28 de noviembre de 2007

Quejío jondo

Ay! hermano, si tú entendieras que no soy yo, sino mis manos, que este tiempo que invierto lo dedico por entero a descifrar lo que me quieran decir y una vez que dan por terminada su automática perorata sólo puedo mirarlas con temor por el engendro inesperado que se han dignado en escupir.
Después es sencillamente ver sucederse los segundos en una larga y tensa espera, haciendo tamborilear los dedos para que no enmudezcan por falta de uso, escribiendo milongas sobre el mundo que nos rodea y aguantando con estoicismo el extraño cante jondo que toma forma aquí, bajo el esternón, envuelto de carne y hueso.
Si tú comprendieras que no soy yo el que agarra eslabón, yesca y pedernal y prende fuego a las palabras, que no persigo más que librarme del peso de las cenizas de las que renacen, olvidar su origen, articulación o significado, que no pretendo otra cosa que librarme de ellas amontonándolas en cualquier rincón.
Ay! hermano, si tú supieras que no soy yo, que son mis manos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Aparte de tus manos, algo tendrás que ver tú también con todo esto, no?

Si tamborileas los dedos, hazlo siempre encima del teclado, que no se te da nada mal.

Un saludo

Anónimo dijo...

Hombre, es verdad que tienes algo que ver en lo que escriben tus manos, principalmente porque eres tú quien las mueve. Pero también es cierto que a veces lees un texto que acabas de escribir y no se parece en nada a lo que pretendías. En tonces es cuando te das cuenta de que.... ¡¡¡han sido ellas!!!

jajajjaja

un besiño de tu visitante número 100