28 de marzo de 2008

La novia del pequeño Nicolás

Él es el Hombre. Él es Sarkozy. Presidente de la V República Francesa, Copríncipe de Andorra y Maestre de la Legión de Honor. Pero se le cae la baba como a una colegiala cuando la recién estrenada Primera Dama le pone morritos de mon chéri y parpadea dedicándole mirada de gatita asustada. Ahí está la esperanza del pueblo de la Revolución Francesa, el hijo de inmigrantes con el que se jactaba de haberse fotografiado cualquier líder de la derecha europea, convertido en un símbolo fálico, en un icono del compadreo de barra de bar y palillo en boca, en el acompañante de un mito sexual de la década pasada venido a más. Correteó con ella de la mano de Eurodisney a El Cairo y la subió a un coche oficial sin atender a los que hacían encaje de bolillos para que el affair cuadrara en el protocolo, tan estricto y encorsetado como éste es. Y, mientras, Carla aprovechaba para promocionarse en la caja tonta cantando aquello de bang-bang, como si con ella no fuera la cosa.
Sólo ha logrado ponerle firme la Reina de Inglaterra, que se veía venir visita oficial con acompañante incómoda incluida, y le puso los puntos sobre las íes al personal: en casa de Isabel II los novietes duermen en camas separadas, que esa corona la llevó un día el líder de una iglesia al margen de la de Roma, y menudos son los protestantes en asuntos del querer. Monsieur le président se imaginó correteando por los pasillos de Buckingham Palace en plena noche y, aunque la idea seguro que no le desagradó, optó por casarse, por lo civil, claro, porque para laicos los franceses.
Así aterrizó en Londres la pareja de moda, bien erguido él y con zapato plano ella, de visita relámpago al matrimonio Brown en el número 10 de Downing Street, donde esa misma mañana se había desayunado con el desnudo de Bruni en todas las portadas. Pero fue el cuerpo de madame Sarkozy lo que disculpó que el primer ministro británico se disputara a codazos con su invitado un hueco junto a ella en la fotografía; o que, accidentalmente, todos los objetivos de las cámaras pasaran la mayor parte del tiempo que duraron los discursos buscándole a la susodicha su mejor perfil.
Pero en Francia, tierra de gente sobria, eso de que el máximo responsable del país le lance besitos a la churri en medio de cualquier acto público y luego llame gilipollas al ciudadano que se pone respondón, le ha tocado la moral a más de uno, seguramente porque en esas latitudes ya están hasta el moño de escuchar a la honorable esposa del presidente de la República susurrar quelqu'un m'a dit en todas las radios.
Pero si su carisma -y su partido- se ha venido abajo en las últimas elecciones, que más da. Nicolas está enamorado. El pobre.


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25 de marzo de 2008

De vuelta

Cuatro y cuarto de la tarde. Las máquinas quitanieves todavía no han llegado y el motor de los coches al ralentí es un rugido que recorre constante los cuarenta kilómetros que separan al último conductor del puerto de montaña que interrumpe, desde hace más tiempo del necesario, el camino de vuelta casa. Resulta irónico pensar que al menos uno de cada cien vehículos aquí aprisionados no llegará a su destino de una sola pieza.
El elegido podría ser ese coche diminuto de color rojo en el que dos perros se mueven nerviosamente por el asiento trasero y asoman la cabeza por la ventanilla y le ponen ojos vidriosos al enorme pasto nevado que parece llamarles a olfatear. Delante una pareja se dedica miradas cariñosas, mientras ella acaricia con amor su nuca y él lanza besos que se reparten a partes iguales entre la joven y los animales que de tanto en tanto se abalanzan sobre los asientos delanteros.
O quizá ese vehículo familiar en el que la bandeja trasera la ocupa por entero un niño tumbado bocarriba, con los brazos extendidos y las manos gesticulando hacia el cielo, guiñando el ojo para enfocar mejor a las nubes que se han convertido en improvisados juguetes. A su lado su hermano se entretiene con algo situado sobre su regazo y su padre mira aburrido por la ventana abstraído en la vuelta a la rutina del día siguiente, y su madre le pone cara de hastío a las interferencias de la radio.
Puede que sea ese en el que una jovencísima pareja discute casi por encima del ruido de la carretera, haciendo bruscos aspavientos ella, girándose con furia para lanzar sus gritos él. Nada parece poder detener el huracán dialéctico en el que se han enfrascado hace más de media hora, como si ella le hubiera pillado in fraganti coqueteando secretamente con la hermosa figura que se le adivina a la conductora solitaria que es su vecina y él respondiera con algún tipo de rencoroso reproche que versa casi de una vida anterior.
Y una hora más tarde aparece la máquina quitanieves en la calzada que transcurre en sentido contrario, arrastrándose lentamente por el andén. Dos horas después el coche de delante empieza a avanzar tímidamente, con cauta seguridad poco después. Y los que han compartido pacientemente apenas veinte metros cuadrados reanudan su rumbo fijo sin despedirse del vecino con el que nunca más se volverán a encontrar.


