30 de abril de 2014

Trajano!: “Hay demasiadas canciones hablando de amor”

Trajano posando como emperadores.

Comenzar como “un proyecto extraescolar” y acabar grabando en Nueva York y rivalizando en los buscadores con un emperador romano. La historia de este grupo es breve pero intensa, con solo un EP en el mercado y su primer larga duración, 'Antropología', para buscar su hueco en la escena española.

Si al nombre del emperador romano se le añade la exclamación, Google devuelve dos resultados principales en su primera página: el castigador de los dacios y el bandcamp de este cuarteto que empezó a sonar hace unos dos años con un EP, Terror en el planetario.

Grabado en la casa-estudio de uno de los componentes de Triángulo de Amor Bizarro, aquel primer trabajo tuvo un éxito, en palabras de Lois Brea, cantante de Trajano!, “de una forma absurda”. Al menos para una banda que se conoció en Madrid y que comenzó a tocar como “un proyecto extraescolar”, dice Álvaro Naive.

Con aquel EP atrajeron a la crítica especializada, se colaron en la final del Proyecto Demo de la revista Mondo Sonoro y lograron el premio de la plataforma Make Noise Malasaña de Converse: una grabación en los estudios Rubber Tracks de Nueva York con el productor Aaron Bastinelli.

Fue en aquellos estudios donde se gestó el primer larga duración de Trajano!, Antropología (Marxophone, 2014) un “largo-corto” de ocho temas relacionados entre ellos por una simple cuestión “temporal”.

“Pasa mucho en España que se tiende a banalizar los EP's, como si no fueran una obra en si, si no como un comienzo de. Aunque un artista lleve varios discos en su carrera, si saca un EP se asume como algo de transición”, señalan los dos componentes de Trajano! para explicar esa voluntad y esas ganas que tenían de grabar un álbum de estudio.

“Nos gusta mucho la idea de hacer ocho temas y dentro de un año y medio volver al estudio y grabar otra cosa y no estar preocupándote de seguir una tónica por tratar de cerrar un disco”, dice Lois, que cree que los discos de larga duración “ya no tienen tanto sentido”.

“Ahora los discos son una amalgama de singles. Hay gente haciendo discos de 14 temas cuando con 7 les sobrarían”, añade el cantante, que dice tener “un recuerdo vivaz” de muy pocos discos completos, aquellos que conseguían encajar todos los temas y conformar un todo completo.

Ese concepto de disco compacto y cerrado parece más difícil cuando se habla de un grupo de jóvenes que se conoció en sus incursiones en la noche madrileña y que, en principio, no tendría por qué compartir unos gustos comunes.

Pero es que, alegan, “uno de los grandes errores en la historia de los grupos es juntarse diciendo quiero hacer esto”. “Lo ideal es juntarte y hacer lo que sale, no marcarse un estilo, por eso nos sorprende cuando dicen que nuestra música es post-punk, porque en realidad era lo que nos apetecía hacer en ese momento”.

“Cuando generas música no pensando en hacer un género concreto siempre te sorprenden mucho las etiquetas, a veces nos hablan de grupos que no hemos escuchado o de otros que sí tienen peso, pero que quizá tenemos referencias de ellos de una manera muy naïve”, explican Lois y Álvaro.

Las referencias de las que hablan son un amalgama de gustos por distintos grupos y estilos: The Libertines, el post-punk, el indie pop británico de los 2000, la psicodelia, el shoegaze de los 90, Nick Cave, Sonic Youth, Primal Scream, el pop español de los 80... Efectivamente, no hay un terreno común del que partir.

Quizá por ello confiesan que les costó muchos intentos elegir el nombre del disco, el título de las canciones o incluso la portada del álbum. Lo que sí tenían claro, “la premisa creadora de Trajano!”, fue “no hacer canciones que hablaran de amor”.

“Ya hay mucha gente que lo ha hecho y no lo íbamos a hacer mejor que ellos. Decidimos hablar de otras cosas: el primer EP está más inspirado en las películas y en el disco seguimos con esa idea de generar un escenario en las letras más que contar una historia”.

