13 de febrero de 2012

Lapidario de Martín Osuna

"La vida tratará de derrotarte en cuanto te descuides".
Se llamaba Martin y había sido boxeador.

"La vida se defenderá de tu presencia en ella a base de bien. Lanzará ganchos, fintará tus respuestas y sabrá encajarte a veces donde más te duela".
Debía superar por muy poco el metro setenta, pero conservaba ese físico compacto que adquieren las cosas que están acostumbradas a recibir impactos.
Algo así como un monolito envejecido era Martín Osuna.

"Y nunca te dará una tregua. Cuando suene la campana tú tendrás que haberle enseñado todo lo que sabes, haberla mantenido a raya todo lo largo que haya sido el primer y único asalto que se te ofrece".
Desconozco cuántos combates ganó.
El cuerpo anota únicamente sus derrotas; dificilmente encontraremos huellas en él de las victorias que logremos.
Cada muesca que lucimos es un recordatorio de que algo falló y Martín tenía la cara llena de ellas.

"Regocijate unos segundos en cada tanto que le anotes. Saboréalo como si no fuera a haber otro. Tú serás el único juez y, sumando cada punto a tu favor, deberás decidir si puedes proclamarte vencedor del combate".
Falleció a finales de diciembre. Como únicas posesiones, en el bajo en el que vivía alquilado desde hacía tres décadas encontraron una esclava de plata y un solo guante de boxeo.
Desconozco si Martín Osuna se llamaría a sí mismo campeón. Quién soy yo para robarle el valor de sus aciertos.

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