24 de diciembre de 2007

De idas y de vueltas

Regresar parece siempre peor que ir, porque implica volver a algún lugar en el que has estado antes, quizá infinidad de veces, y puede parecer que no encontrarás en él nada novedoso, nada que pueda sorprender a tus cada vez más viejos sentidos. Pero eso sólo lo tienen presente los que siguen a pies juntillas la idea de que el hombre recorre el camino de la vida únicamente una vez, que no existen segundas oportunidades para corregir los -lógicos- errores cometidos en la primera vuelta.
Mas, otros, puede que los románticos empedernidos, no se conforman exclusivamente con mirar hacia delante en el camino y de tanto en tanto disfrutan echando la vista -y los pasos- atrás. Las cenizas del pasado se transforman entonces en lacónicas ruinas protegidas por la memoria, los rostros de los que una vez huías en brazos donde volver a dejarte caer, las piedras que apartabas a patadas en adoquines serigrafiados de recuerdos y esa neblina apestosa en una suave bruma que evocas con media sonrisa estupida en la cara.
Y es cierto que aquí pocas cosas cambian y las que lo han hecho ha sido lentamente, a un ritmo tal que permite calcular el recorrido que seguirán las arrugas y canas o predecir que muro será derribado o que campo será arrasado para dejar paso a una nueva mole de cemento y hierro, tan triste como es a veces el salto de la madurez a la vejez y el paso de la antigüedad tediosa a la bien hallada modernidad, pero nadie puede afirmar que ese regresar atrás para observar con inmensa nostalgia todos esos cambios es perder el tiempo en el pasado.
Nota al Pie: Hay algunos que creen que regresar es peor que ir, pero es que ellos nunca han estado en la isla de la calma.

11 de diciembre de 2007

El 'caso Fiber'

Navarros y navarras, riojanos y riojanas, pueden respirar tranquilos, nuestra insigne clase política ha sabido superar las trabas de la burocracia, defender la dignidad de los ciudadanos de estas dos comunidades autónomas ante las instituciones europeas y ofrecer una rauda y eficaz respuesta a los últimos y graves problemas que se viven en el cauce del río Ebro.
Por partes. Los hechos se remontan a la primavera de 2003, cuando algún ecologista desalmado del centro de Europa introdujo en esa parte de esta España nuestra varios ejemplares de una especie conocida por su ferocidad y animadversión hacia el ser humano, tan indefenso como está éste ante el resto de animales: el castor fiber.
El caso puede sonar a coña, pero lo cierto es que las autoridades de las comunidades afectadas, especialmente las de La Rioja, se quedaron espantadas al conocer la terrible noticia. Se calcularon una veintena de estos temibles roedores protegidos por las leyes europeas campando a sus anchas en más de 60 kilómetros de la cuenca y dedicándose a eso que se suelen dedicar los animales salvajes; ya saben, buscarse un refugio, husmear de tanto en tanto en aquellos sitios que les hacen gracia y apañarse la alimentación como puedan.
A la Administración se le han descuadrado los papeles, aunque, por supuesto, a nadie de la misma se le había ocurrido darse una vuelta por la zona hasta que algún ciudadano o ciudadana ha llamado rebotado porque algo ha revuelto su basura, se ha comido sus frutales o se ha puesto en plan chungo con su perro, pero ese es otro tema. El problema es que la especie no es autóctona y no ha cruzado la frontera de forma natural, sino que se lo han traído sin papeles, con alevosía y puede que con nocturnidad, para hacer más romántica la hazaña ecologista.
Pero el asunto tiene unas raíces históricas que ya quisieran muchos nacionalistas autóctonos para sí, porque el castor habitó esas tierras hasta el siglo XVII, datando algunos registros de la época en la que los romanos mamoneaban por la Península. Sin embargo, los animalitos no aguantaron lo suficiente ante los rifles de nuestros primos como para ser considerados nacionalidad peculiar española, reformar su estatuto de libre albedrío y reclamar la gestión de las aguas en las que establecieron sus madriguera.
Así que ahora que les pillamos despistados y antes de que exijan el derecho de autodeterminación vamos quitárnoslos de enmedio, pensó papá Estado, siempre tan opresor él, y se fue a las oficinas de la Unión Europea para pedir los permisos necesarios para darles matarile, no sentemos precedentes y cualquier hippie amante de las flores altere ese cuadro estático en el que a veces queremos convertir nuestros parajes protegidos como si esto fuera el coño de la Bernarda.
Y con los papeles en regla en una mano, los técnicos, que no tienen el tiempo necesario para pararse a contar el número exacto de la colonia de castores, ponerles el collar y darles el DNI para que no se pierdan -tan ardua es la tarea de velar por el medio natural-, se van a echar al monte con el rifle en la otra para evitar que nada dañe el ecosistema; como si pidiendo permiso pudiera uno ir a descerrajarle cuatro tiros al genio que parió el proyecto en el desierto de los Monegros o a los que se han dedicado a llenar de cemento nuestras costas.
Así somos, así nos va.

6 de diciembre de 2007

Manolo está pa'que le quieran

Manolo está pa'que le quieran, ni para peleas a cuchilladas por escaños, ni para que le muevan la silla a meses vista. Marín es uno de esos políticos como los que ya no quedan, de los que creen que el debate parlamentario, aunque no debe separarse de las aceras por donde pasean los ciudadanos, tiene el imperativo primordial de volar alto.
Hace ya unas semanas que dijo hasta aquí hemos llegado a sus señorías, que lo que quiere es olvidarse de mediar en escaramuzas rastreras y dedicarse a leer a Marco Aurelio o a investigar sobre el cambio climático en una universidad, a lo Al Gore, que se liga más que haciendo de niñera de diputaditos de baja estopa en la Presidencia del Congreso.
Pero antes de poner rumbo a su retiro en la capital de La Mancha le ha puesto los puntos sobre las íes a todo insigne individuo que hasta el Salón de Pasos Perdidos se ha acercado para hacerse unas fotos con la señorita Constitución, que a sus 29 y al contrario que su prima la bandera no se casa con nadie -su dios la salve- por mucho que la pretendan.
Y allí, apretaditos todos, les ha puesto firmes con ese garbo y salero que sólo él sabe ponerle al asunto del discurso solemne. Que ya está bien, señores, que uno no es el pito del sereno y a ustedes se les ve el plumero, que lo que han hecho esta legislatura lo denuncio yo como 'mobbing' y con la indemnización le pago la jubilación a mi señora, hartita como está de verme sufrir la úlcera todos los miércoles por la noche. Y amén.
Así, sin despeinarse, ha reprendido a los niños que están enzarzados ya en la carrera a las urnas, por insultarse en clase, por hacer del discurso demagogia, por no saber continuar el collage de la mano y por convertir lo que debiera ser constructiva pedagogía en constante y mediática bronca.
Y cuando, por enésima vez este mes, los otros pongan cara de póker, se miren la punta de los zapatos y aleguen que yo no he sido, que el crispador es aquí mi primo, Manuel Marín ya no se quitara las gafas con gesto cansado ni tratará de poner orden en la sala mirando desesperado al tendido, mordiéndose la lengua para que no le salga una palabra más alta que otra.
Porque la ventaja de que a uno le sustituyan a minutos del final del partido es que el resultado se lo pasa uno por el arco del triunfo, y si nadie se da por aludido, corte de mangas desde el banquillo. Y aquí paz y después, gloria.