Antropología es, así, un conjunto de canciones que gira en torno a los ritos y en el que, aunque las letras tienen mayor importancia que en el EP, son más una forma de introducir la voz de Lois como una capa instrumental más en las canciones. De hecho, dicen, el 90 % de las canciones comenzaron a gestarse por una armonía.

La fórmula les ha funcionado y aquello que comenzó como un hobby de cuatro amigos se ha transformado en algo más serio y que exige más esfuerzo por parte de sus componentes. “Si nos tuviésemos que plantear un reto, sería conseguir un nicho dentro de la música española. No somos un grupo convencional, no tenemos un sonido que puedas encontrar fácilmente, para bien y para mal, porque también nos aísla de cualquier tipo de escena”.

“Así que sí, nos gustaría generar nuestro espacio... y hacernos ricos, qué cojones” bromea Lois. Ambos son conscientes, sin embargo, del tesón que hay que ponerle a la música en un país como el nuestro. “Aquí es especialmente complicado porque hay grupos que están entre la media frontera entre el grupo pequeño y el grande, que se pueden pasar cinco años avanzando un paso y retrocediendo dos hasta que surge una casualidad y o subes o te quemas”.

“Quizá aquí sea más complicado que en otros países, también es cierto que hay menos competencia, un grupo que triunfa aquí puede ser menos profesional que uno que triunfa en Inglaterra o Estados Unidos donde hay miles de grupos. Aquí quizá es más fácil ser original”.

A juicio de Lois, el problema de las bandas en España es que “se encuentran un techo y se conforman”. “Si estoy haciendo música para X gente y me permite vivir cómodamente, para que me voy a romper la cabeza... aunque siempre hay grupos valientes que se lanzan a una gira europea”, además, en un momento en el que el español, considera, ya no es una limitación a corto plazo.

Está Sudamérica, dice, señalando que debería convertirse en “un mercado de dos vías”. “Aquí tampoco llega mucha música de allí cuando hay un mercado común y ganas de que haya cosas, porque la gente está un poco cansada del sonido americano y del sonido inglés”, explica, yéndose también a un país más cercano y en el que los grupos españoles no giran: Portugal.

Puede que, como señalan, ampliar el circuito de giras posibles a lo largo de un año los grupos consiguieran vivir de la música con más dignidad o simplemente sobrevivir gracias a ella, algo que hoy por hoy es imposible, reconocen, para un grupo de su nivel.

“En España hay 30 grupos viviendo de esto en España, un número ridículo. Pero los canales se están expandiendo, están cambiando las oportunidades y creo que en un futuro cercano no será tan difícil vivir de esto”, consideran.

Las cosas son distintas, claro, en un mercado como el estadounidense, aseguran, donde los grupos tienen la oportunidad de dar conciertos en muchas más ciudades. “Aquí todo está más saturado, hay una programación cultural más coartada y la industria no tiende a mojarse demasiado, tratan de mantenerse en una posición de seguridad”, afirma Lois.

“También es cierto que es un poco culpa del público, que está acostumbrado a ir a festivales a ver, no a descubrir nuevos grupos”, continúa el cantante, que, por un lado, cree que “se ha cambiado la idea de ir a un festival a escuchar música por la de ir a hacer turismo musical” y, por otro, no considera muy recomendable montar el mismo cartel en seis festivales distintos. “Es que los grupos que están más arriba están asfixiando a los de abajo: no salen de España y como tocan aquí no hay sitio para los demás”, alega.

Con este panorama en mente, Trajano! está dispuesto a defender su primer álbum, que definen como “una buena misa en la selva” en las fechas y lugares que sea necesario. Al fin y al cabo, dicen, el punto crítico de cualquier grupo es el segundo disco: “con el primero generas unos seguidores que en el tercero han desaparecido. Puede que nosotros pasemos directamente al tercer disco”.

28 de abril de 2014

Línea 9

- Hijadeputa

La anciana tiene el pelo completamente cano, níveo diría un escritor del siglo dieciocho, y ha soltado el insulto entre dientes al oído de su interlocutora, pero con el volumen suficiente como para que lo oiga ella, su nieta y las cinco personas que la rodeamos a las siete y media de la mañana en la línea nueve.
La afluencia de gente en esta franja horaria varía en cuestión de minutos. A las ocho menos cuarto el andén está lleno de gente que se afana y las escaleras se bajan de dos en dos y de tres en tres; diez minutos antes el ambiente es incluso relajado, adormilado y ralentizado por el madrugar, sucedido a cámara lenta y sin la premura del que no madruga tanto.

