28 de octubre de 2008

Quimera

(ahí está, tal y como dijiste que sería)
...no puedo apartar la mirada de ti...


La cabeza, en ocasiones, puede ser más quimérica que el corazón y llevarnos a imaginar que lo imposible será, que el infinito es metal maleable a nuestra voluntad, que lo fugaz es lo anhelado...

...pensar, por ejemplo,
que la princesa de Esparta no desencadenó el fin de Troya,
que no hizo arder la ciudad de las altas murallas el rey déspota
y que fueron responsables los bucles,
la incomprensible belleza de una sonrisa,
los ojos eternos en la memoria del Guerrero
de Briseida...

¿valdría entonces la pena
lanzarse a tomar lo inexpugnable?

Retarse a uno mismo en vida, sentir el miedo propio del devenir, de lo desconocido, es lo que nos lleva al ser verdadero, al ser último que todos deberíamos llegar a ser: consciente de la energía de su sustancia, conocedor de sus carencias y bondades, pero sin limitaciones.

...no siempre es fácil detenerse y pensar
cuando el cuerpo pide entablar batalla
sosegar las monturas hechas de aire
acallar las cuerdas de los arcos
que ya vibran dando muerte a la razón
detener los impulsos de la carne
arrancada de las manos de la memoria...

No sometas y condenes lo eterno a la vil materia que arroja el presente, pero cuestiona lo que se presenta como infinito hasta perder el conocimiento; sólo nosotros tenemos capacidad de manejar nuestra voluntad, aunque al final respondiéramos a designios superiores y el final de nuestros días, la silueta perfecta de cada huella, fuesen las líneas que otro marcó de antemano.

Sigo convencido de que juzgamos nuestros actos y fijamos la pauta de la siguiente vida: el karma existe, no es más que el metaconocimiento de nuestra esencia inmortal.


...

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