarios sin razón. Este país es como un patio de vecinos en el que llevamos bastante tiempo sabiendo de qué pie cojea cada uno.
Y eso va por los Borbones, pero también por el resto. 
Tanto ellos, como nuestros políticos locales, empresarios y banqueros han actuado con nuestra rumorología cómplice como telón de fondo. Haciéndose los sordos ellos y nosotros fingiendo ser ciegos. 

Por eso, cuando el Rey pide perdón, como si lo que hubiera hecho fuera una travesura y no un modus operandi habitual entre nuestra jet-set, no nos lo creemos. 

De nada sirve que tras las disculpas le aplauda su inmensa corte de aduladores. Las informaciones que le rodean en los últimos meses solo vienen a evidenciar lo que sabemos desde hace tiempo: El Rey no tiene un traje nuevo, simplemente está desnudo. 

Más que una cadera, lo que parece haberse roto es un silencio cómplice. Y eso no hay cirugía -política, mediática o real- que lo repare. 

Publicado originalmente en: LaSemana.es

9 de abril de 2012

Lo que dice Günter

Presupongo que Günter sabía dónde se estaba metiendo, aunque la alevosía no hace más que añadirle valor a sus palabras. 
Sabiendo en qué podía acabar la jugada, deduzco que el Premio Nobel de Literatura pretendía exactamente lo que ha conseguido con su último poema, en el que, a grandes rasgos, viene a cuestionar la política que desde hace años Israel mantiene hacia Irán. Pretendía, creo, divulgar lo máximo posible su mensaje. 
Un mensaje valiente, decía, porque viene a romper esa ley del silencio que en Alemania se ha impuesto en torno a todo lo que tiene que ver con el Estado hebreo y porque muestra una de las caras menos reconocidas del poliedro que es Oriente Próximo: el papel clave de Israel, su retórica y su política, para con el resto de países de la región. 
Günter Grass parte de un hecho concreto reciente, la cesión de un submarino nuclear al Tzahal por parte de Alemania, para alertar del inimaginable peligro que supondría una ofensiva israelí sobre Irán. 
Luego uno puede sacar sus palabras de contexto, tacharle de antisemita, acusarle de oponerse a la existencia de un Estado judío o recordar su pasado en las SS nacionalsocialistas -como se ha hecho desde la derecha occidental y las instituciones israelíes- pero desde luego el ataque o la ofensa no estaban entre sus intenciones. 
Con toda la cautela del mundo, el anciano Günter se siente obligado a poner negro sobre blanco el peligro que corre Oriente Próximo, con el ánimo de que no se repitan esos errores del pasado que el se ha dedicado a diseccionar en su obra. Y lo hace aún a sabiendas de que sus detractores, que son muchos, emplearán cualquier argumento, cualquier verso sacado de su estrofa, para buscar la estocada. 
Eso es, precisamente, lo que resulta más admirable del acto de Günter, no solo la verdad que pone sobre la mesa, sino el coste personal al que está dispuesto a someterse a cambio de divulgarla. Es, como bien dice, lo que hay que hacer; es, como ha demostrado, lo que hay que decir.

Publicado originalmente en: LaSemana.es