- Shhhh, eso no ¿eh? Madre, eso no

En los ojos de la anciana se apaga algo. Más bien, todo. La furia con la que ha insultado desaparece y parece no comprender lo que ha dicho unos segundos antes. De asesina a inocente permanente, de culpable a exculpada perenne. Ha olvidado lo que ha dicho, lo que quiere decir y lo que siempre ha pensado: sus ojos son los del cachorro que todavía no ha visto en la calle los peligros que le aguardan.

- Sí.

El tren que llega se le lleva los ojos y la mirada perdida y también el enfado a la hija, que tiene el pelo rizado y un poco revuelto, como la ama de casa que quiere estar a todo y no llega, y se peina y seca el pelo con prisa a las seis para poder darle el desayuno a la niña y vestir a la madre, tomarse el café con leche  y ponerse el traje de chaqueta rojo que le regalaron en su último cumpleaños, aquel que envejece en el armario sin que llegue ese día especial para el que quería reservarlo cuando lo desempaquetó.

Cuando entran en el vagón y varias personas se levantan uno recupera la fe en el ser humano, como si la buena intención del que cede el asiento redimiera mil años de comportamiento animal. Casi se puede oír crujir la espalda de la anciana y la hija a la par mientras la nieta, la hija, arrastra su mochila entre piernas trajeadas y semblantes dormidos. La edad la dicta el chirriar del cuerpo y no los años y así lo demuestra cualquier trayecto en el transporte público de esta ciudad.

- Siéntese, madre, siéntese. Venga, siéntese, que la dejan sitio, siéntese.

Y la madre de la madre se sienta y extravía la vista en los pasajeros, mientras se suceden las estaciones: Duque de Pastrana, Colombia, Príncipe de Vergara. Ella se olvida de cada una al ritmo que llega, Duque de qué, Colom cómo, Príncipe de tal, bla-bla-bla de una voz robótica que advierte que hay salidas peligrosas, curvas sinuosas, paradas cada vez más lejos de aquel lugar que tu hija llama casa y tu ya no reconoces si quiera como algo habitual.

22 de abril de 2014

Nacho Vegas: "No hay oportunismo en la protesta de los músicos"

Nacho Vegas por Juan Pérez-Fajardo 

Es difícil resistir la tentación de un titular incendiario en una entrevista con Nacho Vegas, si es 'Resituación', su último álbum, de lo que se está hablando. Marcadamente político, el disco sirve de excusa para, también, escuchar qué tiene que decir el asturiano de la situación política actual.

Ha pasado un tiempo inusitadamente largo desde que el asturiano presentara su último EP, Cómo hacer crac (Marxophone, 2011) en el que ya parecía dar pistas de por dónde iba a moverse su siguiente trabajo.

Más de lo habitual, sin embargo, ha tardado Nacho Vegas en poner orden a sus nuevas canciones; él que nos tiene acostumbrado a una prolífica producción de álbumes intercalados de exquisitos EP's.

Vuelve con Resituación (Marxophone, 2014) a incidir en esas canciones de corte pop e inspiración folk a las que nos viene acostumbrando desde La Zona Sucia, aunque quizá con algunos guiños de más a la situación política, social y económica actual.

No es la primera vez que Nacho Vegas hace canciones de marcado sentido social (ahí están, por ejemplo, Nuevos planes, idénticas estrategias, Hablando de Marlene o Canción de Isabel) por lo que no sorprende esta faceta del asturiano.

Quizá lo llamativo y lo que ha hecho que este disco se considere su trabajo más político -a pesar del ya mencionado Cómo hacer crac- es que el asturiano se moja en cada canción, posicionándose junto a o en contra de los personajes que pueblan el álbum.

Cargadas las tintas en ese posicionamiento político, Nacho Vegas reconoce que las reacciones han sido “más tibias y más negativas de lo que pensaba”. “Tengo que reconocerlo”, dice, aunque añade: “Estoy convencido de él, más que en otros discos”.

