25 de noviembre de 2014

El mundo sin abrigo

Imagínatelos en cueros, con la carne al descubierto en situaciones en las que normalmente se protegerían con una camisa, un vestido, unos pantalones.
Imagínate que solo llevaran sus chaquetas para protegerse del frío y que despojarse de ellas, en el metro o el autobús, al llegar a la oficina o al entrar en el supermercado, fuera un striptease tan natural como socialmente aceptado.
Imagínatelos a todos desnudos. Ese hombre que se parece a Alfredo Landa, esa colegiala de falda plisada y a cuadros que lee 'Leyendas y Rimas' de Gustavo Adolfo Becquer (cuando tú y yo estudiábamos eran 'Rimas y Leyendas', hasta ese punto hemos perdido la poesía) ese ejecutivo trajeado que mira al frente marcial y engominado, esas dos señoras que intercambian recetas camino de vete a saber a dónde.
Así es como veo yo el mundo, despojado de artificios y tan vulgar como en realidad es.
Recuerdo que ella lloraba en un banco, en un parque, una tarde, y yo solo podía pensar en que sus axilas estaban empapadas; corroboro que cada vez que un jefe se me ha impuesto con órdenes yo he observado sus tristes pelotas flácidas y peludas colgando; que podría interrumpir a los más persuasivos oradores para decir: tu piel se arruga de una forma extraña sobre tu labio superior, o simplemente: tienes un moco ahí; que viendo porno no puedo apartar la vista de la celulitis que folla en pantalla.
Observo el mundo y este me devuelve su imagen en bruto, sin malear, sin sublimar, sin pretensiones de agradar o embellecer.
Observo el mundo y este es sincero, lo cual es de agradecer algunas veces y detesto la mayor parte del tiempo ahora que ya nadie aplaude mis ocurrentes verdades, mi afilada minuciosidad.
Imagínate el mundo desvestido, como aquel día que salió a la calle el emperador y yo grité: ¡está desnudo!
Y la gente aullaba y aplaudía y reía, sin saber que la condena era la mía, que, al tiempo que lo decía, me dolía, que yo sí quería ver su traje nuevo.

No hay comentarios: