20 de febrero de 2008

Hasta siempre, comandante

El revuelo internacional que se ha formado por la última carta del comandante Castro se diluye en el Malecón de La Habana igual que el viajero ve desde la fortaleza del Morro ensombrecerse la ciudad vieja a medida que el sol se pone tras ella: lentamente y con menos ventolera de la que se le ha dado en el resto del mundo, que no es precisamente donde más pueda interesar.
Las ganas de enterrar a Fidel han hecho que medio mundo enarbole la bandera de la democracia para ser el primero en ponerla en Cuba, algunos incluso han hecho ademán de presentarse en cuerpo y alma ante la Asamblea Nacional del Poder Popular a proclamar ellos mismos el cambio de régimen y abrirle mañana mismo la puerta a la libertad, con su prensa independiente, su respeto a los Derechos Humanos, su pluralismo político y su capitalismo, claro.
Pero en la capital de la isla, igual que en Cienfuegos, Bahía Cochinos o Santa Clara, todo sigue en calma y alguno que otro aquí recuerda la media década que le ha costado a la República Popular China dar un paso hacia la propiedad privada o se pregunta si tendrá razón Fraga, que más de una queimada se ha preparado en sana competición con el comandante, cuando dice que el hermano del jefe de Estado es un pragmático y que, por tanto, acabará por abrir el puño.
La sensación general en este archipiélago de las Antillas es la de que el resto del mundo no comprende, no conoce, no ha vivido con el comandante y no acaba de entender que para acabar con el terco de Fidel ha tenido que visitarle la propia muerte para aferrarle por el cuello y obligarle a pensar que incluso él debe llegar en algún momento al final.
Para el adepto al sueño de Marx o incluso para el que cree que otro mundo es posible, lo único que acontece ahora es la lenta despedida de un mito, del símbolo vivo de la revolución, del cabecilla del asalto al cuartel Moncada y el compañero del Che, ese semidios que vive en el boca a boca de las ruinas coloniales de Cuba y que, para fortuna de empresarios y soñadores, jamás se vio corrompido por la dictadura de Fidel.
La patria seguirá por muchos años como hasta ayer, comentan en voz baja cinco cubanos sentados en un banco del paseo de José Martí antes de acercarse a la ventana del desdichado que puede ver el serial de las cinco en el interior de su casa y no disfruta de la singular desvergüenza y los comentarios de los mirones habituales.
Pero fuera de esa burbuja del tiempo y los sentidos que es Cuba, nadie piensa realmente en el mañana de sus habitantes y abre el periódico de hoy sabiendo de antemano que esa isla siempre fue una despiadada dictadura o el cuento de un bonito sueño que la historia absolverá.
...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy listo el comandante, con esta renuncia/despedida va a poder leer sus obituarios antes de morir. Hasta en eso va a ser diferente al resto de los mortales.

Anónimo dijo...

Mito, semidios, la historia le absolverá... me da rabia, querido amigo, que un escritor con mayúsculas como tú guarde esa equidistancia literaria con el terror de la dictadura castrista.

Anónimo dijo...

..."y abre el periódico de hoy sabiendo de antemano que esa isla siempre fue una despiadada dictadura o el cuento de un bonito sueño que la historia absolverá"... la equidistancia literaria es buscada, porque aunque ambos sabemos que nuestra visión de Cuba es completamente divergente, mi intención no era juzgar, sino hacer equilibrios para no caer en la valoración... ¿negarás que el Che es en Cuba un semidios?