19 de diciembre de 2008

El amigo americano

El nuevo presidente de Estados Unidos es de esa clase de gente que a uno le gustaría tener de colega. Con él son todo mariposas, flores y besos en la boca. Buen rollito, paz y todas esas cosas que nos han colado gracias a esa mezcla que es de predicador, Jesucristo y Denzel Washington.
Ahí está la ministra de Defensa preparando las tropas para cuando Barack las pida; en Moncloa retoza Zapatero pensando en qué alfombra pondrá para cuando reciba al primer residente negro de la Casa Blanca; allá asoma Mariano para correr a darle la mano. Hasta un comunista de los pies a la cabeza como Cayo Lara canta sus alabanzas.
Hace tres meses, las barras y las estrellas generaban una extraña urticaria por asociarse a una clase de cowboy de gatillo fácil que se nos ha olvidado, pese a que siga siendo una gran parte del electorado americano. Pero de un tiempo a esta parte en este país hasta el último mono se iría de cañas con Obama.
Una de las primeras cosas a las que Barack quiere echarle mano es a Guantánamo. Le va a echar el cerrojo y el mundo entero se levanta y le aplaude. Hay razones, cierto es, uno tampoco entiende por qué la familia Castro sigue enviando por correo certificado los recibos del alquiler a Washington y es plenamente consciente de que convertir una base militar en un centro de interrogatorios -con todo lo que esta palabra puede llegar a suponer- sólo podría nacer de la barbarie de un humano.
Así es él. Se subirá al Air Force One, aterrizará en Guantánamo y vayan saliendo de uno en uno ordenadamente, pasen por las duchas, cojan esos trajes de segunda mano, despidánse de los guardias que ayer les quemaban los huevos con cables y no se olviden del billete de avión de vuelta a casa. Asunto arreglado. Abrazos, apretones de manos, copitas de despedida, jolgorio colectivo y tranquilo colega que ésto no ha sido nada, sólo un mal rato.
Evidentemente, a los malos de verdad se los llevará a una prisión federal para que les partan la cara los guardias y los presos o a otro centro en el interior de Estados Unidos para seguir haciéndoles lo mismo que hasta ahora, pero de forma más discreta. Ya saben, sin poner un cartel en la puerta que dice a qué nos dedicamos.
Otros, los que sin poder decir esta boca es mía fueron capturados, esposados e interrogados por ese efectivo método que la Administración Bush aprobó como válido y que consiste en coger a un tipo y fingir que se le está ahogando -como cuando te puteaba un colega en la playa y te hundía la cabeza bajo el agua, pero con algo más de mala leche- puede que anden algo mosqueados.
Volverán a casa, contarán lo que les ha pasado y grabarán en la memoria de los más cercanos las torturas, vejaciones y humillaciones a las que les sometieron unos tipos del salvífico pueblo americano. Memoria colectiva, se llama. Un magnífico invento que ha servido para mantener viva la mala fama que Occidente se ha ganado durante más de un siglo en África, Asia y Oriente Medio.
Y de la misma forma que los afganos recuerdan que una vez Estados Unidos les ayudó frente a la Unión Soviética y luego les dejó tirados con el monstruo talibán que habían creado; del mismo modo que los palestinos saben desde hace décadas quién apoya incondicionalmente las incursiones de Israel; de la misma manera que los iraquíes recordarán durante lustros quién puso su país patas arribas sin que nadie se lo pidiera, el odio se extenderá a lo largo de generaciones enteras, dispuestas a partirle la cara al amigo norteamericano. No prestarán atención a si el presidente de EE.UU. es negro o blanco y a la primera de cambio agarrarán un rifle para dar por saco.
Duda uno -y perdonen todo este escepticismo- que Obama se presente en un barrio de Teherán, Damasco, Bagdad o Kabul, y la parroquia entera corra para darle un abrazo.
Conclusión: Estados Unidos se ha lavado la cara y algunas partes de Europa se lo han creído, pero otros no tragan. Memoria colectiva, lo llaman.
...

2 comentarios:

soyborderline dijo...

Sí señor!
Aunque también es cierto que la memoria colectiva no es un presente que no esté dispuesto a cambio. No hay que olvidar, sin dejar de cambiar de dirección aceptando que no era la correcta.

Anónimo dijo...

Tengo pocos peros que poerle al texto. Está estructurado de puta madre, con sus comas y sus puntos en su sitio. Sin embargo, ¿no crees que no utilizas el mismo criterio moral para valorar a los malísismos Estados unidos y a los pueblos "oprimidos" de Irak, Palestina, etc? ý además, ya sabes que no comparto esa justificación antioccidental fomentada en Occidente por beatros de las ideas y que pasa por admitirnos culpables ante los terroristas. Quien asesina a 3000 tios en las torres gemelas no es un oprimido musulmán. Es un hijo de puta. Y nada más.