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11 de marzo de 2008

Cadáveres políticos

Una hoja que se marchita y cae ha sido la Izquierda Unida de Llamazares, aquella formación que una vez tuvo un líder capaz de proclamar la III República en la soledad de su alcoba y movilizar con sus soflamas a cientos de miles de entusiasmados votantes, ajenos al 'tsunami bipartidista' que denunciaba Gaspi para justificar la dulce muerte a la que se va a someter de aquí a la Asamblea Federal que tratará de buscar a un nuevo icono de la izquierda alternativa española.
Porque, una vez que hasta sus acérrimos han optado por unirse a Fran Perea a la plataforma de apoyo al que ya es presidente del Gobierno, a Llamazares ya sólo le queda morir lentamente en su escaño del Congreso, junto a su 'company' catalán de voz melosa y discurso endeble. Puede que este país ya no esté hecho para las pocas ideas subversivas sobre la lucha de clases que, en algún que otro ataque de lucidez, ha parido Izquierda Unida en la última legislatura. O puede que su líder no haya conseguido hacer que la gente discierna entre él mismo y su caricatura.
En cualquier caso, no quedan valientes como Anguita para ponerse al frente de esta formación. Aquellos que durante los últimos ocho años han tratado de lapidar a Llamazares desde dentro llamando a la refundación no entienden que un líder busque protagonismo en la escena política a gritos, vendiéndose como Supergaspi en la red; pero tampoco han dado un paso al frente cuando el partido que podría ser estandarte de la verdadera izquierda se ha hundido casi por completo y el capitán ha hecho las maletas para abandonar el barco.
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Con más sutilidad y diplomacia se prepara una noche de los cuchillos largos en Esquerra (amb 's' aquí i a la China Popular, senyors espanyols). Los republicanos han despertado del sueño del aznarismo y han comprobado que las grandes arengas independentistas sólo funcionaban cuando el anterior inquilino de La Moncloa era antipático y, encima, vivia en Madrid.
Puigcercós parece haber decidido dar un golpe de mano en la dirección del partido tomándola al asalto con la ayuda de las bases asamblearias del partido, aprovechando que Carod-Rovira se ha acomodado ejerciendo de relaciones públicas para la Generalitat en ese despacho al que él mismo colgó el cartel de 'Vicepresidencia'.
Josep Lluís va a pasar un duro examen ante la militancia, con un número dos que ya ha presentado los deberes y ahora está dispuesto a darle las collejas que le pidan desde abajo. Puigcercós ha salido del Govern sin ruido y convencido de sus opciones para liderar a una Esquerra Republicana de Catalunya que sigue pensando que la independencia es el camino.
Y el molt honoratble president Montilla asiste impertérrito a las intrigas palaciegas de sus socios , muy en ese estilo de político sueco que no parpadea mientras algunos se huelen un conato de revolución republicana que podría obligar a adelantar una vez más las elecciones. Del 'charnego' impasible en el que nadie creía dependerá que todo siga atado y bien atado en una legislatura en la que los nacionalistas conservadores de CiU van a poder sacar pecho nada menos que desde Madrid.
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Por último, por encima de los cadáveres políticos de la izquierda y el independentismo catalán, el dirigente al que la vida premió con dos hijos varones cuando él lo que quería era una niña de la que presumir por toda España. Viendo al Mariano del domingo al filo de la medianoche, ese al que su mujer frotaba la barriga con protectora dulzura mientras el resto de los que salieron con él al balcón a dar la cara hacía muecas de alegría, a cualquiera se le olvida cuál es el Partido Popular del que ha tirado cuatro años.
Desaparecido en combate cuando los medios que le han jaleado -y de los que se ha valido- esta legislatura ya no daban ni un duro por él y pedían las cabezas necesarias en la formación que un día tuvo la mayoría absoluta, Rajoy dice que está tocado, pero no hundido, y se ha plantado delante de los suyos para dejar bien claro que él no se bate en retirada.
A más de uno se le ha caído la lágrima pensando '¡con dos cojones, Mariano!', pero lo cierto es que aún habiendo dado un puñetazo sobre la mesa a nadie le extrañaría que de aquí a junio le hubieran crecido los enanos y que los que hoy le aplaudían con entusiasmo mañana le condenen al exilio europeo, que es en Bruselas donde van a morir los políticos una vez que han servido a la manada como les había sido asignado.
Con los contadores a cero y escaso margen de tiempo desde que se dé el pistoletazo de salida en el Congreso en abril hasta que tenga que someterse al juicio del partido en junio, Rajoy va a tener que enfrentarse día sí, día también, a los coqueteos de algunos de los dirigentes del PP con la pregunta del millón: ¿aspira usted a la sucesión?
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Nota al pie: Los procesos electorales son, en algunos casos, como esos días de otoño en los que se adivina el invierno que está por llegar; en otros, como un paredón de fusilamiento.
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