21 de noviembre de 2010

Criatura de escenario

E. ponía empeño en el arte de desaparecer. Cada cierto tiempo uno se encontraba con un armario vacío donde creía que podría encontrarla. 

Limpiaba la escena como una auténtica criminal: ni sábanas revueltas, ni ceniceros sucios, ni manchas delatoras de café. Nunca dejó un rastro de aliento que se pudiera seguir. 
No es sólo que no estuviera, sino que parecía que jamás hubiera estado.


Aún así, la casualidad siempre provocaba que alguien descubriera su escondite. 
Podía haberlo abandonado todo, cambiado el nombre, teñido el pelo, dormido en brazos de un hombre o de una mujer, que su tapadera saltaba por los aires una y otra vez.

Si se la encontraba, torcía el gesto, llevaba una mano a la cadera y encendía un cigarrillo. 
Supongo que se ha vuelto imposible que algo desaparezca para siempre si no es gracias a la muerte, decía. 
Luego regresaba un tiempo, sin contar nunca dónde o con quién había estado. Nadie sabía qué había hecho en su ausencia.
Se la podía ver entonces leyendo en los portales de las calles más céntricas de la ciudad, escondida entre la multitud, pensando su próximo destino y calculando el tamaño que debía alcanzar la próxima vez para deslizarse a través de las grietas que el mundo trataba de ocultarle.

Algunos consideraban a E. un ser egoísta, otros creían que sólo quería ser como Houdini. En cualquiera de los dos casos, se la reconocía como una gran artista del escapismo.

2 de noviembre de 2010

Roque

Conocí a un tipo que se alzaba el cuello cada mañana al salir de casa, porque decía que los mejores días, aquellos en los que los ruidos de la fauna urbana parecen ser la banda sonora de tu camino, sólo podían empezar de esa manera.
Llevaba tupé y chupa de cuero. Cuello alzado, gafas de sol, paso firme, zancadas largas y mirada al frente. Trabajaba en un taller mecánico del sur de la ciudad y nadie sabía limpiar un carburador como él.
La vida no le da nada a los que caminan encorvados, decía, y enfilaba la calle cuesta arriba, hacia la parada del autobús.

Era un tipo curioso. Le llamaban Roque.