Pero vamos por partes. ¿Dónde estaba Nacho Vegas que ha tenido que resituarse en estos últimos años? “Es verdad que el título puede llevar a pensar que estaba en algún lugar y que hay un movimiento muy brusco, igual que hay una ruptura aparente entre las letras que hacía hace unos años y ahora, pero tiene más que ver con algo que sucede pensando en el oficio de hacer canciones”.

Es aprender a mirar el mundo, intentar tener la capacidad de cambiar un poco la perspectiva de los cuatro temas universales que siempre tocas de diferente manera, porque el mundo cambia a tu alrededor y corres el riesgo de acomodarte en una manera de hacer las cosas. Intentar renovar esa mirada es una manera de hacer que la música siga viva”.

Aunque Vegas se reconoce más preocupado por “aburrir a los demás” que de aburrirse él, sí que admite que con La Zona Sucia percibió “que algunas de las cosas que hacía antes me interesaban menos”.

No quería ser especialmente retorcido con las canciones. Cuando escribía canciones dejaba que se fueran escribiendo a sí mismas y se convertían en canciones río, muy retorcidas y oscuras. En estos últimos tres años intenté que la mirada de las canciones fuese más hacia fuera que hacia dentro y eso requería podarlas”.

Así, buscando la esencia de sus composiciones, Nacho Vegas ha ido siguiendo la estela de “esas canciones tradicionales que se transmiten por vía oral y que son muy sencillas, pero que tocan teclas emocionales de una manera muy pura”. Ese es el estilo de canción que compone Resituación.

El compromiso, político o social, de estas canciones, sin embargo, explica Nacho Vegas, llega solo, pues dice no concebir su oficio sin un compromiso a priori. “Cuando te dedicas a esto tienes que estar comprometido con tu trabajo: con lo que haces, cómo lo haces, cómo vinculas tu música y cómo intentas que llegue a la gente”, argumenta.

Y también, evidentemente, con las canciones, “con la honestidad con la que las estás contando e intentando no ponerte máscaras y ser completamente honesto. Eso requiere un compromiso que es la única premisa a la hora de escribir canciones y tienes que consagrarte a él”.

En este sentido, el artista pone en duda ciertos aspectos de este disco en los que unos u otros han recalado con más ahínco. “Ni creo que este disco sea el más político, ni creo que los anteriores no lo fueran en absoluto, aunque supongo que es normal que se carguen las tintas sobre algunos temas si tienen más relevancia por una cuestión de actualidad o porque dan más morbo. En otros casos se cargaron las tintas sobre otros temas que tampoco estaban tan presentes en mis discos, como las drogas, por ejemplo”.

Negar, en cualquier caso, que Nacho Vegas se moja como no lo había hecho hasta ahora en sus discos, sería absurdo. “Noto que en lugar de partir de relaciones más íntimas el disco habla más de relaciones sociales y al ser un disco de personajes las relaciones que entablan unos actores con otros son distintas a las que podían entablar en un disco como La Zona Sucia, que partía desde la primera persona, en un tono más confesional. Pero supongo que decir que es un disco político es algo reduccionista”.

De ahí, precisamente, que le preocupe que esa visión del disco haga que canciones como Luz de Agosto en Gijón o Rapaza de San Antolín se diluyan dentro del álbum, cuando son composiciones de peso en el mismo.

¿Quizá esa parte de la críticas más tibias y negativas venga de un sector algo hastiado de que los músicos protesten ahora que pintan bastos y antes callaran?

Yo no percibo nada de oportunismo en la protesta en la música, a pesar de que esto es una conversación recurrente últimamente. Al contrario, lo que me resultaría raro es que nadie hablara de lo que está pasando”.

Quieres hacer canciones y tu materia prima es tu vida, entendiendo ésta como tú en un mundo y todo lo que te rodea. Entonces tienes que hablar de lo que está sucediendo. Lo extraño era que hace diez años nadie hablara de ello, se dedicara a mirar hacia otro lado y que hubiera esta especie de resignación autoconvencida. Eso, en cierto modo, era más oportunista que ahora que la gente está hablando de ello, sin embargo nadie llamaba oportunista a quien hablaba de paseos en bicicleta cuando la gente vivía instalada en una precariedad social realmente insoportable”.

