2 de noviembre de 2007

A mano alzada

Hay gente que nace con un profundo deseo de inmortalidad adherido a su espíritu. Otros se limitan a estar vivos. Claro que siempre está el que abandona y, con el paso del tiempo, se rinde a la inercia del camino humano. Se conforma entonces con dejar huella en los suyos, sin saber -ingenuo de él- que los demás también se irán y que nadie hablará de él cuando todos hayan muerto.
Nota al Pie: Alguien dijo una vez que temía que sus grandes aspiraciones fueran empequeñeciendo con el paso del tiempo y que los sueños, la pueril esperanza de ser algún día astronauta, el guerrero de la turbulenta adolescencia, el líder de la madurez, el sabio en la vejez, fueran cayendo uno a uno, para dar paso a un insondable conformismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

no dejes nunca de soñar...