24 de diciembre de 2008

Un regreso, una visita

De pronto, sin que nadie te ponga sobreaviso, has llegado a ese momento que tanto temías, ese en el que un regreso se transforma en un llegar de visita, en que tu tierra ya no te pertenece o tus ojos ya no son los mismos.
Eres un extraño donde naces y también donde paces; eres extranjero de tí mismo. Y aún así, todo parece en su sitio.
Andrómeda continúa colocándose el cinturón frente a la ventana de siempre, a la hora de siempre, en esa bóveda oscura que ya es de las pocas que frecuentas en las que queda sitio para el brillo de alguna que otra estrella.
Ahí sigue Antares con su parpadeo rojizo sobre esta calle inalterable, con más casas rodeándola y más coches coronándola, pero con los mismos socavones en la calzada, los mismos rotos en los bordillos de las aceras, la misma humedad gélida de cada noche cerrada.
Es en esas ocasiones en las que te parece que el mundo continúa girando en todas partes menos aquí, esta isla que una vez fue el centro de la Tierra, y aún así tu eres incapaz de recordar donde guardaste todas tus cosas.

4 comentarios:

EsSa dijo...

Es curioso pero es cierto. A veces tu vida ha dado una giro de 180º o más, por el motivo que sea (viajes, trabajo, situaciones...) pero cuando regresas a tu lugar de origen o incluso cuando te paras a observar, tu alrededor se mantiene como siempre.
Felices fiestas.

Anónimo dijo...

Hay que volver de vez en cuando al lugar donde uno ha crecido como persona para poner los pies en el suelo. Uno se da cuenta que por mucho que haya cambiado o por mucho que haya cambiado su vida, el fondo, la persona, sigue siendo la misma y el mundo sigue girando igual que cuando eras pequeño.

Anónimo dijo...

Como alguien ya dijo no somos más que extranjeros... Tendremos que aprender a vivir con la sensación de no saber de donde somos... maldita y extraña sensación despues del viaje...
Un beso Miki

Gloria dijo...

A veces en la rutina de lo monótono se esconde el cambio. Bonita reflexión.