Las críticas, sin embargo, ahí quedan, más justas o injustas, merecidas o inmerecidas, para que el autor de la obra haga con ellas lo que considere. “Si una revista de la que soy lector y con la que crecí me hace una crítica negativa, como mínimo me da qué pensar y me hace cuestionarme lo que hago. La crítica sirve porque me parece importante ver lo que hago con perspectiva”.

La crítica, entonces, sirve de algo al autor, y de poco a los criticados por el autor ¿De qué sirve entonces protestar en las canciones? “Para entrar en comunión con un montón de gente. A mi las canciones me sirven para sentir que lo que se expresa en esas canciones es un sentimiento común y eso sirve para constatar que estás vivo y para empoderarte de alguna manera. Creo que esa es la función de la música popular”.

La música popular habla más de sentimientos colectivos que de sentimientos individuales o por lo menos el viaje que se hace es desde lo particular hacia lo colectivo. La música es un lenguaje previo en cualquier sociedad a los idiomas, por eso tiene tanto poder”.

Las referencias a la música popular a lo largo de la conversación no son en vano. Nacho Vegas reconoce que este es un disco de pop, entendido el género como una música llena de contrastes y de sentimientos encontrados que dan lugar al nacimiento de una canción.

Polvorado, que es una canción con una letra poco amable, pero tiene un aire de celebración, o Runrun, que es una canción muy sosegada pero que en la letra hace referencia a un mundo hostil” son dos buenos ejemplos de esa concepción de la música popular que tiene el asturiano, que admite que el folk juega un papel muy importante en sus recientes composiciones.

Como en la música tradicional, quería “desplazar las canciones desde el yo a un nosotros, hablar de personajes y utilizar canciones con estructuras un poco más sencillas, pero que apelasen a sentimientos más profundos”.

Así, Vegas ha continuado con un proceso que inició tras Actos Inexplicables (Limbo Starr, 2001) de ir deshaciéndose de la primera persona, que “te limita mucho a la hora de escribir”. “Es más factible cuando vas creando personajes y a la vez vas dándole tú voz a esos personajes. Estás hablando de ti, pero te permite distanciarte de ellos y mirar las cosas de otra manera”.

En un disco de personajes hay uno en concreto que viste de azul que no sale bien parado en ninguna de las canciones. El autor dice no haber sido consciente de ese papel de malo que le atribuye a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y, aunque cree que en ciertos momentos la mirada que les dirige es compasiva, sí reconoce que no les ha dedicado sus mejores líneas.

Alguien que trabaje en la UIP y que duerma bien no forma parte del mundo que a mí me gustaría que existiera”, sentencia el asturiano, que cree que la Policía está al servicio del poder cuando reprimían manifestaciones de trabajadores en su tierra y cuando sacan de sus casas a los desahuciados. “Digamos que la represión policial visibiliza la pantomima de democracia que nos quieren vender y por eso se ha colado en las canciones”.

Unas canciones que, siguiendo la tónica habitual del estilo de Nacho Vegas exploran esa línea “que separa lo que puede estar permitido contar en una canción confesional de lo que es puramente impúdico”.

En el disco planea un poco la vulnerabilidad que tenemos todos y lo indefensos que estamos”, señala el autor poniendo como ejemplo la canción de Adolfo Suicide, “lo más cercano a una canción de amor” que hay en el álbum.

En otras, como Un día usted morirá o La vida manca, Vegas vuelve a la muerte “como una excusa para celebrar la vida”.

Nacho Vegas, blanco y negro. Foto: Juan Pérez-Fajardo 

Al final las cosas más importantes son las más frágiles, igual que el amor, que sabes que siempre puede acabar. La vida es igual, sabes que se va a acabar y eso hace que sea inevitablemente algo muy poderoso; por eso hablar de la muerte es un buen motivo para reivindicar la vida”, al más puro estilo de Antonio Gamoneda.

Pero quizá donde mejor se perciba ese pendular sobre el lado más salvaje de la retórica sea en las referencias explícitas o implícitas a la violencia que se incluyen en Resituación. “Hay una llamada a la acción en las canciones, pero no es realmente al motín. Desde luego si hubiera una revuelta popular violenta tampoco nos pillaría desprevenidos, motivos hay, pero en las canciones está todo expresado de una manera más metafórica”.

