2 de noviembre de 2010

Roque

Conocí a un tipo que se alzaba el cuello cada mañana al salir de casa, porque decía que los mejores días, aquellos en los que los ruidos de la fauna urbana parecen ser la banda sonora de tu camino, sólo podían empezar de esa manera.
Llevaba tupé y chupa de cuero. Cuello alzado, gafas de sol, paso firme, zancadas largas y mirada al frente. Trabajaba en un taller mecánico del sur de la ciudad y nadie sabía limpiar un carburador como él.
La vida no le da nada a los que caminan encorvados, decía, y enfilaba la calle cuesta arriba, hacia la parada del autobús.

Era un tipo curioso. Le llamaban Roque.

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