No hay una llamada a la violencia, es más bien que tenemos que tomar conciencia de que lo que sucede sucede porque se está ejerciendo una violencia muy agresiva, y aguantar y no responder con más violencia es un ejercicio muy difícil”.

Lo que se está intentando precisamente es apelar a un sentimiento de comunidad y a una lucha colectiva, porque al final somos más, pero lo de la violencia me crea muchos dilemas. Creo que con lo que está pasando todo el mundo puede tener un problema ético con la legitimidad o no de la violencia”, señala el artista que, sin embargo, se define como una persona pacífica, aunque no pacifista.

De momento, opina, algo está cambiando en la sociedad española, en la que movimientos como la Plataforma Anti-Desahucios se revelan “como los verdaderos agentes de la transformación social, mucho más que los partidos a los que estaba encomendada esa labor”.

La esperanza es que esa voluntad de cambio se mantenga cuando las cosas vuelvan, si es que vuelven, a su cauce. “Creo que es muy difícil hacer el camino a la inversa: tomar conciencia y volver a instalarte en un discurso cómodo es más difícil que lo contrario, estar en un sitio cómodo y tomar conciencia de las cosas. “Es lo que me gusta pensar, pero -concluye- dentro de unos años volveremos a hablar”.

9 de abril de 2014

Rapsusklei: “En España no hay educación, ni en los colegios, ni en lascasas”

Rapsusklei & The Flow Fanatics. Foto: www.boamusica.com

Probada la fórmula de la banda de acompañamiento durante más de dos años, el zaragozano se ha decidido a fijar la fórmula en un álbum, 'Reality Flow', en el que, junto a The Flow Fanatics repasa los géneros más destacados del rap con banda, del soul al rock y al reggae aderezados de su característica verborrea y estilo vocal.

A sus 34 años, Rapsusklei forma parte de esa segunda generación de raperos que ha contribuido con sus diferentes proyectos, acompañado o no, al auge del género rap en España. Zaragozano de escuela, sus trabajos se reparten entre Fuck tha Pose, innumerables maquetas, una alianza con Hazhe y dos discos en solitario, el primero de ellos Pandemia (2010, Muffin records/BOA).

A diferencia de aquel debut sin compañía, Reality Flow (2014, Eterno Miusik/BOA) se asienta en la banda de músicos (Arecio Smith, Juan Pablo Balcazar, Antonio Torres Vega y Toni Mena) con la que el Mc se ha hecho acompañar en sus conciertos durante los últimos años y con la que, hasta este disco, había trabajado sobre todo el reggae.

Tras dos años probándose sobre los escenarios, Rapsusklei y The Flow Fanatics han decidido explorar otros géneros y estilos, desde los ritmos más duros del rock a las melodías más sinuosas del R&B o el soul, pasando por trazos de música latina y blues.

Todo ello ha requerido un cambio de hábitos en el Mc. “Normalmente escribo a capela y monto las letras sobre el ritmo, porque me imagino como debería ser la música. Con la banda ha sido al revés, primero la base rítmica y luego la letra”, explica durante la entrevista.

Aunque el resultado le ha convencido y satisfecho y aunque toda la banda ha ejercido un poco como director de orquesta de las composiciones, el rapero confiesa: “Si ahora volviera a hacer el disco, lo haría a mi estilo”.

Lo ha visto en algunas de las canciones del álbum, Con 33, Llamada en Espera o Reality Flow y Fánatico del Flow, con las que dice haber conseguido la meta que se propuso al empezar a crearlas, tanto en forma como en contenido.

“Sin ellos (los Fanáticos del Flow) no hubiese salido el disco”, dice a continuación, dejando claro que se trata más de un querer ser meticuloso con cada canción que escribe que una crítica a sus compañeros de proyecto, que le han dado la base para los 16 tracks que componen el álbum.

“Los ritmos te inspiran, desde luego, uno melancólico te inspira nostalgia y te ayuda a rebuscar lo que decir. La música te suelta palabras”, señala Rapsusklei, que ha mantenido en este trabajo “un lado poético y un lado social, un mensaje con conciencia; no para educar a la juventud, pero si para dar un mensaje positivo”.

Porque para el zaragozano el hip-hop tiene una función didáctica y moralista. “Cuando empezó todo era paz, amor, unidad y diversión, era música para pasárselo bien en las fiestas, hasta que llegó un grupo que hizo una canción que se llamaba The Message”.

Ese punto de inflexión que Rapsusklei sitúa en la canción de Grandmaster Flash & The Furious Five fue también “la honda” a la que el Mc se acogió y se acoge dentro del género. “Creo que la cultura hip-hop hace una labor muy grande y que en muchos países está ayudando a salir de las pandillas o a salir de las drogas a mucha gente”.

Sus experiencias en países como Panamá, Mauritania o Guatemala refuerzan esa opinión y le convencen de que el hip-hop requiere de más unidad y amor al prójimo. “Vamos a dejarnos de tonterías, tú haces lo mismo que yo, aunque tú hables de otra cosa o tengas otro estilo”, dice.

El problema, ya centrándonos en España, es “que nos gusta mucho el marujeo” y hablar algo más de la cuenta, opina. “Yo creo que todo parte de la educación. En España no hay muy buena educación, ni en los colegios ni en las casas. Si en tu casa te enseñan a ser buena persona ya puedes ser un analfabeto que vas a ser buena persona, pero si te enseñan a ver cómo discute Belén Esteban es lo que vas a ser”.

A juicio del músico, falta en este país, además de educación, motivación, modelos que instruyan en la lectura y la música, instituciones que se hagan cargo de lo que hoy por hoy es un gran vacío cultural e intelectual. “¿En este país qué te motiva? Si prohiben muchas de las cosas, no hay ayudas a la educación... ¿Qué hace la juventud? Se va al parque a fumar porros y a hablar de que el otro no sabe hacer nada o de lo que ha visto en la tele”.

No es, reflexiona, una cuestión únicamente de imponer nuevos modelos culturales y educativos, si no también de principios. “Puedes cambiar la mentalidad de un país, pero solo se hace con años de esfuerzo y educación. No hace falta ser catedráticos, igual eres un catedrático pero eres mala persona, pero inculcar principios es básicamente inculcar educación”.

Quizá por todo lo anterior, Rapsusklei confiesa que su “fijación” con este disco y en adelante es intentar hacer rap con conciencia, aunar en su medida justa la diversión y las letras comprometidas y el mensaje social.

En ese punto se le plantea el dilema. El estilo del zaragozano pasa en muchas de sus composiciones por una balacera de palabras, un torrente de imágenes, referencias y alusiones que no siempre son fáciles de captar en una primera escucha.

“Eso permite que lo escuchen cuatro veces y cada vez descubran algo nuevo”, dice sonriendo. “A mi me sigue pasando con canciones que llevo escuchando diez años, igual que cuando lees poesía o estás ante un cuadro muy elaborado”.

Un objetivo sin duda algo complicado en un tiempo en el que la música se consume muy rápidamente y en el que la perdurabilidad de las cosas es cada vez menor. “En las nuevas generaciones hay sobreinformación -dice- Nos pasa con las mujeres, la música, las relaciones, nos pasa con todo. Todo es de usar y tirar”.

La solución tampoco pasa por un proceso sencillo. “O te reinventas cada mes o haces música eterna. Hay canciones que envejecen como el vino y cada vez que las escuchas son mejores ¿Cómo se consigue eso? No lo sé, pero hay algo ahí que alguien ha sabido coger”.

Tirando de este hilo, Rapsusklei admite que todavía le queda mucho camino por recorrer. “Me hubiera gustado ser un crack y hacer mi mejor disco con 30, pero después supongo que habría muerto de sobredosis, que es lo que han hecho los grandes”, bromea, y aunque dice que en ocasiones volvería a empezar de cero con su carrera y aunque no ha conseguido esa “canción definitiva” que parecen perseguir muchos artistas, Rapsusklei tiene claras sus opciones: “Yo he preferido vivir mi vida, que lo mío me ha costado; pero me quedan cuarenta años por vivir. Tengo cuarenta años por delante y creo que puedo hacerlo”.